Estado en el que quedó el camión utilizado en el ataque en Niza
Estado en el que quedó el camión utilizado en el ataque en Niza - AFP

Los «jinetes de Alá» ascienden ahora al paraíso en coches o camiones

En dos semanas, sendos atentados por este medio, en Irak y en Francia, se han saldado con más de 300 muertos

CORRESPONSAL EN JERUSALÉN Actualizado: Guardar
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Los «jinetes de Alá», fórmula empleada para designar a los suicidas en numerosos atentados, ya no cabalgan a lomos de caballos hacia el paraíso, desde hace tiempo han convertido coches y camiones en las monturas para sus operaciones de martirio, el camino más rápido y directo al edén. El uso de un camión en Niza por parte de un lobo solitario para cometer un atentado es novedoso en Europa, pero no el atropello como estrategia de ataque ya que en Francia en diciembre de 2014 ya hubo otro atropello en Dijon en el que un hombre al grito de «Alá es el más grande» causó varios heridos. Un año antes, en el Reino Unido, dos nigerianos pasaron por encima del soldado Lee Rigby con su vehículo y después le acuchillaron como venganza «por las muertes de musulmanes a manos de las tropas británicas», argumentaron en la declaración posterior.

«Esto es lo que más temen las autoridades, armas al alcance de cualquiera»

Lo que consigue este atropello masivo en Niza es sentar un precedente de cara al futuro próximo en el que aquellas personas que quieran atentar recordarán que un camión puede ser más mortífero que una operación yihadista sofisticada y planificada durante meses. Lo que importa es la cantidad de muertes, la cantidad de sangre y la repercusión mediática. Y cuanto menos trabajo cueste, mejor. «Esto es lo que más temen las autoridades, armas al alcance de cualquiera y que puedan usarse en cualquier momento», declaró Shiraz Maher, analista del International Centre for Study of Radicalization and Political Violence (ICSR) del Kings College de Londres. «Cualquiera puede preparar un ataque de este tipo, sin necesidad de ser miembro de una célula terrorista o viajar a Siria», apuntó Maher en declaraciones recogidas por la cadena NBC.

Dos semanas, 300 muertos

En apenas dos semanas, dos camiones han dejado más de 300 muertos entre Irak y Francia. El primero fue un camión frigorífico cargado de explosivos que burló todas las medidas de seguridad y atentó en una de las grandes arterias comerciales de Bagdad, el segundo un camión de tamaño medio que se coló en pleno paseo de Niza y atropelló a todo el que pudo antes de que el conductor fuera abatido.

En vísperas del recién concluido mes del ramadán, Abu Mohamed Al Adnani, portavoz del grupo yihadista Daesh, anunció un cambio de estrategia y pidió a sus seguidores que en lugar de viajar a Siria o Irak hicieran la guerra santa en sus propias casas. «Si no podéis hacer explotar una bomba o disparar una bala, haced lo posible para encontraros con un infiel francés o americano y rompedle la cabeza con una piedra, matadlo a cuchilladas o atropelladlo con vuestro coche, tiradlo por un barranco, estranguladlo, envenenadlo», detalló Adnani en un mensaje difundido a través de las redes sociales, el medio más rápido y de mayor impacto mundial para la nueva yihad del siglo XXI en la que se inspiran los lobos solitarios.

«Que el infiel sea combatiente o civil no tiene importancia. La sentencia es la misma: todos son enemigos, está permitido verter su sangre», concluyó el portavoz del califa dando luz verde a los ataques indiscriminados contra civiles, algo que el Daesh ha llevado a la práctica en Oriente Medio desde su nacimiento y que intensifica en Occidente desde que la presión militar le ha hecho perder dos tercios del territorio que llegó a ocupar en Siria e Irak.

Desde Beirut a Niza

El camión se convierte en un arma aun más letal cuando se carga de explosivos y se pone un suicida al volante. En octubre de 1983 dos camiones bomba se estrellaron simultáneamente contra el cuartel de los marines estadounidenses y el puesto de mando francés en Beirut y mataron a 241 marines y 59 paracaidista franceses. Un ataque del que se acusó a la milicia chií de Hizbolá y que provocó la retirada en cuestión de semanas de la fuerza extranjera de interposición desplegada durante la guerra civil libanesa. Un ejemplo que se ha repetido en innumerables ocasiones desde 2001 en Afganistán y Pakistán, desde 2003 en Irak y desde 2011 en Siria.

El «peor atentado de la historia de Pakistán», tal y como lo calificaron las autoridades en los primeros instantes, se produjo en septiembre de 2008 cuando un camión hormigonera entró al aparcamiento del hotel Marriott de Islamabad y el conductor suicida explotó la tonelada de carga que portaba pasadas las ocho de la tarde, cuando el comedor principal del establecimiento se encontraba repleto de ciudadanos que se habían reunido para celebrar el fin del ayuno del ramadán. Hubo 60 muertos y todas las miradas apuntaron a la conexión entre Al Qaeda y los grupos tribales de la frontera.

El Irak post Sadam conoció de primera mano por primera vez el terror de los vehículos bomba cuando en agosto de 2003 un suicida se empotró con su camión cargado de explosivos en la sede de la ONU y mató a decenas de personas, entre ellas al enviado especial del organismo internacional, Sergio Vieira de Mello. Desde entonces, más de cinco mil coches bomba han explotado en Irak. Lo mismo ocurre en suelo sirio desde el estallido de la revuelta contra el régimen de Assad, hoy convertida en una mini guerra mundial en la que participan de forma activa tanto Al Qaida como Daesh. Los coches y camiones bomba son un arma empleada en numerosas ocasiones para atacar puestos militares o sembrar el terror entre la población civil que vive en las zonas bajo control del gobierno.

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