Angela Merkel en la cumbre europea de Bruselas del pasado día 15
Angela Merkel en la cumbre europea de Bruselas del pasado día 15 - afp

La decisión de Merkel de acoger refugiados socava su apoyo popular

Las peores críticas le llegan desde su propio partido, pero ella cree que la crisis se superará

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«Si no hay un cambio de rumbo en la política de inmigración es muy posible que Angela Merkel no llegue como canciller al año electoral de 2017». Quien dice esto es el muy moderado vicepresidente del partido liberal alemán (FDP) Wolfgang Kubicki. Y no solo él. A principios del verano, toda la CDU/CSU celebraba a la primera mujer que ya ha entrado en la historia de los más grandes cancilleres con Konrad Adenauer y Helmut Kohl. Su victoria en 2017 era tan segura que se hablaba en serio en el SPD de no presentar candidato rival. Con Merkel hasta 2021 e incluso 2025, para batir el récord de los 16 años de Helmut Kohl, se decía en la CDU.

El cambio de la situación es dramático. Cada vez son más quienes hablan en voz alta del fin de la carrera política de la canciller. No son ya solo los alemanes más radicalizados en movimientos contra los inmigrantes como Pegida, que piden su dimisión inmediata por traicionar a la nación alemana y poner en peligro al Estado federal. Ni por supuesto de los que están detrás de los más de 800 ataques a residencias y centros de refugiados.

La inmensa mayoría de los alemanes aún se muestran partidarios de recibir a todos los perseguidos por la guerra en Siria. Pero el cambio de ánimo en Alemania se produce con rapidez en estas semanas en las que ya ha quedado atrás el entusiasmo popular de autocelebración como sociedad generosa y receptiva. Desde el verano, la sociedad alemana ha estado muy mayoritariamente movilizada de forma idealista en favor de los refugiados y de la canciller Merkel. Y todas las críticas, los temores y rechazos a la masiva llegada de inmigrantes sin control eran descalificadas como xenofobia o mezquindad, cuando no extremismo o simpatías nazis. Sin embargo, las grandes emociones positivas se debilitan y las críticas a Merkel se intensifican sin cesar. Las más fuertes proceden de su partido. Y hay días en los que solo desde la izquierda parece llegar cierta comprensión para una canciller que insiste en que «Alemania logrará superar esta crisis», pero tiene que reconocer que las dificultares en la gestión están fuera de control.

A la defensiva

Los problemas y conflictos se han disparado en las administraciones locales y todos, incluidos los Estados federados, miran a Berlín donde está quien consideran responsable de la situación creada, la canciller Angela Merkel. Que por primera vez en diez años de cancillería está en una posición defensiva y asiste a escenas impensables aún hace semanas como el levantamiento de los delegados de su partido en Sajonia o las críticas abiertas y los reproches de cargos electos propios en toda Alemania. Por no hablar de las duras críticas y advertencias de su partido hermano en Baviera la CSU, cuyo jefe y presidente bávaro, Horst Seehofer, condena y combate abiertamente la política de Merkel. Cada vez son más quienes ven en el momento decisivo en la vida política de Merkel su decisión de ignorar las leyes de la Unión Europea y anunciar la apertura de las fronteras alemanas a todos los inmigrantes en demanda de derecho de asilo. Ella reconoce que es el mayor reto de Alemania desde la unificación. Insiste en que cualquier otra decisión hubiera sido moralmente reprobable y además peligrosa. Lo cierto es que la hasta ahora imparable ola de inmigración siembra dudas en todos y miedo en muchos. Cada vez son más quienes creen que Merkel ha cometido un terrible error que puede acabar con su cancillería. Y obligar a Alemania y a Europa a momentos muy duros y decisiones dolorosas.

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