Lugar de un atentado cometido por el Estado islámico cerca de Zummar (Irak)
Lugar de un atentado cometido por el Estado islámico cerca de Zummar (Irak) - afp

El Estado Islámico paga el viaje a jóvenes para que se casen con yihadistas

Una investigación periodística, con dos falsas adolescentes como anzuelo, prueba los envíos de dinero desde Siria

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Esta semana arrancó en Reino Unido con la noticia de que una niña de 15 años fue interceptada en un avión en plena pista de Heathrow, cuando iniciaba su viaje para llegar a Siria y convertirse en «novia de la yihad». Y ahora la semana se cierra con la confirmación de que Estado Islámico está costeando desde el califato el traslado a Siria de jóvenes británicas. Lo hace de la manera más convencional, enviando pequeñas sumas a través del servicio de Western Union y chateando con las aspirantes a través de las redes sociales y los nuevos servicios de mensajería encriptada.

Lo ha destapado una espectacular investigación del periódico «TheTimes». Dos de sus reporteras crearon identidades virtuales falsas, haciéndose pasar por jóvenes simpatizantes salafistas.

Los terroristas contactaron con ellas desde Raqa, la capital del califato, y las animaron a desplazarse, se ofrecieron para pagar los billetes y les impartieron consejos logísticos, como volar con apariencia occidental para no levantar sospechas, sin llevar velo o niqab ni siquiera en la maleta, «porque ya lo compraréis al llegar a Turquía». La investigación confirma además que las redes sociales y los servicios encriptados de mensajería, como Kik, que cuenta con cien millones de usuarios, y Wikr, son un nuevo campo de batalla, donde los terroristas hacen un uso maestro, expandiéndose como una hidra y con un proselitismo enormemente agresivo.

La investigación del periódico ha durado tres meses. Primero crearon la falsa identidad de Aisha, de 17 años, de origen somalí, familia pobre y vecina del Este de Londres. Una joven un poco naif, que empezó a mostrar en su cuenta de Twitter simpatías por Estado Islámico, debido a que estaba quejosa por la muerte de niños musulmanes en Gaza, Siria e Irak. Fue contactada rápidamente y comenzó a ser adoctrinada vía Twitter y Facebook, con un agresivo aluvión de literatura religiosa extremista, imágenes violentas y vídeos propagandísticos.

Cuando expresó su deseo de viajar a Siria, se dirigió a ella, desde Raqqa, Abu Abbas Al-Lubnani, que se presentó como un cargo de la administración del califato de EI. Según fue percibiendo que las intenciones de Aisha eran firmes, Lubnani le pidió comunicarse vía Wickr. Como el teléfono Nokia de la joven no soportaba esa aplicación, su captador le pidió que les pidiese a sus padres un Android. El periódico aprovechó esa situación para inventarse una segunda joven, Fátima, de 19 años, amiga de Aisha, que tenía un Sony Xperia y también simpatías salafistas. Fátima se mostró más madura que la inocente Aisha y preocupada de la seguridad de ambas. «No tengas miedo, miles de yihadistas vienen aquí todos los meses desde todos los lugares del mundo», le respondió Lubnani.

Fátima preguntó si podrían vivir juntas y estudiar Medicina una vez allí. Lubnani le respondió que «solo si lo permite tu marido» y le explicó que la única manera de seguir juntas era casarse con el mismo guerrero. El viaje se planificó desde el aeropuerto londinense de Luton a Dortmund y de allí, a Estambul, donde deberían contactar por teléfono con Lubnani, que les diría cómo y con quién pasar a Sira desde Turquía. El radical empleaba un Samsung Galaxi Ace 3, con conexión vía satélite.

Los correos entre el terrorista y las chicas muestran el talante machista, racista y medieval de los yihadistas. Lubnani les dijo que necesitaba saber si eran guapas y de qué color de piel: «Los mujaidines normalmente no piden una reina de la belleza, pero sí una mujer bien parecida».

Por su parte, él acreditó su existencia enviándoles una foto suya ante la fachada de la corte coránica de Raqqa. Aparecía con un AK 47 en bandolera y con un papel manuscrito en la mano con los nombres que empleaban las chicas en sus identidades de Twitter.

Submundo fuera de control

El domingo 14 de diciembre se pactó el encuentro, en una tienda del Este de Londres, que debía contar con servicio de Western Union y no tener cámaras. Un hombre se presentaría allí a recoger el dinero y una mujer con burka se lo entregaría a las chicas en mano. El periódico logró fotografiar a la pareja.

La investigación periodística prueba que hay un submundo de proselitismo virtual fuera de control. Esta misma semana David Cameron volvió a pedir a los gigantes informáticos que hagan más contra el terrorismo y la pedofilia en red.

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