Lothar de Mazière, durante la entrevista en su oficina
Lothar de Mazière, durante la entrevista en su oficina - Eberhard Thonfeld
XXV aniversario de la caída del muro de berlín

Lothar de Maizière: «Kohl cree que fue el único que dio el empujón al Muro»

El último primer ministro de la extinta RDA, que pilotó la reunificación alemana desde el Este, asegura que «se equivoca quien diga que estamos ante una nueva Guerra Fría»

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Lothar de Maizière nos recibe en su despacho que huele a trabajo –«¡una oficina ordenada significa siempre que en ella no se trabaja!», aclara–. Tiene vistas hacia al cementerio Dorotheenstädtisch, donde descansan Brecht, Hegel, Fichte y Heiner Müller, entre otros artistas y pensadores. «Ahí tengo reservado mi sitio», comenta con la sabia calma de un músico y abogado corresponsable de la reunificación alemana.

-¿Se acuerda de dónde estaba usted y qué estaba haciendo el 9 de noviembre de 1989?

-Sí, esa noche yo estaba en la catedral francesa, en Gendarmenmarkt. La iglesia evangélica había invitado al nuevo y al viejo partido para discutir cómo se debía continuar, pues todos sabían que las cosas no podían seguir así. Y, en la mitad del evento, entró un joven y dijo: «Ha caído el Muro».

En seguida pensé que todos se marcharían, pero el moderador dijo: «No, todavía no; dos grupos no han podido exponer su perspectiva del futuro.» Y, efectivamente, todos permanecieron sentados y no se marcharon hasta terminada la reunión. Entonces la mayoría se fue a la frontera. Menos yo, que me fui a casa porque el 10 de noviembre la Dirección General de la CDU de Alemania Oriental elegía a su nuevo presidente y yo era uno de los candidatos. Por la tarde había estado pensando qué decir en mi discurso, pero estaba claro que después de la noticia de la caída del Muro podía tirar mi discurso a la basura. «Ahora tienes que inventarte otro», me dije.

«Una investigación demostró que no trabajé para la Stasi»

-¿Hubo momentos en los que temió que el proceso de democratización y reunificación de Alemania pudiera descarrilar?

-No. La cuestión decisiva era más bien cómo reaccionarían los soviéticos. Nosotros, los alemanes del Este, habíamos tenido ya la experiencia en 1953 en Berlín, en 1956 en Hungría, en 1968 en Praga y cada vez que había algún tipo de cambio notable. Pero, en septiembre de 1988, Mijail Gorbachov dio un discurso ante la ONU donde dijo que la Doctrina Brézhnev ya no sería más un instrumento para la política exterior.

En noviembre de 1968, después de que la insurrección en Praga fuera aplastada, se reunieron en Varsovia los líderes de los partidos comunistas del Bloque del Este y determinaron que cuando en alguno de sus países el sistema socialista corriera peligro, los otros no sólo tenían el derecho, sino la obligación de intervenir y de reprimir la contrarrevolución. Gorbachov explicó entonces ante la ONU que dicha doctrina dejaría de tener vigencia. A partir de ese momento regiría el principio de no intervención en asuntos externos europeos. Y así fue su comportamiento.

Ese fue un factor decisivo. Tiempo después hablé con el general en jefe de las fuerzas armadas soviéticas y me dijo que la orden era que si la RDA era atacada desde fuera, la cláusula de defensa mutua estipulada por el Pacto de Varsovia establecía que los militares tenían permiso de salir del cuartel para defenderse si la población civil intentaba atacar a los rusos. Pero ese no fue el caso.

-Recientemente se han publicado unas declaraciones del excanciller Helmut Kohl, en las que ponía en entredicho el papel de la revolución pacífica en la RDA y aseguraba que la caída del Muro fue responsabilidad exclusiva de Mijail Gorvachov. ¿Qué opinión le merecen sus palabras?

-Los comentarios de Kohl son el resultado de la decepción por el hecho de que ya nadie lo toma tan en serio como él se toma a sí mismo. Él cree que le dio un empujón al Muro, que fue quien lo hizo todo. No tiene en cuenta la participación de los germanoorientales. Desde el día en que lo conocí, Kohl siempre ha actuado para que su imagen en los libros de historia sea impecable. Sus comentarios son en parte correctos, pero sólo una verdad a medias.

Es verdad que Gorbachov ya no era capaz de mantener el control, ni en su propio país. Y no reconoció a tiempo que ese sistema no podía ser reformado. El sistema se desplomaba o se seguía manteniendo por medio de la fuerza. Los sistemas dictatoriales se basan en el secreto y en el espionaje. En el momento que ceden en libertades, dejan de funcionar. En el fondo, Kohl quiere relativizar el trabajo de los demás y brillar con mejor luz.

«Respeto a Kohl, su plan de los diez puntos fue genial»

-¿Desde cuándo no tiene contacto con el señor Kohl?

-Él ya no tiene contacto con nadie. Hasta su chófer de entonces, Ecki Seeber, ya no lo puede visitar por órdenes de su mujer. Yo lo vi por última vez con motivo de los 20 años de la caída del Muro. Estábamos sentados en la tribuna de la Puerta de Brandenburgo y, cuando me dirigí hacia él para saludarlo, estiró la mano pero giró la cara. Poco antes coincidimos, aunque cada uno por su lado, en el 75 aniversario de Gorbachov en Moscú. En este evento pronuncié un pequeño discurso en ruso y luego me gritó que por qué hablaba en ruso. Yo le respondí que porque el anfitrión era ruso. Y él dijo que eso no le gustaba, porque un político alemán no habla ruso en Moscú. ¡Pero un político alemán sí habla inglés en Washington!

-Parece como si sus puentes con Kohl estuvieran rotos...

-No quiero hacer leña con el árbol caído. Kohl es un pobre tipo al que le va miserablemente. Él siente que su estatua en el zócalo se tambalea. Sobre todo respeto a Kohl por el 3 de octubre [Día de la reunificación de Alemania]. Ya sólo su plan de los 10 puntos del 28 de noviembre 1989 fue genial. Justo cuando el mundo entero pensaba que no ocurriría nada, él desarrolló un plan que tenía como fin lograr la unificación alemana en 10 pasos.

Para ese plan no se puso de acuerdo con los aliados occidentales, como hubiera sido su deber, sino que cuando se disponía a presentarlo en el Bundestag se lo envió por fax a George Bush para no darle la oportunidad de reaccionar. Esto tuvo un enorme efecto en el Este, fue una señal de gran efecto. En diciembre, la gente había pasado de gritar «somos el pueblo» a «somos un pueblo». El problema con Kohl es que las conversaciones con él son unidireccionales: él habla y su interlocutor escucha obedientemente.

-Se dice que el periodo de transición se hubiera podido hacer más despacio y de manera transparente. Aún hay muchas críticas sobre la forma en que se hicieron las cosas. Muchos piensan que la transición económica fue muy apresurada...

-La instauración del marco alemán puso a la economía bajo la presión competitiva de una de las monedas más fuertes del mundo. Y la gente quería el marco alemán. Se hubiera podido proteger la economía de la RDA a través de una apertura moderada, como hizo Václav Klaus en Checoslovaquia: imponer derechos de importación elevados a los productos de Europa occidental. La gente hubiese seguido comprando el producto nacional, porque el occidental era muy costoso debido a los aranceles. Pero esto habría significado poner casetas de aduanas en la frontera interna del país y la gente no lo habría permitido, las habrían tumbado con manifestaciones.

Seguro que si hubiéramos tenido un poco más de tiempo, habríamos hecho algunas equiparaciones de las leyes: la situación de la mujer en la RDA, por ejemplo, era mucho más igualitaria que la de la República Federal, donde en los años 70 las mujeres pudieron decidir de manera autónoma sobre el ejercicio de una profesión, pudieron tener una cuenta bancaria. En la Constitución de 1949 de la RDA, en el artículo 7, el párrafo 2 decía: las mujeres y los hombres tendrán los mismos derechos, cualquier disposición contraria no tiene validez. Y así fue. El 92% de las mujeres en Alemania Oriental ejercían una profesión, en Alemania Occidental, sólo el 46%.

«Soy amigo de Schäuble (...) considero el ahorro una virtud prusiana»

-La política de austeridad de Angela Merkel y Wolfgang Schäuble en la Unión Europea ha recibido duras críticas. ¿Qué opinión le merece la actual política económica y europea de Alemania?

-Antes que nada, tengo que decir que soy amigo de Schäuble. Considero el ahorro como una virtud prusiana y el hecho de que Alemania, 25 años después de la reunificación y de las grandes responsabilidades que ésta supuso, logre mantener un presupuesto sin nuevas deudas, demuestra, por lo menos, inteligencia político-financiera. Que si en el marco del concierto con otros países de la Unión Europea eso es lo más inteligente, es discutible.

Si Alemania pidiera un nuevo crédito de 30.000 millones, ¿a quién impulsaríamos económicamente? ¿A nuestra propia economía? Naturalmente, con la propia economía, se impulsa la de Europa: de cada euro producido en Alemania, 39 céntimos van a Bruselas. Pero con esto no se resuelven los problemas de paro de la juventud española. Creo que más bien es un problema filosófico: la economía de mercado, como la desarrollaron Alfred Müller-Armack y Ludwig Erhard, tenía como objetivo domesticar el capitalismo por medio de la legislación nacional. Esto funciona en el ámbito nacional, pero no en un mundo globalizado.

Si uno mira la historia, los cambios radicales han necesitado siempre 30 o 40 años hasta que el mundo vuelve a encontrar su equilibrio. Hasta el mismo Goethe se opuso hasta el fin de sus días a la Revolución Francesa, porque iba en contra de sus principios. Hay un proverbio chino que dice que cuando uno le quiere infligir mal a otro hay que desearle que su hijo viva tiempos históricos. Y ahora vivimos tiempos históricos. El mundo se está reorganizando. Al final de siglo habrá un gran centro de poder: China y la región asiática. En algún momento caerá el régimen de Corea del Norte. A principios del siglo XX, los europeos representaban aún un 25% de la población mundial. A finales de este siglo, representaremos entre el 5 y el 8%. Si Europa todavía juega un papel importante, será con Rusia, no contra Rusia.

-¿Seremos como un viejo museo?

-Sí, seguramente, o seremos invadidos.

-Hace diez años todos creían que la Guerra Fría había terminado...

-¡El que diga que estamos ante una nueva Guerra Fría, se equivoca!

-Sin embargo, es un hecho que hoy tenemos un conflicto en Ucrania, en el que Oriente y Occidente defienden sus propios intereses. ¿Cree que se debe a capítulos mal cerrados de la Guerra Fría?

-La Guerra Fría tenía una frontera entre Este y Oeste. Y esa frontera se encontraba en Alemania y tenía un millón de soldados con cientos de misiles, docenas de ellos con cabeza nuclear. Todo esto es historia. Por lo tanto considero que esa comparación es errónea. La equivalencia le quita importancia y nivel a la verdadera Guerra Fría y al peligro que ésta representaba. La Guerra Fría fue una ceremonia relativamente racional: en cada una de las partes estaba sentado un hombre, que tenía el poder y que era el encargado de que en su jardín reinara el orden. Y, de repente, el mundo se ha vuelto pluralista...

«En Ucrania presenciamos la venganza tardía de la política estalinista de la posguerra»

En el caso de Ucrania, estamos presenciando la venganza tardía de la política estalinista de la posguerra que desplazó a Ucrania hacia Occidente. Ucrania occidental escribe con alfabeto latino y es católica, la oriental lo hace en cirílico y es ortodoxa. Los límites entre Bizancio y Roma pasan por toda la mitad de Ucrania. Y el Gobierno de Kiev no tuvo en cuenta esto y pensó que podían crear un Estado central. Deberían haberse esforzarse en forjar estructuras federales con una autonomía relativamente alta de las regiones.

En Ucrania se cometieron errores por ambas partes. Durao Barroso dijo: «O los rusos, o nosotros». Esto niega por completo las relaciones de siglos entre Rusia y Ucrania, así como también los lazos económicos. Las sanciones que ahora se han impuesto a Moscú afectan a todos: afectan a los rusos drásticamente, a los ucranianos de igual manera y también a nosotros. Sólo los terceros son los que ríen: los americanos. El porcentaje del comercio exterior (de EE.UU.) con Rusia no es ni siquiera el de un irrisorio 8% de lo que la Europa comercia con Rusia.

Rusia es un poder continental que siempre se ha defendido con zonas tapón, como fueron Polonia y la RDA. De pronto, la OTAN está casi en su puerta y esto les genera miedo, infundado espero. Para mí es lamentable la situación, ya que en los últimos 25 años se avanzó mucho en el área económica –6.000 empresas alemanas funcionan en Rusia– y se crearon muchos vínculos en el campo de la ciencia y la educación. Hay quien se pregunta si Rusia pertenece a Europa. Rusia no es Europa Occidental: no tuvo Renacimiento ni Ilustración. En este sentido, tiene un espíritu diferente. Pero la Unión Europea está llevando a cabo negociaciones de adhesión con Turquía. Nómbrenme un poeta turco, un pintor turco y un compositor turco. Sin embargo, leemos a Dostoievski y a Tolstoi, interpretamos a Chaikovski y a Shostakóvich, y ¿acaso es posible imaginarse la pintura del siglo XX sin Kandinsky o Malévich?

-Documentos de la Seguridad del Estado de la RDA apuntaron que fue informante no oficial de la Stasi. Ello supuso el final de su carrera política. ¿Tuvo usted realmente alternativa?

-El Gobierno Federal decidió en 2008 que los ministros de mi gabinete recibirían una pensión honorífica. Pero la ley establecía que ninguno podía haber sido activo para la Seguridad del Estado. Para esto se reinició una investigación, que demostró que no existen las actas que muestran que yo trabajara para la Stasi.

Es cierto que tenía contactos con el servicio de seguridad en el marco de mi actividad como abogado. Tenía mucho que ver con procesos penales, y la Stasi era el órgano investigador, como la policía de investigación criminal. Por lo tanto, es posible que haya habido un expediente sobre mí. Ya de por sí el seudónimo «Czerny» me es ajeno. «Czerny» fue un compositor de piano, y yo toco un instrumento de arco. Nunca he tenido nada que ver con el piano. Nunca me busqué un nombre así. Pero ya todo es pasado.

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