Las cinco consecuencias de la batalla de Waterloo que cambiaron la Historia de Europa
Arthur Wellesley, comandando a los británicos en la batalla de Waterloo - Wikipedia

Las cinco consecuencias de la batalla de Waterloo que cambiaron la Historia de Europa

El fracaso militar de Napoleón Bonaparte terminó con sus aspiraciones de retomar el sueño imperial. Seis días antes de la derrota, el Congreso de Viena firmó su acta final, donde las naciones vencedoras, Reino Unido, Austria, Rusia y Prusia, se unieron para sepultar las ideas revolucionarias extendidas por el francés y para restablecer las fronteras a su antojo

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El fracaso militar de Napoleón Bonaparte terminó con sus aspiraciones de retomar el sueño imperial. Seis días antes de la derrota, el Congreso de Viena firmó su acta final, donde las naciones vencedoras, Reino Unido, Austria, Rusia y Prusia, se unieron para sepultar las ideas revolucionarias extendidas por el francés y para restablecer las fronteras a su antojo

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  1. La batalla que terminó con la hegemonía militar de Francia

    Arthur Wellesley, comandando a los británicos en la batalla de Waterloo
    Arthur Wellesley, comandando a los británicos en la batalla de Waterloo - Wikipedia

    El 26 de febrero de 1815, Napoleón Bonaparte dejó atrás su exilio en la isla de Elba (situada al oeste de Italia), donde había sido recluido tras la derrota en Leipzig, para iniciar un fugaz intento por recomponer el Imperio francés: los Cien Días. Una vez recuperado su lugar en Francia, donde el Rey Luis XVIII se vio obligado a huir por aclamación popular, Napoleón se alzó por segunda vez Emperador y se dirigió, a la vista de la nueva coalición formada contra él por Austria, Rusia, Reino Unido y Prusia, en dirección a los Países Bajos. El 12 de junio se dispuso a tomar Bruselas al frente de un ejército de 124.000 hombres, pero sus enemigos no estaban dispuestos a rememorar la pesadilla otra vez y salieron a su encuentro.

    Las tropas de los aliados, dirigidas por el Duque de Wellington y el prusiano Blücher, con un total de 196.000 hombres, se desplegaron para neutralizar al general galo en los Países Bajos. El prusiano se dirigió hacia Ligny (en la provincia de Namur), mientras Wellington esperó a Napoleón atrincherado en Mont-Saint-Jean, muy cerca de Waterloo, para impedir su entrada en Bruselas. Tras dividir sus fuerzas para derrotar primero a Blücher, en lo que supuso su gran error estratégico, el Emperador francés ordenó avanzar contra las líneas defensivas preparadas por Wellington y situar a su artillería en primera línea para desgastar las posiciones enemigas. Para protegerse de la artillería francesa, Wellington reclamó a sus hombres echarse cuerpo a tierra, lo que hizo creer a los franceses que se trataba de un repliegue. Al estimar que se retiraban, 5.000 jinetes franceses comenzaron una carga contra la infantería inglesa, que, dispuesta en cuadros con tres filas de bayonetas, rechazaron fácilmente el ataque francés y obligaron a la caballería a huir en desbandada.

    A la caída de la tarde, la situación francesa comenzaba a ser desesperada. Napoleón ordenó un ataque entre Hougoumont y La-Haye-Sainte, en el flanco derecho del centro británico. El intento fue vano, fracasando la última esperanza de Napoleón de romper las líneas aliadas aquel día. La infantería francesa fue aniquilada, mientras que la Guardia y la caballería tuvieron que replegarse. Así, la primera consecuencia de la batalla también es la más obvia: la hegemonía militar de los ejércitos napoleónicos se había esfumado definitivamente.

  2. El ocaso de Napoleón Bonaparte

    Napoleón Bonaparte parte a la isla de Santa Elena
    Napoleón Bonaparte parte a la isla de Santa Elena - abc

    Tras la batalla, las tropas aliadas se adentraron en Francia en busca de Napoleón. El 1 de julio, Von Blücher ocupó Versalles y una semana después se restauró la corona de Luis XVIII. En un último intento desesperado, Napoleón trató de huir en barco hacia América, pero fue capturado por los británicos que hicieron oídos sordos a sus peticiones de asilo. De esta forma, el otrora dueño de Europa fue desterrado a la remota Isla de Santa Elena, a cientos de kilómetros de África, donde pasó sus últimos seis años de vida.

    Cautivo de los ingleses y rodeado de un pequeño grupo de seguidores, Napoleón Bonaparte empezó a sufrir un dolor en el costado derecho idéntico al que su padre tuvo poco antes de su muerte, posiblemente a causa de un cáncer de estómago. El dolor, que algunos expertos también han apuntado a que pudo ser causado por envenenamiento, fue consumiendo poco a poco a Bonaparte. El 5 de mayo de 1821 a las 17:49 horas falleció Napoleone di Buonaparte a los 51 años de edad. Según las personas que estuvieron presentes en su lecho de muerte, sus últimas palabras fueron: «Francia, el ejército, Josefina».

    Aunque Napoleón pidió en su testamento ser enterrado en París, los ingleses no quisieron alimentar el mito y ordenaron que el cuerpo no saliera de Santa Elena. Hubo que esperar hasta 1840 para que, a instancias del gobierno de Luis Felipe I, sus restos fueron repatriados a Francia.

  3. Un vuelco en las negociaciones del Congreso de Viena

    El Congreso de Viena, por Jean-Baptiste Isabey, 1819
    El Congreso de Viena, por Jean-Baptiste Isabey, 1819 - ABC

    El primer exilio de Napoleón marcó el comienzo del Congreso de Viena, un encuentro internacional celebrado en la ciudad austriaca con la mira en restablecer las fronteras de Europa previas a las Guerras napoleónicas. Así y todo, el objetivo velado era crear un equilibrio de poder que preservase el Antiguo Régimen frente a las amenazas revolucionarias como la ocurrida en Francia. La batuta de estas reuniones diplomáticas la llevó Reino Unido, Austria, Prusia y Rusia, al ser éstas las potencias que habían sostenido el esfuerzo bélico de la Guerra de la Sexta Coalición. No obstante, el diplomático francés Charles Maurice de Talleyrand, quien había servido como ministro de asuntos extranjeros de Napoleón Bonaparte pero entonces lo hacía por el régimen de Luis XVIII de Francia, se encargó de que la influencia de Francia, la teórica nación derrotada de las guerras, creciera hasta prevalecer sobre la de los aliados antifranceses más débiles como España, Portugal, Suecia, Piamonte-Cerdeña, que precisamente habían sido arrasados por las políticas galas.

    La huida de Napoleón Bonaparte de la isla de Elba y su derrota 100 días después en Waterloo no detuvo las negociaciones, aunque perjudicó gravemente a la delegación de Talleyrand que estaba cerca de conseguir todos sus objetivos cuando la irrupción del genio militar echó al traste sus aspiraciones. La derrota de Napoleón en Waterloo permitió que el «Acta Final», suscrita días antes de la batalla, fuera llevada a efecto sin interferencias. No en vano, las grandes potencias impusieron a Francia un nuevo tratado en noviembre de 1815 como consecuencia de los perjuicios de esa resurrección napoleónica, estableciendo un pago de indemnizaciones por 700 millones de francos a abonar en cinco años, fijando guarniciones de la «Sétima Coalición» en todo el norte y este del territorio francés e imponiendo a Francia las mismas fronteras que en 1792. Los 100 días de Napoleón anularon el brillante trabajo de Talleyrand.

  4. Las fronteras cambiaron completamente: el germen de Alemania

    El Imperio alemán, y Guillermo I como su káiser, es proclamado en el palacio de Versalles
    El Imperio alemán, y Guillermo I como su káiser, es proclamado en el palacio de Versalles - Bismarck Museum

    El final de las guerras napoleónicas trazó un nuevo mapa en Europa que restableció algunas fronteras a su estado de 20 años atrás, como en el caso de Francia. Otro de los derrotados de la guerra, el reino de Dinamarca, perdió Noruega en castigo por su apoyo a la Francia napoleónica para ser anexionada a Suecia formando la unión sueco-noruega que existió hasta 1905. Por su parte, las grandes naciones vencedores de la contienda, como Rusia, que anexionó la mayor parte de Polonia, el Ducado de Finlandia y la región de Besarabia, consiguieron aumentar notablemente su territorio. Austria recuperó sus posesiones en los Balcanes, así como el Tirol, Lombardía, el Véneto, y Dalmacia. Finalmente, el Reino Unido se quedó con la estratégica isla de Malta, Ceilán (la actual Sri Lanka) y la Colonia del Cabo, lo que le garantizó el control de las rutas marítimas en el Atlántico, el Mediterráneo y el Índico.

    Pero si la guerra tuvo un cambio reseñable a largo plazo en el mapa de Europa, y con ello en los futuros acontecimiento del continente, ese fue el desarrollo de la Confederación Alemana. Bajo la presidencia de la Casa de Austria, 39 Estados alemanes se establecieron en una confederación donde Prusia fue conquistando poco a poco el poder hasta desplazar a Austria del timón durante la guerra austro-prusiana de 1866. El 10 de diciembre de 1870, la Confederación pasó a designarse Imperio alemán y dio el título de emperador alemán al Rey de Prusia.

  5. España, apartada en Europa y abandonada en América

    Retrato del diplomático Pedro Gómez Labrador
    Retrato del diplomático Pedro Gómez Labrador - ABC

    Pedro Gómez Labrador fue el representa del Rey español Fernando VII en los tratados de Congreso de Viena, donde España reclamaba una gran compensación por el daño causado por la invasión francesa. Sin embargo, la escasa habilidad diplomática de Gómez Labrador, la austeridad de la delegación –que evitaba que pudieran participar en cenas y actos sociales– y lo poco que España podía ofrecer a los vencedores colocó a nuestro país en un segundo plano durante todas las negociaciones. Tras el congreso y la derrota definitiva de Napoleón, España no obtuvó ninguna ganancia territorial ni apoyos para reconquistar sus territorios perdidos en América, puesto que el Reino Unido (beneficiaria comercial de los «problemas españoles» en América) rehusaba apoyar los costosos planes de Fernando VII.

    No en vano, cuando se produjo un golpe de Estado liberal en 1820, que estableció de nuevo la Constitución de 1812, dando comienzo el Trienio Liberal en España, Fernando VII reclamó la asistencia de la Santa Alianza (Prusia, Rusia, Austria y posteriormente Francia) para recuperar el trono. Así, una de las consecuencias del Congreso de Viena fue el compromiso de no permitir de nuevo que las revoluciones liberales desplazaran al Antiguo Régimen del poder en Europa. El 7 de abril de 1823, Francia intervino militarmente en España para restablecer el absolutismo, en lo que fue denominado con el nombre de los Cien Mil Hijos de San Luis, aunque en realidad eran 95.062 soldados.

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