«¿Cómo va a estudiar mi hijo Marcos, con parálisis cerebral, en un colegio ordinario?»

Mago More y otros padres defienden la necesidad de mantener y apoyar los centros de Educación Especial

José Ramón Ladra
Carlota Fominaya

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«¿Cómo va a estudiar mi hijo Marcos, de 14 años y con parálisis cerebral, en un colegio ordinario?», se pregunta José Luis Izquierdo Martín, más conocido como Mago More. «¿Y mi hijo Lucas, de cuatro años y con síndrome de Down ? No son iguales los estímulos que necesita él que los que puedan necesitar sus hermanos mayores, sin esta discapacidad, u otros niños con autismo o con Asperger», señala a su lado Luis Rojo, presidente de la plataforma «Inclusiva Sí, Especial También» , quien reconoce que este colectivo se siente «amenazado» con el proyecto de Ley Orgánica de Educación (Lomloe) aprobado ayer en el Consejo de Ministros, que fija un plazo de diez años para la integración de los alumnos con necesidades especiales en centros ordinarios.

El ejecutivo de Pedro Sánchez defiende que su reforma cumple con el artículo 24 de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, que aboga por atender a todos los alumnos bajo el mismo sistema educativo, un principio que apoya también el Comité Estatal de Representantes de Personas con Discapacidad (CERMI) , quien alienta «un proceso evolutivo y transformador sensato, ordenado y progresivo, para lograr la inclusión».

Especialistas

El texto aprobado ayer, insisten desde la plataforma «Inclusiva sí, Especial También», «preocupa, aunque confiamos en que durante la tramitación parlamentaria esta disposición adicional cuarta donde se alude al trasvase de alumnos sufrirá mejoras y modificaciones que permita a los alumnos de educación especial seguir asistiendo a sus centros». «En estos colegios —recuerda el también padre de Lucas— disponen en un mismo lugar de todos los especialistas que les atienden, como puedan ser psicólogos, neurólogos, auxiliares de aula, terapeutas ocupacionales, logopedas... y un sin fin de profesionales maravillosos que hacen el día a día de estos niños y sus familias un poco mejor». «Vaciar estos centros es muy peligroso. Estos profesionales hacen una labor espectacular con estos niños y hay que defenderlos mucho, porque si mi hijo Lucas no fuera a Bobath, no sabría qué hacer con él», añade el Mago More.

Ambos padres hicieron estas declaraciones durante el II Congreso Nacional Interdisciplinar de Educación Especial , que ha tenido lugar recientemente en Madrid organizado por la Asociación Nacional de Centros de Educación Especial (ANCEE) y la Fundación Promiva. En este encuentro se puso en valor el trabajo de los 477 centros de este tipo que hay en España, donde estudian 37.136 alumnos con necesidades especiales y que suponen el 0,45% del total de la población escolar. De forma paralela, hay 1,89 millones de alumnos con necesidades educativas especiales matriculados en centros ordinarios (el 23,1% de la población escolar), a los que se adapta currículos y métodos de enseñanza.

Gran confusión

«Para estas niños familias que optan por escolarizar en la ordinaria, estupendo —matiza Julián Ruiz, presidente de la Asociación Nacional de Centros de Educación Especial (ANCEE) —, pero no tiene ningún sentido dejar de apoyar algo que funciona y que es reclamado por los padres ». Lo que ocurre, prosigue Ruiz, «es que existe una gran confusión por parte de personas que desconocen cómo funciona esto, que piensan que es más fácil integrar a chavales con relativas buenas capacidades, como, por ejemplo, los chavales asistentes al Congreso, con capacidad suficiente para darse cuenta de sus limitaciones, compararse con sus compañeros y darse cuenta de que siempre salen perdiendo. Ellos son los que peor de lo pasan. Y buena prueba de ello son los testimonios de Xavier, Alejandra o Candela ofrecidos durante el encuentro».

Candela tiene Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) José Ramón Ladra

Todos apuntan a lo mismo: su paso de un colegio ordinario a uno de educación especial fue una liberación para ellos . Candela por ejemplo en la ESO no tuvo problemas, pero al finalizar empezaron los suspensos, los altibajos... No pudo continuar. Su cambio de modelo educativo fue, tal y como ella misma describe, lo mejor que le pudo pasar. Candela no mantiene el contacto con ningún compañero de antaño. «No hice grupo. Ni los profesores ni los alumnos se implicaron, todo lo contrario que en mi colegio actual, donde los docentes están siempre pendientes y me ayudan mucho. No soy menos que nadie, soy diferente. Y que sé que si trabajas y te esfuerzas, puedes cumplir tus sueños. Por fin soy feliz y no tengo miedo a nada. Estoy apuntada a un grupo Scout, tengo amigos y quiero ser tripulante de cabina».

José Ramón Ladra

Alejandra, también con TDAH y una discapacidad intelectual leve, tampoco tuvo problemas hasta los 11 años. A partir de esa edad, rememora, «empezaron todos a insultarme. Con 12 me empecé a vestir de negro, quería pasar desapercibida en clase. Trabajaba duro. Salía a clase de refuerzo con la profesional terapéutica, con la logopeda... Pero para mí el colegio era un infierno . Hasta que empecé a ir al Centro Nuevo De Pedagogía, de Educación Especial. Allí he evolucionado un montón porque soy una más. Me siento segura y sobre todo, soy feliz, que es lo más importante», afirma.

Xavier presenta monoparesia y CIL José Ramón Ladra

Este cambio se repite también en la historia de Xavier. Con monoparesia y capacidad intelectual límite (CIL) cursó hasta 1º de la ESO a base de refuerzos... Pero no era suficiente y el deterioro en las relaciones personales con los niños de su entorno se hacía cada vez más patente. «El solo hecho de acudir a clases de apoyo hacía que me sintiese excluido. El resto de alumnos me decía: "No entiendes nada, eres un fracasado". Suspendía todo y no aguantaba más. Ir a clase en mi antiguo colegio era para mi un calvario. Estaba sufriendo muchísimo». Hasta que entró en el centro de Educación Especial A LA PAR. «Allí fui consciente de la gran diferencia. Hay una mayor convivencia, es más fácil relacionarse con los demás, entiendo mejor las cosas... Si hubiera ido antes, no habría sufrido todo lo que sufrí», aventura.

La educación especial, concluye el presidente de ANCEE, «sí que es integradora y participativa, no así la inclusión total e indiscriminada, que conduce naturalmente a la segregación, y resalta la situación de desventaja de los alumnos con discapacidad en el contexto escolar. Es evidente que hay críos que sí demandan otra atención más especializada y tendremos que disponer de centros que se la puedan ofrecer».

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