El avión dispone de un comedor, una sala de cine, un baño equipado con grifería de oro y un dormitorio con una cama de matrimonio
El avión dispone de un comedor, una sala de cine, un baño equipado con grifería de oro y un dormitorio con una cama de matrimonio - abc

«Air Force Trump», una mansión aérea

Un viaje en el ostentoso Boeing 757 que desplaza al magnate en su controvertida campaña

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Nada tiene de especial en Estados Unidos que un candidato presidencial se desplace en un Boeing 757. George W. Bush y Barack Obama ya lo utilizaron en su recorrido electoral, y además con éxito. Los matices los pone Donald Trump, quien emula a sus antecesores en versión aumentada casi hasta la desmesura: no es candidato sino aún mero aspirante, y el avión, por el que el magnate pagó 100 millones de dólares al cofundador de Microsoft Paul Allen, no lo financia campaña alguna sino el fondo de armario de sus valiosas propiedades. Aunque la gran diferencia es visual, como muestra un recorrido por el interior de un lujoso aparato que lleva su sello de ostentación. Es, en marquetiniana denominación del magnate que aspira a alcanzar la Casa Blanca, el «Air Force Trump».

El juguete del que presume el polémico multimillonario sorprende desde el exterior, donde el lujo ofrece sus primeros destellos en forma de grandes mayúsculas, TRUMP, bañadas en oro. Una gran T de color rojo adorna la cola del aparato, en su mayor parte azul y blanco, en feliz combinación de los colores de la bandera estadounidense.

El oro también es lo que reluce en el interior del Boeing 757-200, donde engalana los grifos del baño, los cierres de los cinturones de seguridad de los asientos del avión y los bordados de los escudos del escudo familiar que el multimillonario de origen alemán exhibe con orgullo. La pompa salta a la vista en la ruta que nos ofrece en un vídeo promocional Amanda Miller, una de las bellas azafatas que habitualmente vuelan en su interior: «Pasen a contemplar el estilo de viaje de Trump», nos anima antes de hacernos soñar con travesías de altos vuelos.

Amanda inicia su audiovisual paseo acomodándose en los confortables asientos de piel que presiden la primera clase de un Boeing comercial adaptado al disfrute y también a la práctica manera con la que el neoyorquino agasaja a sus clientes. La reducción a 43 pasajeros de los 230 de capacidad con los que contaba la nave ha permitido abrir espacios al máximo confort. Los asientos, acolchados y rematados con cierres de cinturones y botones de abatimiento de oro de 24 quilates, invitan al solaz por largo que pueda ser el viaje.

A quien tenga la fortuna de ocupar una plaza en el avión particular de Trump le espera también un aparente comedor construido en madera y un salón equipado con un sistema audiovisual multiplex, el mejor del mercado, para hacer las delicias de los amantes del cine y el entretenimiento en la pantalla. Según relata Amanda, el cliente puede optar por mil películas y otros 2.500 opciones de contenidos audiovisuales dentro de ese particular menú. Pero hay más: desde la sala, mediante una pequeña pantalla táctil que «el señor Trump utiliza para acceder a sus preferencias cinematográficas», un sistema de control interactivo permite controlar el acceso a wifi hasta en el último rincón del avión. Un salón de cine al que tampoco es ajeno el área de invitados, equipado con dos amplísimos tresillos reconvertibles en camas.

La azafata pone un especial acento cuando accede al dormitorio de Donald Trump y se sienta en su cama de matrimonio. Un cuarto en el que el bordado en oro con el escudo familiar del magnate toma el protagonismo en la sobrecama, los cojines y la silla.

Amanda ha guardado el alarde para el final de la ruta, cuando nos sorprende con la grifería de oro que alumbra el baño, dotado también de una amplia ducha circular acristalada. Reflejo de quien ha decidido saborear su éxito hasta en el último detalle.

Y no es sólo el boato su aspiración. En prestaciones, el Boeing está a la altura de los mejores aparatos del mercado, según resalta John Dunkin, uno de los pilotos al servicio de Trump: «Es el Ferrari de los aviones comerciales». El veterano Dunkin destaca su punta de velocidad, de 980 kilómetros por hora, y su capacidad para «sobrepasar con éxito» esas zonas de turbulencias que tanto nos sobresaltan al común de los mortales. Dos grandes y potentes motores Rolls Royce hacen el trabajo sucio. Su capacidad de 16 horas de vuelo sin respostar le sitúan como uno de los grandes aparatos comerciales del mercado. Un potencial solo al alcance de quien dice poder financiarse toda una larga campaña electoral norteamericana. Aunque últimamente con la boca más pequeña…

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