Diez bares inesperados en Cádiz
La Colonial, en Cádiz - la voz
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Diez bares inesperados en Cádiz

Bares y restaurantes a trasmano. Pequeños y humildes o grandes y hermosos pero particulares

j. landi
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Bares y restaurantes a trasmano. Pequeños y humildes o grandes y hermosos pero particulares

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  1. La Colonial

    La Colonial, en Cádiz
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    Sin estrellas ni soles. Nunca estarán en las guías tan de actualidad. En todo caso, estarían en alguna modesta de barrio si alguien se animara. Bares y restaurantes a trasmano. Pequeños y humildes o grandes y hermosos pero particulares, situados en lugar de poco paso o en locales donde han fracasado antes otros negocios. Absténganse foodies, gourmands, tiquismiquis, exquisitos o gente con similares nombres raros. Ignórenlos obsesos del detalle y estetas. Son lugares para picar o comer de veras, para una caña o un café disfrutada en compañía (quizás de desconocidos). Ninguno asusta al bolsillo y son para visitar con curiosidad en un entorno peculiar o en zona proletaria pero sin prejuicios. Lugares que raramente recomendarán expertos, gastroenterados ni seguidores de modas. Difícil que lleguen turistas. En todo caso, viajeros. Refugio de clientes fieles y vecinos, de buscadores de la verdad de las ciudades, de atrevidos sin etiquetas. El listado carece de orden de preferencia.

    La Colonial. Alameda Apodaca (esquina con Buenos Aires). Tercera, cuarta vida de un local que recordaba a la biblioteca mágica de un abuelo aventurero. Nunca parece encontrar estabilidad pese a su terraza asombrosa (de las más hermosas de la Bahía), en la que se mezclan olas y fuentes en la banda sonora. Difícil encontrar lugar más plácido para café o copa, modo relaxing pero sin botella, en Cádiz. La estrechez de la acera, el tráfico intenso o cierta oscuridad nocturna deben de frenar a muchos. En su última etapa tuvo ambiente los fines de semana, para aperitivo y tapeo. Ahora es coctelería. La han redecorado con iluminación exquisita, con aire minimalista, elegante. Ya no tiene tanto aire de buhardilla pero aún es una preciosidad con entorno mágico e inexplicablemente infravalorado. Debería ser un oasis para turistas con gusto y criterio.

  2. Loanca

    Loanca, en Cádiz
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    Paseo Marítimo (Amílcar Barca 29, zona Isecotel). Un bar de barrio elevado sobre el océano Atlántico. Una terraza que se empina metro y medio sobre la acera. Todo contraste. Un paisaje asombroso, con horizonte de talla grande, a 20 metros del muro del cementerio. Millones de horas de sol al año. Local cuadrado, abracadabrante, con paredes donde conviven Camarón, Pepe Mejías, Mágico, cristos y vírgenes, tragaperras, estrellas de la copla y carteles publicitarios. Los estirados, que respeten un perímetro de 50 metros. Cocina eterna, inconfundible sello maternal, tortilla classic de luxe, carne guisada y pescado como sólo tramitan las abuelas. El que busque creatividad que vaya a la Escuela de Arte. Tradición doméstica. Mucho quinto de cerveza. Un bar de una vez aunque cada tanto se cuela algún cliente docto que quiere disfrutar sus delicias confundido entre la parroquia.

  3. La vinería del negro

    La Vinería del Negro
    La Vinería del Negro - la voz

    Calle Silencio (barrio del Pópulo). Hermoso local rústico en una ubicación que ha merecido ser decorado natural en cuatro películas (el Arco de los Blanco). A pesar de ser uno de los mejor colocados en el barrio -teóricamente bohemio y noctámbulo- ha empezado una nueva etapa. Empieza correrse la voz de que se come estupendamente. Obra de un hostelero isleño y un joven cocinero gaditano (formado con Arzak y en prestigiosas cocinas hoteleras). Nombre y vocación obligan: ofrece un cuidado surtido de vinos, de los más familiares a sorpresas deliciosas. Organiza catas. Tapas de contundente creatividad y equilibrio (el rulito de carrillada en pasta brick, por ejemplo) y debe ser plaza obligatoria para carnívoros. Entrecot, lomo, llegan de Ávila gracias a un distribuidor andaluz. Tremenda. Tratan el trozo de animal muerto con talento y respeto. Si no bajan el listón, no te lo pierdas. Ni caro para la calidad que ofrece. Para redondear planes, a tres metros del mítico y bien surtido de programación café-teatro del Pay-Pay.

  4. Eloy, Vinos y Quesos

    Eloy, vinos y quesos
    Eloy, vinos y quesos - la voz

    Campo del Sur (tramo entre Catedral y Arco de Garaicoechea). Atendido sólo por el dueño, microlocal modestísimo. Rodeado de la peor cara de Cádiz: edificios abandonados o en reconstrucción, ventanas tapiadas, la infravivienda recalcitrante del entorno de Puerto Chico, San Juan y Osorio. Pero a todo se sobrepone con una terraza con todo hecho a mano, con amor, que recuerda con colorines a los veladores de las islas griegas más sencillas, de la costa italiana más humilde. El entusiasmo, las ganas, suplen cualquier carencia. Luz cegadora de serie, turistas frecuentes y una oferta de tapas frías más que digna, cerveza y algunos vinos. Suficiente para disfrutar de un paisaje imponente, inabarcable, en entorno terrible, en un paseo asombrosamente falto de cualquier otra oferta hosteleras.

  5. Puntaparrilla

    Puntaparrilla en Cádiz
    Puntaparrilla en Cádiz - l. v

    Paseo Marítimo. Ni local nuevo, ni pequeño, ni desconocido, ni resucitado. Es un mesón y asador de una pieza, de los más veteranos y prestigiosos de la ciudad. Con leales, bien conservado y atendido, sabio cocinero Don Manuel. Gran materia prima y variedad en carnes. Experiencia, buena relación calidad-cantidad-precio. Pero con una peculiaridad para ser gaditano: está en Finisterre. Es decir, es el último sitio de Cádiz (el primero, según se mire). Veinte pasos más y el caminante se sale de la ciudad, se cae. Diez metros, y se topa con el último reducto edificado de la ciudad: el fuerte de Cortadura. A partir de ahí, para el localismo más paleto, empieza el abismo, el más allá, lo insondable. Eso le da al bar un carácter particular para paseo y visita tanto en veranos playeros como en inviernos ventosos. Está en el filo, en el extremo y puede que sea uno de los locales dónde más se puede disfrutar del amplio grupo El Fogón de Mariana.

  6. El Trasterito

    El Trasterito, en Cádiz
    El Trasterito, en Cádiz - l. v

    Avenida José León de Carranza, edificio Los Delfines, frente a Complejo Deportivo Ciudad de Cádiz. Está ubicado en una desastrada galería comercial con locales vacíos y barajas llenas de óxido. Ocupa un puesto que hace esquina en el interior. Resulta casi invisible desde la calle, y viceversa, pero se ha convertido en un fenómeno para jóvenes y parejas que viven o trabajan cerca. El lugar tiene el mismo encanto para tapear que la estación de metro menos cuidada que tuviera Alemania del Este. Pero a casi nadie parece importarle. El precio baratísimo, la amabilidad y el surtido de chacinas o vinos de la provincia han obrado el prodigio. Se llena.

  7. La Bodeguita de Cádiz

    La Bodeguita, en Cádi
    La Bodeguita, en Cádi - l. v

    Mercado Virgen del Rosario (Varela). Otro puesto en un recinto comercial aunque escamondado, brillante y reluciente en oferta y trato. Aunque, claro, también sin aire libre, cielo ni vistas. A cambio, una de las más completas ofertas de vinos gaditanos (tanto todo el abanico de Xerez-Manzanilla como tintos jóvenes) y mucha tranquilidad. Desde hace unas semanas, abre los jueves y viernes por las tardes y noches. Aún es casi un secreto y una garantía de pausa, de pocas aglomeraciones. Puede resultar una delicia oculta en meses de lluvia o frío. Se puede combinar la copa con maravillas embutidas, conservas o quesos de puestos de alrededor.

  8. Los 12 hijos de Juan

    Los 12 hijos de Juan
    Los 12 hijos de Juan - la voz

    Avenida Segunda Aguada. Bar-quiosco con muchas mesas situado en una plaza en una de las zonas con mayor densidad de población de Cádiz, en el entorno de Lacave. Es un clásico para los aperitivos y almuerzos de familias y amigos. Suele estar lleno y su pescado frito, con las célebres pavías, se considera una referencia de Extramuros. Rapidez, sabor y cantidad a precio razonable. Que nadie espere sutilezas a ninguno de los dos lados de la barra. Es un bar de barrio en toda la extensión del término, generalmente atestado, bullicioso, con abuelos riendo y niños corriendo por todas partes.

  9. El Barrio Húmedo

    El Barrio Húmedo, en Cádiz
    El Barrio Húmedo, en Cádiz - la voz

    (Calle San Francisco junto a plaza homónima). Cuarto nombre del mismo local en sólo dos años (Show de Tapas Centro fue el que más le duró). Sorprende que propiedad y oferta, como anuncia el nombre, sean leoneses. Tipo taberna pero diáfana y con suficiente espacio. Temática. Vinos del Bierzo por copas, montaditos y chacinas infrecuentes por aquí como el chorizo picante (pero tela) y la cecina. Todo tan apetecible como contundente, presentado sin adorno ni disfraz. No apto para estómagos de seda. Sabores que se recuerdan, físicamente, mucho tiempo. También guisos y arroces al estilo de su zona, bien resueltos. Acaban de empezar y su propuesta es distinta.

  10. La Mentirosa

    (Plaza del Mentidero). Otro local maldito que parece encontrar por fin la estabilidad y la clientela. Ha tenido cuatro propiedades y denominaciones en dos años. Ahora gana adeptos con una carta amplia, típica y tradicional pero con un toque imaginativo. Distintos formatos, de hecho se anuncia como tapería. Desde arroces a guisos, a frituras, de platos de mercado a burger-chic. Atención familiar. Conviene dejarse asesorar. Decente carta de cervezas y vinos. Local pequeño pero bien aprovechado y despejado, con mucha madera clara. Terracita en una plaza cuya oferta fue llamativa hace años y ahora sufre altibajos. Pero siempre con ambiente diverso.

  11. Merendero La Corchuela

    La Corchuela, en Cádiz
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    Playa de La Casería (San Fernando). Eso dice el rótulo porque todo el mundo lo conoce como El Muriel por el apellido del dueño. Está en esa cala con embarcadero visible desde Cádiz y Puerto Real, desde los dos puentes, con los monstruosos edificios de pisos que construyeron cuando íbamos a ser ricos. Este local preside una especie de descampado de aparcamiento, flanqueado con cabañas de pescadores. Tiene la terraza más particular de la Bahía. Como estamos en San Fernando (aunque haga falta un satélite entero, más que GPS, para encontrarlo si no eres lugareño) hablamos de superlativo pescado frito. Sábados y domingos, paella. Si hay suerte, Doña Mari se descuelga con guiso de venado en salsa o calamares. Cuenta con el aval de Ortiz, ganador del Premio Nobel de Hostelería al mejor mesero del planeta. Acaban de reformar con mobiliario nuevo y espléndido arreglo integral pero aún así, el entorno es impactante. Paisajes y escenas preciosas, raras. La pleamar se mete casi hasta los pies de los comensales. Un choque de épocas y civilizaciones. Indescriptible. Todo mezcla. O pureza. Distinto. Para bien o mal.

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