José Rosiñol - Tribuna abierta

Radicalidad democrática

El cóctel derivado del irresponsable y perverso proceso es un sistema sociopolítico dónde la libertad de expresión, la discrepancia y la pluralidad de relato no se tolera

José Rosiñol
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“Que 100 flores florezcan, que 100 escuelas de pensamiento compitan”, este fue el poema chino que dio inicio al llamado “Movimiento de las cien flores” por el que Mao Zedong, en 1956, alentó a intelectuales y políticos a expresar y criticar abiertamente al régimen comunista chino, naturalmente, no pasó mucho tiempo para que se dieran cuenta de que esa “libertad de expresión” no era otra cosa que una trampa del Gran Timonel para purgar cualquier atisbo de disidencia en el “paraíso socialista”, purga a la que seguiría el Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural…

Parece que en nuestro caso, en Cataluña, la “Revolución de las Sonrisas” está mostrando su verdadero rostro excluyente y esencialista, ni siquiera en el Govern (que debería representar a todos los catalanes) se tolera ni una brizna de discrepancia, parece que la pureza ideológica y la adhesión irracional a la causa separatista es condición sine qua non para poder permanecer en el ejecutivo catalán, quién sabe qué tipo de expiaciones vendrían después de una imposible secesión en el “paraíso” de la Gran Cataluña.

No hemos de olvidar cómo empezó todo este “prusés”, básicamente se conjuraron una serie de intereses entre una casta nacionalista siempre ávida de más poder (y más dinero) y temerosa ante la persecución judicial por casos de corrupción, una izquierda republicana decimonónica y provinciana y el nihilismo populista de unos revolucionarios trasnochados. Siendo, precisamente, los primeros, los de la casta nacionalista los que han ido siendo purgados, quedando el poder ejecutivo de la Generalitat en manos de extremistas antieuropeos y con claras fobias contra el liberalismo y la diversidad.

Como vemos, el cóctel derivado del irresponsable y perverso proceso puesto en marcha por Artur Mas es un sistema sociopolítico dónde la libertad de expresión, la discrepancia, la pluralidad de relato no se tolera, y este es uno de los síntomas de la enfermedad que padece una sociedad como la catalana que lleva ya demasiados años expuesta al soma de un extemporáneo programa de ingeniería social.

Si reparamos en ello, lo que realmente nos espera lo encontramos de uno de los eslóganes que trufan la propaganda y la semántica nacionalista, me refiero al oxímoron “radicalidad democrática”: mucha radicalidad y poca democracia.

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