José Rosiñol - Tribuna Abierta

Anatomía de un esperpento

Uno de los pilares sobre los que se ha construido el proceso separatista ha sido la falacia de que se trataba de un movimiento popular, de que partía del «pueblo», de la gente corriente, de la ciudadanía

José Rosiñol
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Sí, me refiero a la colección de fotos «veraniegas» que la periodista orgánica y hagiógrafa del régimen nacionalista, Pilar Rahola, colgó este mes de agosto en una red social. Desde luego podríamos analizar la intencionalidad de la publicación de esta colección de fotografías «privadas» desde la perspectiva del ego del personaje y su necesidad de sentirse imprescindible. Incluso podríamos hablar de la localización: si para los comunicadores a sueldo de la Generalitat existe un «palco del Real Madrid» dónde se deciden asunto políticos y económicos en la capital, ahora resulta que en Cataluña, los próceres del «prusés» tienen por costumbre reunirse en Cadaqués, paella mediante, acogidos por la lideresa de la comunicación separatista, para dirimir el futuro de los planes del secesionismo.

Pero, más allá de lo anecdótico, si hacemos un análisis más profundo de la situación, del contexto, de la composición, de la pose, si hacemos lo que el antropólogo Clifford Geertz denominaba una «descripción densa» del suceso, vemos que las conclusiones y sus derivadas son mucho más significativas de lo que a la autora le hubiese gustado.

Existen datos que son relevantes, incluidos las ausencias que retratan la capacidad fagocitadora y cainita del «prusés» y la instrumentalización de algunos personajes convertidos en el modelo que subyace en el sustrato cultural y excluyente del nacionalismo. Veamos, ¿dónde está la familia Pujol, núcleo irradiador y cerebro del entramado político/económico nacionalista?, ¿cómo que no está Artur Mas al lado de su musa y garante mediática?, ¿tan pronto ha sido relegado al ostracismo?, ¿dónde están Rufián y Reyes?, ¿Por qué no acuden a la fiesta del «piñol» los nacionalistas «castellanohablantes»? Más allá de cubrir el arquetipo de «inmigrante» de primera y segunda generación y sacarlos a pasear por platós, imagino que generarán cierta incomodidad entre ese círculo de catalanidad «pura» (lo que equivale a nacionalismo rancio y excluyente), entre gentes acomodadas con cierta fobia a clases sociales desfavorecidas.

Uno de los pilares sobre los que se ha construido el proceso separatista ha sido la falacia de que se trataba de un movimiento popular, de que partía del «pueblo», de la gente corriente, de la ciudadanía. Naturalmente, lo que nos dice esta foto es lo contrario, el «prusés» partió y continúa en manos de una élite ávida de aumentar su poder y el control sobre Cataluña y los catalanes.

Finalmente, detengámonos en Puigdemont –el «ungido»–. Si el objetivo era construir la figura de un personaje cercano, campechano, del «pueblo», lo hace rodeado de personajes muy poco acostumbrados a pisar los barrios, en una localidad cuyos inmuebles están fuera del alcance de la mayoría de ciudadanos. Sin embargo, lo más significativo, lo que dota de intencionalidad a la publicación de estas fotos es la pose del President. Primero en cómo sujeta la bandera de la división, es una pose aguerrida, quiere presentarse como el adalid de los «creyentes», de los que hacen bandera de la exclusión, parece que con ello pretenda cimentar su liderazgo de este proceso cada vez más emponzoñado, parece querer reivindicarse ante las bases más fanáticas, imagino que está pensando en el electorado de las CUP, pero no acaba ahí, si nos detenemos en la posición de su pierna derecha, avanzada, da a entender que es el líder y paladín, recuerda a las figuras de los faraones en campaña, es una simbología impropia de un servidor público, de un representante de una democracia liberal.

Lamentablemente, la carga simbólica de la foto, su intencionalidad, su contexto y su significado implícito, nos lleva a una deriva muy preocupante, a la confusión entre partido e ideología con Estado (hay que recordar que Puigdemont es el principal representante del Estado en Cataluña), a la perversión de las instituciones públicas, a la utilización de lo público con fines privados, a la privación de un mínimo de neutralidad por parte de los poderes públicos, a la renuncia del principio de representación, Puigdemont, con esta performance nacionalista, ha renunciado a ser President de la Generalitat, parece conformarse con ser el caudillo de las huestes separatistas.

JOSÉ ROSIÑOL ES FUNDADOR DE SOCIEDAD CIVIL CATALANA

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