ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Diario de un jubilado en Nueva York (60): Suelas gastadas

«Estamos todos, aunque falta el que hizo la fotografía, que fuimos amigos en aquel Toledo opresor y provinciano»

Despedida de soltero en Toledo en 1968 PABLO RODRÍGUEZ

POR HILARIO BARRERO

Es la foto de una generación, de un grupo de jóvenes de provincias unidos para celebrar la boda de uno de ellos que ocurría a finales de los años sesenta. Han pasado cincuenta y pico años y los rostros sonrientes y felices de entonces han apagado su luz y fulgor. Algunos han muerto, otros han perdido la memoria, se les ha borrado el esplendor, la fuerza de vivir, se han casado, tienen nietos, son felices, pero son viejos. El novio es alzado en volandas por unos cuantos y todos, menos dos, miran a la cámara. Las suelas de los zapatos del novio parecen gastadas, no su vida, que empezaba. Cuando la muerte, la fea de la pandilla que nadie sacaba a bailar, nos lleve en volandas, verá que lo que teniamos gastadas eran las suelas del alma.

He contemplado la foto por largo tiempo y he ido llamando a cada uno por su nombre y he escuchado sus voces, y he recordado historias, amores, momentos irrepetibles. Es cierto, que los de entonces hemos perdido casi todo, que ya no nos empapa la lluvia de Zocodover , ni nos ahoga el agua del Tajo, en aquel tiempo un río con la misma fuerza de todos nosotros, apenas si recordamos la música de entonces, las rondas de vino en viejas tabernas, los primeros amores, aquel viaje que algunos de nosotros hicimos a Italia y de donde vinimos cambiados.

Estamos todos, aunque falta el que hizo la fotografía, que fuimos amigos en aquel Toledo opresor y provinciano. Una generación marcada con el dedo de la mediocridad que nosotros supimos superar poniendo las primeras pintadas, imprimiendo los primeros panfletos, descubriendo a Miguel Hernández, guardando en el más hondo baúl de la memoria El libro rojo, de Mao, descubriendo a Brahms, Vivaldi o Mozart, cantando las canciones de Joan Baez o de los Beatles en aquellos guateques, en El cañizo, de ginebra a granel, vino peleón y los primeros roces de las primeras novias que incendiaron los corazones de algunos que el tiempo congeló y que ahora recuerdan con melancolía.

Catorce vidas luminosas alzando a un novio, el primero. Con él se fue un poco nuestra juventud y el grupo empezó a fragmentarse. Unos escogieron el camino más andado y otros, pocos, elegimos el menos transitado . Y eso hizo toda la diferencia.

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