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ARTES&LETRAS CASTILLA-LA MANCHA

Lugar para el reencuentro (38): Historia de un taxi

«Llamo a un taxi...¿qué tal?...dos semáforos después: «La veo pensativa»...»

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Ha sido uno de esos días de muchas cosas por hacer. Más o menos todo hecho, y a buen paso, en esta ciudad grande en la que moverse suele ser una experiencia fatigosa, intensa, exasperante. Con satisfacción y cansancio me dispongo a volver al nido. Como no tengo alas, llamo a un taxi. Me acomodo en el asiento y miro por la ventanilla, deseosa de silencio. Espero que el taxista no sea de los que quieren hablar. Parece que no, pero...

«¿Qué tal?» Salgo de mi brevísimo letargo y me encuentro con una mirada risueña en el espejo. «Bien», digo con leve sonrisa para corresponder, pero con la esperanza de no tener que abrir la boca. Dos semáforos después: «La veo pensativa».

Me sorprende un poco la frase y su nota personal. Contesto con cierta resignación: «Sí, pensando en las cosas de la jornada...». «Pues yo diría que estaba usted mucho más lejos en sus pensamientos, en la galaxia Centauro, por ejemplo».

La cósmica observación me hace abandonar el lugar donde estaba, quizá la galaxia mencionada, y centrarme en la realidad inmediata: de nuevo veo la mirada risueña, pero ahora, además, percibo una nuca con pelo castaño y una mano derecha con un anillo en forma de calavera. La miro fijamente, supongo que intentando comprender qué rayos hace una calavera plateada del tamaño de una aceituna en una mano de dedos finos y uñas cuidadas, que pertenece a alguien sagaz y con conocimientos de astronomía.

«Tiene razón», contesto. «Por ahí andaba, estrella arriba, estrella abajo».

A partir de ahí, no paramos de conversar. Hablamos de literatura, del Big-bang, y de varias cosas más. Nos reímos, intercambiamos opiniones...y llegamos a mi destino.

Salgo del taxi y me doy cuenta de que acabo de tener una de las conversaciones más interesantes con una mirada en un espejo, una nuca de pelo castaño y una mano con un anillo de calavera. Compruebo otra vez una de las constantes de mi vida: tiende a sucederme lo improbable. Por eso, me permito desear encontrar de nuevo, en la vorágine de la ciudad, la calavera del más culto (y honrado) pirata sobre ruedas que me trajo de la galaxia Centauro hasta mi casa.

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