Santiago Díaz Bravo - CONFIESO QUE HE PENSADO

Pendientes de Madrid

Lo que ocurre en Madrid jamás había tenido tanta influencia en la política de las islas

Santiago Díaz Bravo
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Dentro de las propias formaciones políticas implicadas no son pocos quienes, desde hace mucho tiempo, lo tienen claro: la única posibilidad de que socialistas y populares alcancen un pacto de gobierno en el parlamento canario pasa por el logro de un acuerdo en el ámbito nacional. Hasta ahora tal entente se adivinaba imposible, porque no parecía lógico llegar a un pacto con el principal adversario y porque, sobre todas las cosas, ambos temían la reacción del electorado. Pero el paisaje político en España ha cambiado, y lo que fue posible en Alemania empieza a ser posible por estos lares.

Los prejuicios parecen haber cambiado de plumaje en los dos principales partidos, cuyos mandamases empiezan a plantearse si lo que realmente no van a entender sus electores es que no se alcance un acuerdo político que, sin ser óbice para modificar el actual estado de las cosas, posibilite que los cambios se lleven a cabo con mesura, sin rupturas pseudo revolucionarias y poses extemporáneas.

Ya habrá tiempo para volver a batirse en duelo cuando el bipartidismo, en eso confían, se restablezca.

Esa posibilidad de acuerdo, que se acrecienta conforme se enrarecen las siempre complicadas relaciones entre el PSOE y Podemos –a fin de cuentas, se disputan a los mismos parroquianos–, supondría un terremoto político de tal magnitud que afectaría a cada uno de los diferentes territorios que conforman el Estado. En ese supuesto, Canarias se situaría entre las comunidades donde el movimiento sísmico se percibiría en mayor medida. Socialistas y populares, populares y socialistas, dejarían de ser meros comparsas de Coalición Canaria, el papel que tristemente les ha tocado jugar en las últimas décadas, para asumir conjuntamente toda la responsabilidad de gobierno. Los nacionalistas, por vez primera desde la conformación de la gran coalición que les une, quedarían apartados del ejecutivo.

Ese gran acuerdo entre las dos principales formaciones abriría la puerta a un sinfín de pactos en corporaciones insulares y municipales y supondría, en definitiva, un golpe de tal calibre para el nacionalismo que probablemente tardase un largo tiempo en recuperarse, el mismo que pasase hasta que PP y PSOE volviesen a enemistarse. Sería, además, la prueba de fuego para una organización que nació en el poder y se ha mantenido en el mismo sin que nadie le tosiera.

Los líderes de los partidos canarios asisten estos días con preocupación en unos casos, con esperanza en otros, a todo lo que acontece alrededor del augusto edificio de la madrileña Carrera de San Jerónimo. Lo que ocurre en Madrid jamás había tenido tanta influencia en la política de las islas.

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