Pablo Iglesias
Pablo Iglesias - EFE
ANIVERSARIO DE VISTALEGRE

Del Podemos que nació al que es hoy

El partido llega al 20-D en sus horas más bajas: caída en las encuestas, crisis internas y una militancia que le reprocha acumular «vicios» de la casta a la que decía combatir

Dirigentes del partido insisten en la importancia de recuperar la conexión con los círculos, algunos de los cuales se han constituido como corriente crítica interna

MADRID Actualizado: Guardar
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«Algunas de las decisiones políticas que hemos tomado en este año y medio han tenido que poner en una balanza las dinámicas de construcción de nuestra fuerza política con la maximización de las posibilidades de lograr el objetivo político para el que nacimos: ganar las elecciones generales para impulsar el cambio político». El autor del mensaje que aparecía en el foro de participación de los inscritos en Podemos no era otro que su secretario general, Pablo Iglesias, a quien los militantes de base venían echando de menos en esta Plaza, que solía visitar con asiduidad. Iglesias justificaba así lo que muchos ven como un giro en su mensaje, un cambio en las propias esencias de Podemos y la mayor contradicción del partido: cómo era el Podemos que se vendía cuando nació y qué queda ahora de entonces.

El número dos, Íñigo Errejón, usó una ilustrativa metáfora, menos técnica —sí, el autor del famoso «núcleo irradiador»— para expresar la misma idea: «Sucede con los grupos de música. Que los puristas dicen: 'A mí me gustaban más cuando sacaron la maqueta'. Claro, y no les conocía nadie. En el momento en que mucha más gente nos escucha, resulta que molábamos más cuando grabábamos en casa».

La balanza de la que hablaba Iglesias —o el fichar por la discográfica más comercial, por seguir con la metáfora de Errejón— es el debate que abre a Podemos en canal: sus esencias, su método asambleario y de empoderamiento ciudadano al estilo del 15-M, o la máquina electoral que sus dirigentes han impuesto a toda costa.

Vistalegre, punto de inflexión

«Tenemos un método: que elija la gente», señaló Pablo Iglesias durante la presentación de este nuevo partido en el madrileño Teatro del Barrio. Su esencia eran los círculos, sectoriales y territoriales, construidos de forma asamblearia y en los que los debates y propuestas se eternizaban para dar voz a todos. El éxito en las elecciones europeas, donde ningún dirigente del partido esperaba obtener esos cinco eurodiputados —salvo Juan Carlos Monedero, que sí vaticinó el buen resultado, según recuerdan fuentes de la formación— llevó a Podemos a entender que su objetivo debía estar en las elecciones generales. «El asalto a los cielos» que proclamaría Iglesias una vez convertido en secretario general. Y para ello, había que constituirse como partido.

Pero llegó la Asamblea Constituyente de Vistalegre, donde se crearon las estructuras de partido y donde se impuso «el miedo a perder el control» del mismo, como indican las hoy diputadas de Podemos en la Asamblea de Madrid Beatriz Gimeno y Carmen San José en un artículo firmado conjuntamente.

En Vistalegre, el equipo de Pablo Iglesias presentó su método de «lista plancha» -votar a todos los candidatos de una lista de una vez- que volvió a recrear en el reglamento de primarias contra el que se rebelaron casi 1.000 cargos del partido y cinco consejos territoriales. El sector crítico, liderado entonces por el hoy líder en Aragón, Pablo Echenique, se plantó ante el método: «Se ha establecido un sistema de elección mayoritario puro de facto, aunque formalmente se trate de listas abiertas».

Las quejas son las mismas que ya se escucharon en Vistalegre, punto de inflexión para los militantes

Hoy las quejas son las mismas, aunque no las pronuncian los mismos -Echenique se alinea con los postulados de la dirección e incluso Juan Carlos Monedero, tan contestatario que incluso dimitió de la dirección, parece haberse redimido-. «No ha habido un debate colectivo, que haya protagonizado la gente», indica el miembro de Podemos en la Comunidad de Madrid, Diego Pacheco. «Adelantar las primarias fue un error y también el mecanismo, porque el debate empezó con una decisión ya tomada y eso no es un debate sincero», añade. «Es difícil defender que queremos cambiar la ley electoral para que esta sea más justa con partidos minoritarios y luego impedir que eso mismo ocurra en el partido», se lamentan las dos diputadas.

Quejas formales elevadas al Consejo de Coordinación de Podemos, manifiestos apoyados por un millar de cargos e iniciativas paralelas como «Abriendo Podemos» recogían en su esencia ese desencanto con la cúpula del partido, con Pablo Iglesias a la cabeza, con la base de que esa «herramienta de empoderamiento ciudadano» se había convertido en simple «apoderamiento».

Un año después, no solo el método ha cambiado, también las formas. Iglesias se quejaba de los «pactos en despachos» y «reuniones secretas» que suponen que se trate a los ciudadanos como «menores de edad». Tras el 24-M, él mismo mantuvo una reunión rodeada de secretismo con el líder del PSOE, Pedro Sánchez, en el reservado de un hotel y de la que sólo dieron cuenta una vez pasada la cita. Sin luz ni taquígrafos, como prometía.

En una entrevista en La Marea, en febrero de 2014, el líder de Podemos aseguraba que no habría «estrellas» que fueran a «recibir una petición singularizada y diferente» para sumarlos a su proyecto. Inclusó mencionó directamente a la ex militante del PSOE, Beatriz Talegón. «La conozco, pero el llamamiento que hacemos a todo el mundo no implica que una serie de personas, por el hecho de ser más relevantes, vayan a tener una petición específica». Un año después, Iglesias ofreció de forma «singularizada» a Alberto Garzón y a la propia Talegón formar parte de su lista a las primarias de Podemos. Esa lista resultante también fue calificada por la número 3 del partido, Carolina Bescansa, como «heterogénea, no pensada hacia dentro de Podemos y enormemente plural». Pero el 85% de quienes la componen son cargos internos del partido.

La guerra contra IU

El día que Podemos se presentó en sociedad protagonizó una llamada a la confluencia: «Apoyarme para que busque un proceso de unidad con todas las fuerzas políticas y sociales que se han enfrentado a la austeridad, como IU o Anova, y los movimientos sociales. A todos les tendemos la mano para buscar unir fuerzas», dijo Iglesias.

Claro que, entonces, Podemos no tenía el músculo que tuvo después y necesitaba del apoyo de esos otros, a los que ha acabado despreciando. De hecho, en su último mitin del curso escolar, el 11 de julio, Iglesias arremetió duramente contra IU, a quien calificó de «pitufo gruñón» al que todas las decisiones que Podemos ha tomado desde sus inicios le parecían «mal». Y de quien dijo que ahora pretende hacer «chantaje» con los 500.000 votos con los que Podemos podría sacar hasta 30 diputados más. Iglesias prefiere perderlos, porque no va a «ceder».

Han tomado decisiones sin contar con nosotros y nos dicen que las reclamemos por el cauce legal y recopilando firmas. Antes se hacía al revés
Círculo de Podemos Toledo

Muchos en el seno de su partido cuestionaron la decisión de la cúpula; ya no solo por el fondo, sino porque se haya tomado sin consultar a las bases. «Han tomado decisiones sin contar con nosotros y nos dicen que las reclamemos por el cauce legal y recopilando firmas. Antes las cosas se hacían al revés: primero consultas y luego decides», se lamenta un miembro de Podemos Toledo. «Podemos es el espacio que nació para ser eso que ahora la gente está pidiendo. Si lo piden insistentemente es porque nosotros ya no lo somos».

Los titubeos, acercándose a Garzón y a la propia IU matizando su política de alianzas a la vuelta del parón estival, con contactos y reuniones en su mayoría opacas mientras en sus declaraciones mantenía un tono belicista contra la histórica formación de izquierdas. La ruptura se acabó consumando y con ella, la de la malograda unidad de la izquierda. Esa izquierda, y no sólo la representada por IU, mira con antipatía a Podemos y lo acusa de haberla desmembrado.

El «tic-tac»

En el aniversario del día en que Podemos se convirtió en un partido político al uso, no faltan voces de la dirección del partido llamando al optimismo. El secretario de Organización, Sergio Pascual, ha defendido que la formación está «mucho más fuerte» un año después de la asamblea constituyente. «Y mantiene la frescura» de sus círculos, que es «donde la ciudadanía se encuentra con nosotros».

Marcha por el cambio en enero
Marcha por el cambio en enero - ABC

No es la primera vez que los dirigentes vuelven la vista hacia las bases en el último mes. El propio Pablo Iglesias pidió a Monedero que resucitara en campaña para volver a atraer a los círculos a la senda morada la semana pasada. Mientras tanto, el viernes se presentó en sociedad una nueva corriente crítica bajo el nombre «bases Podemos», que recoge a una parte de éstos círculos y militantes y denuncia ahora el «abandono» y «desilusión» con la que enfrentan la recta final a las elecciones generales.

Al otro lado, la siempre identificada como una de las voces más críticas de Podemos, la secretaria general del partido en Andalucía, Teresa Rodríguez. «Ha sido un año muy intenso», sostuvo en declaraciones a los medios, y «aquellos que nos temen, que son pocos pero poderosos, han tenido la capacidad de atacar» al partido «con mucha fuerza». «Frente a eso hay que volver a las raíz de lo que fue Podemos en un principio, que era una herramienta de empoderamiento popular y ciudadano», insistió Rodríguez, que volvió a reivindicar el papel de los Círculos, incidiendo en la idea de que «los ataques desde arriba se combaten mucho mejor cuando las raíces son fuertes desde abajo, y eso supone apostar» por ellos, un mensaje a los dirigentes nacionales de su partido.

El pasado viernes, Iñigo Errejón participaba en una entrevista vía Facebook con sus simpatizantes. No faltaron preguntas sobre cómo recuperar la ilusión y volver a ganar la fuerza de la que presumía Podemos cuando el pasado enero sacó a la gente a la calle. El número dos pidió confianza y aseguró tener guardadas «sorpresas» para la campaña. En aquella «marcha del cambio» de enero, Iglesias insistía en su «tic-tac», metáfora del tiempo que quedaba para sustituir a Mariano Rajoy en La Moncloa. La formación morada escucha ahora ese mismo «tic-tac», porque el tiempo apremia y el «asalto a los cielos» parece cada vez más lejos.

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