Aratza Quiroga
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Décadas de desencuentros en el peor de los escenarios para el PP

Superados los años de plomo, los populares no encuentran su espacio en el País Vasco

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«Nunca ha sido fácil el PP vasco, ni antes, por las amenazas de muerte; ni ahora, en la paz». Quien lo explica es José Eugenio Azpiroz, primer presidente del PP en el País Vasco, uno de los que mejor conoce, porque la ha vivido, la intrahistoria de una formación siempre asomada al precipicio. La de los populares vascos es una historia de desencuentros: seis presidentes diferentes, los tres últimos han dimitido del cargo.

Superados los años terribles de la pólvora, los populares no dan con la fórmula para hacerse con su espacio dentro del País Vasco. De hecho, los resultados electorales obtenidos han ido decayendo, desde ese tope de 326.933 votos, un 23,12 por ciento del total, que obtuvo en 2001 el candidato Jaime Mayor Oreja bajo la presidencia del partido de Carlos Iturgáiz.

En las autonómicas de 2012, se quedaron en 129.907 apoyos. Y en las municipales del 24-M, apenas rondaron los 100.000 sufragios.

Azpiroz recuerda los tiempos más duros del terrorismo, cuando ser del PP en Euskadi era casi una heroicidad, y «la relación con la sociedad era inexistente, porque nadie quería que le vieran contigo». Fue entonces cuando Fraga envió a Mayor Oreja a reorganizar el País Vasco, un puesto que no dejó hasta que, en 1996, Aznar se lo llevó como ministro del Interior.

Aun así, volvió más tarde como candidato, encabezando la que ha sido hasta ahora la lista más votada de los populares en aquella comunidad. Fue con Carlos Iturgáiz (1996-2004). María San Gil (2004-2008), la siguiente presidenta, tal vez marcó el punto de inflexión entre las ideas «clásicas» del PP y una nueva manera de ver la política. San Gil, siempre clara en sus afirmaciones y con un enorme «tirón» en la calle, terminó dimitiendo de su cargo por la «desconfianza», dijo, que le producía Rajoy.

El PP del País Vasco entró en una fase diferente cuando ETA renunció a matar: una nueva situación «a la que no es siempre fácil ajustarse», recuerdan algunos dirigentes. Sobre todo, por el hecho incontestable de que dejó de ser un referente para muchos ciudadanos de aquella comunidad, que tal vez optaran entonces por lo que consideraban «voto útil», entregando su apoyo al PNV, al que veían con más posibilidades de gobernar, en lugar de hacerlo al PP.

Antonio Basagoiti ((2008-2013) fue el siguiente presidente del PP vasco, pero los malos resultados electorales de 2012 le llevaron a dimitir del cargo. Su puesto lo ocupó Arantza Quiroga (2013-2015), en una transición que tampoco fue sencilla: el sector popular más cercano al ministro y presidente del PP alavés Alfonso Alonso no vio con buenos ojos la decisión de la presidenta de prescindir en el 14 congreso, en 2014, del entonces secretario general y hombre de confianza de Alonso, Iñaki Oyarzábal.

Buena fé

Los tres «PP» que conviven en el País Vasco son tan diferentes como cada una de sus provincias: en Álava está el poder institucional, en Vizcaya el mayor número de votos y afiliados, y en Guipúzcoa la parte más débil. Y estas tres «almas» deben coincidir a la hora de «reinventarse» el partido.

Pero además de las luchas internas de poder, otro elemento ha sido motivo de discordia en los últimos tiempos en esta formación: cómo enfrentarse al final del terrorismo. Son muchos los que coinciden en que «no se puede pasar página como si nada hubiera ocurrido», ni dejar que «alguien escriba un relato sin culpables». La ponencia sobre la paz que presentó Arantza Quiroga, y que ha sido la desencadenante de la penúltima crisis en el PP vasco, tal vez «no estaba madura» en este momento, apuntan desde su partido. Azpiroz está «convencido de la buena fe de Arantza», una persona, recuerda, que «con cinco hijos, ha vivido desde muy joven llevando escolta»; de ahí que vea injustas algunas críticas que ha recibido.

¿Y ahora, qué? Muchos urgían ayer a una «solución rápida». En Génova defienden una salida «consensuada», que tome en cuenta las opiniones de todos, y más parecida a la que se adoptó en Valencia -donde se designó a Isabel Bonig para sustituir a Alberto Fabra- que a Navarra -la comunidad foral en la que el partido funciona con una gestora-.

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