La banca española se prepara para un otoño de fusiones

El BCE entregará en septiembre los resultados de su primer análisis como supervisor, lo que será el detonante de una nueva oleada de concentraciones

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Ante los años de la debacle, los riesgos que acarreaban las entidades de gran tamaño, aquellas que eran «demasiado grandes para caer», hicieron correr ríos de tinta en la prensa especializada. Las consecuencias mundiales de la quiebra de Lehman Brothers evidenciaron que los grandes bancos no podían ser tales sin cumplir con unas estrictas condiciones que aseguraran que podían resolver sus problemas por sí mismas, sin tirar de la chequera del contribuyente. Han pasado ya casi siete años de aquello y, aunque puede decirse que la crisis financiera ha quedado atrás, siguen sin ser buenos tiempos para la banca. La falta de negocio, junto a las duras exigencias regulatorias heredadas, están forzando una nueva fase de selección natural en el sistema financiero.

Concentrarse, o morir.

España ha sido uno de los países de Europa que más ha avanzado en este proceso de purga estos años atrás. No sólo el número de entidades se ha reducido, sino que una de sus modalidades, las cajas de ahorros, practicamente ha desaparecido. Hoy sólo quedan dos de las 45 cajas existentes en 2007 y todas las miradas se dirigen de nuevo a ellas, junto con sus competidoras de menor tamaño, como las protagonistas de la siguiente ronda de fusiones.

Pese a todo, los expertos coinciden en que siguen sobrando jugadores en el tablero. «Actualmente hay en España catorce entidades financieras de un tamaño suficiente como para ser supervisadas por el BCE. De ellas, hay seis relativamente grandes o medianas-grandes, con activos totales que van desde los más de 1,3 billones del Santander hasta los alrededor de 160.000 millones de Popular y Sabadell. Las otras ocho se agrupan en una reducida franja que va de los cerca de 70.000 millones de Unicaja a los menos de 40.000 de Cajamar. Que España sea el país con mayor número de entidades supervisadas por el BCE tras Alemania ya nos da una primera idea de que en España podríamos tener demasiadas entidades», explica Carmelo Tajadura, ex directivo bancario y experto en el sector financiero.

Porque aunque la economía está mejorando, la situación del mercado español dista mucho de ser idónea. Los bajos tipos de interés están presionando con fuerza los márgenes y los beneficios de las entidades, lo que, unido a la exigente regulación, complica mucho la tarea de mantener los ratios de solvencia en los niveles marcados por el BCE. Según Francisco Uría, socio responsable del sector financiero de KPMG en España, «mientras las condiciones del mercado sigan como hasta ahora, los bancos van a seguir con la necesidad de ser más eficientes. Y una de las vías para lograr ese objetivo, aunque no la única, son las integraciones». Tajadura se muestra aún más tajante: «Parece difícil que todas las entidades actuales sobrevivan. Las ocho de menor tamaño, puede decirse que no tienen, en general, masa crítica ni una buena estructura de balance (aunque con grandes diferencias entre ellas), los gastos les pesan demasiado y algunas tienen insuficiencias de capital real, sobre todo si se depura de ficciones contables como los activos fiscales diferidos. Algunos de estos ocho bancos están claramente mejor que otros (por ejemplo, Bankinter es sin duda el mejor), pero puede darse como muy probable la desaparición de algunos de ellas, por absorción o por fusión, en los próximos dos o tres años».

La clave, el BCE

Muy distinta es la opinión de los gestores de las entidades señaladas. Todos ellos, sin excepción, apuestan por mantener su proyecto en solitario. El detonante que desatascará esta situación está en manos del BCE, que se estrenó el pasado mes de noviembre en sus funciones como Mecanismo Único de Supervisión (MUS) con la mirada puesta en zanjar la reestructuración bancaria de una forma ordenada. Un directivo bancario que solicita el anonimato asegura que el comienzo del proceso está cerca: «En otoño comenzará de nuevo el baile», afirma. La razón es que para entonces se esperan los resultados del proceso de Revisión y Evaluación Supervisora (Supervisory Review and Evaluation Process o SREP), un análisis integral de las entidades y su modelo de negocio en el que el supervisor señalará las debilidades a aquellas entidades que considere deben unir su futuro al de otro grupo.

Pese a que los resultados oficiales se trasladarán en octubre, en agosto y septiembre los técnicos del supervisor ofrecerán un adelanto y comunicarán a las entidades los resultados preliminares de su análisis. «Los banqueros tendrán después derecho a réplica, de tal forma que, aunque las conclusiones del análisis no serán definitivas, sí darán una pista de por donde quiere el BCE que vaya cada entidad», afirma. Básicamente se plantearán dos escenarios: uno, en el que las grandes se hacen con las medianas, y otro en el que son los propios bancos más pequeños los que se unen entre sí. En el sector aseguran que el supervisor se ha mostrado más partidario de la primera opción, por ser «más rápida, eficiente y con menores riesgos». La mala experiencia de las fusiones virtuales (los llamados SIPs) protagonizados por las las cajas de ahorros, inclina la balanza hacia el lado de las fusiones en las que «esté claramente definido quien manda».

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