Russell Palmer junto a Manuel Alonso Puig, actual presidente y CEO de Schiller International University
Russell Palmer junto a Manuel Alonso Puig, actual presidente y CEO de Schiller International University - maya balanya
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Russell Palmer: «No queremos ser enormes sino muy estratégicos»

El veterano empresario visitó hace unos días el campus de Schiller International University en Madrid, institución que adquirió en 2010

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Russell Palmer aúna en su currículo la doble faceta de un empresario internacional que conoce a la perfección el mundo académico. Decano de Wharton School en los años noventa, trasladó a la famosa escuela de negocios ese concepto de formación ligado a la experiencia empresarial que hoy tanto se demanda. El presidente del Grupo Palmer adquirió en 2010 Schiller International University (SIU), una institución americana implantada en España desde 1975. Esta universidad, con campus en Estados Unidos y Europa, responde a la perfección a su filosofía de «formar personas capaces de desarrollar con éxito una carrera internacional», una necesidad que el veterano empresario no consideraba bien cubierta a nivel mundial.

De visita en Madrid tras realizar un apretado tour por sus centros europeos, Palmer sigue hablando de una educación de alcance internacional pero en grupos reducidos, «donde todo el mundo conozca a cada alumno».

Agradece el sol de Madrid durante una cordial charla sobre el futuro de la educación y el lastre que representa la política para los sistemas educativos.

Universidades y escuelas de negocio de todo el mundo se centran hoy en su crecimiento internacional, convencidos de que a medio plazo su supervivencia dependerá de su alcance global. ¿Fue Palmer entonces un visionario?

«En la actualidad, el mundo de los negocios es global, las grandes compañías generan más del 50% de sus ingresos fuera de sus países de origen. Pero enviar a un directivo al extranjero sin una experiencia internacional real no funciona. No se trata solo de conocer el negocio, hay que conocer también la cultura, la lengua, las constumbres...», reflexiona aproximándose al problema.

Por eso, continúa, en Schiller «hemos intentado establecer un sistema verdaderamente flexible y global. Flexible porque puedes empezar a estudiar en cualquier mes del año, todos nuestros campus comparten sus programas. Y global, porque en todos nuestros centros predomina un ambiente multicultural, tenemos alumnos de más de 50 países, pero también hay una gran diversidad entre el profesorado. Hoy tenemos campus en Tampa (Florida), Madrid, París, Heidelberg y, muy pronto, abriremos en Londres, en septiembre de 2016».

Con este sistema, un estudiante puede intercalar paréntesis en sus estudios y volver a reengancharse a ellos sin que le suponga una pérdida de tiempo, esfuerzo, dinero... «Nuestros programas -aclara- permiten establecer un ritmo propio, no todos tenemos las mismas situaciones en la vida. Recuerdo por ejemplo el caso de un alumno indio que tuvo que regresar a su país durante tres meses por un problema familiar, pero no se vio obligado a perder el curso por ello».

El objetivo de esta institución es que sus alumnos «no solo hablen idiomas y aprendan relaciones internacionales, sino que conozcan y vivan en una cultura diferente sin tener que cambiar por ello el contenido académico. Queríamos una inmersión real y profunda», subraya. «Otra instituciones -critica- lo que hacen es abrir por ejemplo escuelas en Asia. Pero no se preocupan de que el currículo tenga una continuidad».

Dos títulos a la vez

Para Palmer, ese es uno de los puntos fuertes de Schiller, que además «tiene un impacto directo en la empleabilidad de nuestros alumnos». Por eso, uno de sus últimos «logros» ha sido buscar una fórmula para que sus estudiantes puedan obtener a la vez un título europeo (Bolonia) y otro norteamericano, a través del acuerdo con la Universidad de Roehampton (UoR) en Londres. «Esta fórmula les permite trabajar en cualquier lugar del mundo. Siempre tratamos de que nuestros alumnos tengan una mejor oportunidad laboral», asegura.

Junto a él se encuentra el actual presidente y CEO de SIU, Manuel Alonso Puig, máximo responsable de la institución académica tanto en Europa como en EE.UU. Pieza clave en la consolidación de los campus de Madrid, París y Heilderberg, y en la próxima apertura en Londres, tal y como ha destacado Palmer en diferentes ocasiones, el español insiste en esa línea de preocupación por el empleo. «Russell Palmer decidió comprar Schiller porque vio que la institución había comenzado ese camino internacional mucho antes, en 1965, cuando nadie hablaba de esta necesidad. Nos interesa la internacionalización porque estamos completamente centrados en el empleo. El primer objetivo de Schiller es ayudar a los alumnos en su entrada al mercado laboral. Y si formamos alumnos con una visión internacional les proporcionamos una mejor posición de salida y la oportunidad de obtener un empleo de mayor calidad y salario».

De momento, revela Palmer, no tienen planes de crecer en otros continentes. «No queremos ser enormes, sino tener cinco o seis localizaciones estratégicas. El campus de Londres, por ejemplo, tiene un gran atractivo para los alumnos de EE.UU.».

En España esperábamos una gran reforma universitaria que no se ha producido. ¿Por qué es tan difícil imprimir cambios a un sistema anclado en el pasado?, le preguntamos.

«Usted me habla de España, pero en EE.UU. ocurre lo mismo. En términos electorales, la educaciónvende” porque a la gran mayoría de los ciudadanos les interesa. Por tanto la utilizan para ganar votos. Digamos que es rentable. Pero cuando llegan al poder, los políticos se encuentran con la realidad, es casi imposible hacer algún cambio», reflexiona.

¿No se centra a menudo el debate en temas que son más de forma que de fondo? Por ejemplo, con la polémica sobre el 3+2 o el 4+1, que ha enfrentado a Ministerio, Universidad y ciudadanía, cuando el problema real de los universitarios españoles es que no tienen empleo. «Es dramático, pero casi nadie piensa realmente en los alumnos, en qué es más importante para ellos. Las Universidades tienen tantas interferencias de políticos, sindicatos, gremios... que acaba por perderse la perspectiva», concluye.

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