Santamaría salva un gol, con Domínguez batido, en presencia de Vavá
Santamaría salva un gol, con Domínguez batido, en presencia de Vavá - ABC

Real Madrid-Atlético«Ganamos, pero Peiró pudo decidir»

El desempate fue en Zaragoza. Calleja marcó a Puskas. «Lo hice bien y sin embargo Ferenc hizo el 2-1 de rebote». Santamaría salvó al Madrid

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Las aficiones del Real Madrid y del Atlético comenzaron a dar lecciones de deportividad en la Copa de Europa en aquel triple enfrentamiento de las semifinales de 1959. Lisboa y Milán elogiaron en esta década una camaradería que el Bernabéu, el Metropolitano y Zaragoza vivieron en tres partidos de pasión hace 58 años. En el primer encuentro, celebrado el 27 de abril de 1959, los blancos vencieron 2-1 en Chamartín, goles de Chuzo, Rial y Puskas. Domínguez le detuvo un penalti a Vavá, muy fallón.

El desempate se disputó el 13 de mayo de 1959 en Zaragoza. Diez mil madrileños vinieron con entrada en coche. Veinte mil entradas más se vendieron en la capital aragonesa. La reventa ganó la Copa de Europa sin jugarla

El duelo en el Metropolitano se disputó el 7 de mayo. Telefónica puso líneas especiales para los corresponsales extranjeros. Collar marcó el gol que forzó «el duelo del Moncayo», espetan al unísono Santamaría y Calleja. En las gradas hubo cánticos de ¡Tongo, tongo! bajo la sospecha ridícula del deseo de ambos clubes de jugar un tercer encuentro para repartirse otra taquilla. Un trallazo de Kopa al travesaño silenció los gritos. «¿Cómo íbamos a hacer tongo? ¡Queríamos ganar y clasificarnos para la final!», comentan Isacio y José Emilio. La discusión entre ambos clubes por elegir la ciudad del desempate fue histórica. Se reunieron en el hotel Velázquez y el debate subió tanto de tono que un cliente del hotel se quejó del alboroto. Los dos clubes se marcharon a la cena oficial de semifinales, en el Palace. Allí se eligió Zaragoza, sede que antes había sido descartada «por miedo a ese Moncayo».

Televisión para muy pocos

El desempate se disputó el 13 de mayo a las cinco de la tarde. Diez mil seguidores del Madrid y el Atlético coparon la carretera hasta Zaragoza, un solo carril de ida y vuelta. Otras veinte mil entradas se vendieron en la capital aragonesa, donde la reventa ganó la Copa de Europa sin jugar.

El partido se televisó, pero casi nadie tenía tele en España. Y la transmisión falló. Solo se pudo ver el segundo tiempo. El árbitro, «míster» Ellis, observó que compartía hotel con el Atlético y se cambió a otro, para evitar sospechas.

La discusión para elegir la sede del desempate fue histórica. Un cliente del hotel Velázquez, donde se celebró la reunión, se quejó del alboroto. En la cena oficial de semifinales, en el Palace, se eligió Zaragoza, a pesar del «miedo al Moncayo»

El lleno era total. Treinta mil espectadores. «Alfredo (Di Stéfano) consiguió pronto el primer gol», comenta Santamaría como si fuera Matías Prats con sus gafas negras contra la fotofobia. Fue al cuarto de hora del partido. «Collar empató rápidamente», compite Calleja en su faceta periodística (fue articulista de fútbol) para subrayar que la desventaja no la acusaron. Llegó en el minuto 18. «Luego el Atlético, Peiró, tuvo dos ocasiones para decidir», recuerda José Emilio. El líder de la retaguardia madridista salvó un gol con Domínguez superado.

Los rojiblancos perdonaron y Puskas anotó el 2-1 a los 40 minutos. «Le marqué bien y sin embargo logró ese gol en un rebote», relata Calleja en un lamento que pervive en sus reacciones, inolvidable, cincuenta y ocho años después.

Diez mil madrileños fueron y regresaron de Zaragoza en comandita, juntos en los mismos coches, rivales en fútbol y amigos en la vida. Una lección repetida en las finales de Lisboa y Milán

Kopa tuvo la oportunidad de sentenciar en el segundo tiempo. Y Peiró desperdició la ocasión de forzar la prórroga. El Real Madrid era finalista por cuarta vez consecutiva. Diez mil madrileños coparon la carretera camino de la capital en comandita. En los mismos coches iban seguidores blancos y rojiblancos. Rivales en el fútbol y amigos en la vida. Toda una lección. El 3 de junio del 59, Santamaría ganó «la Cuarta».

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