Sebastián Ritter, por manoletinas
Sebastián Ritter, por manoletinas - paloma aguilar

San Isidro: la ilusión por un encaste histórico

La corrida de Partido de Resina no da el juego previsto y ningún torero brilla

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Comenzamos la última semana de la Feria con el deseo de admirar los guapos toros de Partido de Resina. A Jaime de Pablo Romero no le gusta que los llamemos por su anterior nombre pero los aficionados saben de sobra a qué tipo de reses nos referimos, con su bella estampa, su «cara de niños» y las dudas sobre su fuerza.

Comentan algunos aficionados que no se han aprobado los toros reseñados para Madrid y ha habido que sustituirlos por otros. Repito una vez más: lo que me importa es la casta, la movilidad, más que el peso; el motor, más que la carrocería. Creo, incluso, que la tablilla del peso desorienta bastantes veces.

Los dos primeros toros han sido justos de presentación; los demás, con mucho más respeto (cien kilos de diferencia del segundo al sexto).

Varios han sido aplaudidos, de salida; sobre todo, tercero y quinto, dos preciosos cárdenos claros; en el arrastre, segundo y tercero. Su comportamiento, en general, ha sido noble pero apagado, se han movido pero han salido con la cara alta. En el pobre resultado del festejo (y en la entrada) ha influido el cartel, con tres diestros que torean muy poco.

La carrera del salmantino Eduardo Gallo ha tenido algo de tobogán, con subidas y bajadas: estuvo en las Ferias, decayó, volvió a alimentar esperanzas... El primer toro va al caballo en cuanto lo ve (lo mismo harán sus hermanos), pero se va, le pican poco, espera en banderillas; en la muleta, es soso, acaba rajado. Gallo está correcto, sin lograr conectar con el público. Lo mejor, la facilidad con la espada, entrando de muy lejos. El cuarto barbea en tablas, flojea, embiste pronto pero distraído. El diestro vuelve a mostrar oficio, sin brillo. La estocada es, de nuevo, lo más destacable.

Muy abierto de pitones

El colombiano Sebastián Ritter, hijo de torero, impresionó a Las Ventas por su valor impávido. (Lo apoderó Corbacho, mentor inicial de José Tomás). Circuló mucho la fotografía en que aguantaba quieto, con el pitón apoyado en sus partes. La temporada pasada sólo toreó dos veces; las dos, en Las Ventas. Viene ahora de su país natal, donde habrá lidiado otro tipo de toros. El segundo, el más chico, se mueve mucho. Le da distancia, aprovecha la inercia de la embestida. La faena es voluntariosa pero desigual, con enganchones. A la salida de unas manoletinas, intenta matar recibiendo: una buena idea, por la movilidad del toro, pero muy mal realizada. El quinto, muy abierto de pitones, levanta una ovación. Como va largo, lo brinda al público, pero el trasteo no remonta y vuelve a matar mal.

Un año de matador lleva también el extremeño Rafael Cerro, apoderado por el maestro Ortega Cano. En Madrid ha triunfado y ha sido herido. El tercero es un toro hermoso, aplaudido de salida. Su comportamiento también es espectacular: galopa en banderillas, acude en cuanto le llaman. El diestro no logra bajarle la mano ni imponer su dominio. La gente se ha puesto de parte del toro, que lo ha desbordado y va a peor. ¿Hubiera sucedido lo mismo con un diestro más experimentado? Imposible saberlo. En todo caso, no se merece morir de ese bajonazo. Lo arrastran entre una gran ovación. Intenta desquitarse en el último, suelto, soso, manejable. Le saca algún derechazo aceptable; por la izquierda, pasa apuros. Y vuelve a matar muy mal.

Una tarde muy gris, con diestros inexpertos y la ilusión de recuperar uno de los encastes más ilustres y bellos de toda la historia. Seguiremos esperando a los toros de Partido de Resina (antes, Pablo Romero).

Postdata. En honor de los históricos toros de Pablo Romero, recuerdo unos versos de «El Tío Caniyitas», el popular periodista radiofónico: «Guerrita mano a mano / con Espartero. / Toros de don Felipe / Pablo Romero». Y las frases que le dedicó a un Pablo Romero don Antonio Díaz-Cañabate, en ABC, el 26 de mayo de 1958: «¡Qué maravilla de animal! Noble, altiva, gallarda, briosa y airosa la cabeza. Fino de línea. Proporcionado. Fino de remos. Una preciosidad de toro, al que daban ganas de piropear, como a una mujer bonita».

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