Natalia Millán y Antonio Torres, en una escena de «La viuda alegre»
Natalia Millán y Antonio Torres, en una escena de «La viuda alegre» - ABC
CRÍTICA DE TEATRO MUSICAL

«La viuda alegre»: poda, valses y ligereza

Natalia Millán protagoniza la versión dirigida por Emilio Sagi de la opereta de Franz Léhar

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

No hay, probablemente, una opereta -ese género primo hermano de nuestra zarzuela- más popular que «La viuda alegre», estrenada en Viena en 1905, y que goza, especialmente en Centroeuropa, de una excepcional salud: es uno de los títulos del género lírico que más se representa. Contribuye a ello sobre todo su música: el «Vals de la viuda alegre» es una melodía conocidísima.

«La viuda alegre» (***)
Libreto: Víctor León y Leo Stein. Música: Franz Léhar. Dirección escénica: Emilio Sagi. Arreglos y dirección musical: Jordi López. Adaptación y traducción: Enrique Viana. Escenografía: Daniel Bianco. Vestuario: Renata Schussheim. Iluminación: Eduardo Bravo. Coreografía: Nuria Castejón. Principales intérpretes: Natalia Millán , Antonio Torres

Siguiendo el ejemplo de «La bohème» dirigida hace unos años por Baz Luhrman, y que llegó a presentarse en los escenarios de Broadway, Emilio Sagi decidió pasar esta obra por el tamiz de la comedia musical y aligerarla para presentarla «de un modo distinto», según sus propias palabras.

El resultado es un espectáculo entretenido, en el que la música de Léhar, también adelgazada, se convierte en la protagonista absoluta del espectáculo. La labor de poda que han llevado a cabo Emilio Sagi y el adaptador de la opereta, Enrique Viana, es notable, y la historia (absolutamente intrascendente) que se cuenta queda reducida a los diálogos imprescindibles para que avance la trama y las canciones tengan sentido. Queda así cojo el desarrollo de los personajes y de la historia misma, algo que no hace cojear el espectáculo.

Emilio Sagi, con su respeto y su elegancia habitual, dirige un espectáculo que tiene en su espléndida factura (una brillante escenografía de Daniel Bianco y los deslumbrantes figurines de Renata Schussheim) buena parte de sus activos. También lo es la interpretación, donde Natalia Millán -arrebatadora como Hanna Glavari- salva más que correctamente los escollos musicales de una exigente partitura que le obliga a transitar caminos líricos a los que no está acostumbrada. Su Conde Danilo, el barítono Antonio Torres, está notable en su doble faceta de cantante y galán. Y la misma calificación obtienen el elenco -con mención especial para Silvia Luchetti y Guido Balzaretti- y la suficiente orquesta; no así el sonido, totalmente impropio de un espectáculo de este nivel, y su verdadero lastre.

Ver los comentarios