El heavy egipcio no logra sacudirse los fantasmas de su pasado

«Falta de permisos», boicot o acusaciones de satanismo forman parte de la persecución a que es sometida la escena metalera del país árabe

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Apenas una hora antes de empezar en El Cairo el concierto de Sepultura, una banda brasileña «de primer orden» en el mundo de la música metal, docenas de oficiales de policía rodearon el recinto y ordenaron la clausura del evento. Entre la confusión y una incipiente llovizna, algunos fans del metal, e incluso algunos de los miembros de las bandas locales invitadas como teloneras, salieron huyendo ante el temor de ser detenidos como «satanistas».

«Esto es jodidamente serio. Han venido policías. Furgones blindados y demás mierda», escribió a ABC uno de los músicos. La situación era demasiado parecida a 1997, cuando en medio de una histeria social la policía detuvo a un centenar de músicos y seguidores bajo acusaciones de adoración al diablo.

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El recuerdo de la década de los noventa, cuando un artículo que describió unas fiestas donde se bebía sangre y se profanaba el nombre de Dios encendió la chispa de una persecución general contra todo aquel que siguiera la estética «metalera», ha pesado como una losa sobre la escena musical «metal» en Egipto. Forzadas al silencio y la clandestinidad en la primera década de los 2000, la revolución de 2011 pareció ofrecer algo de aire freso a unas bandas asfixiadas por el miedo a ser tachadas de «satanistas» o «blasfemas», un delito penado todavía por la ley egipcia con hasta 6 años de cárcel. El centro cultural El Sawy comenzó a organizar en su protegida sede conciertos regulares de grupos locales, pero muy pocos se atrevían a organizar eventos independientes y mucho menos grandes conciertos con invitados internacionales.

El pasado febrero, el Sindicato de Artistas intentó clausurar el concierto «Masters of the Middle East», en el que tocaban varias bandas árabes acompañadas por la colombo-estadounidense Inquisition. Varios artistas «metalheads» locales pidieron el boicot al concierto: las letras de Inquisition eran demasiado peligrosas para ser representadas en Egipto. Wael Osama, antiguo líder de banda y conocida voz en el mundillo, señaló que el evento podría ser «un suicidio» para la comunidad metalera: «La atmósfera actual no es la adecuada para conflictos con el Estado o la sociedad, especialmente cuando la música metal sin contenido satánico es ya de por sí problemática por las tradiciones sociales y restricciones».

El entonces director del Sindicato, Hany Shaker, no dudó en volver a catalogar como «satanistas» a todos los seguidores del metal, e insistir en varias entrevistas televisadas en las «conspiraciones extranjeras» para extender el caos y la inmoralidad». Algunos periódicos incluso titularon «El retorno de los adoradores de Satán».

Nader Sadek, artista y músico de metal egipcio, fue el que organizó el concierto, rechazando todas las acusaciones de satanismo en las letras. «Simplemente somos gente y unos conciertos con estética que da miedo, sí, pero nada más», explicó en una entrevista con ABC. Nader no lleva melena, sus letras hablan en contra de la «religión del petróleo» y estaba decidido a hacer de Egipto plaza para el metal en Oriente Medio, convencido de que ya no existe tamaña hostilidad social. Para probarlo, invitó a una conocida banda a hacerse unas fotos junto a las pirámides, con maquillaje, collares, pentagramas, camisetas negras y grandes melenas.

El resultado, según contó orgulloso, fue que los egipcios pedían hacerse «selfies» con ellos. «Ya no es el 97». Es por eso que tras organizar polémico «Masters of the Middle East», fue también él el que intentó traer a Sepultura al Cairo. En esta ocasión, la excusa de las autoridades es que el concierto «carecía de permisos», aunque metaleros presentes sostienen que «eso no explica el enorme efectivo policial». Que Sepultura, una de las bandas más conocidas internacionalmente tocara en El Cairo era visto por Sadek como un primer paso para atraer a otros grandes nombres y revivir la escena musical metal. Tras su arresto y el fiasco del evento, parece imposible que puedan organizarse en Egipto grandes conciertos internacionales. «RIP metal en Egipto», se lamenta un fan.

No sólo en Oriente Medio, sino también en Europa o Estados Unidos, el metal ha sido relacionado con el satanismo y la adoración al diablo. Un tema espinoso que las bandas contactadas por este periódico prefieren esquivar con mano izquierda. «Estoy encantado de conceder una entrevista, pero no hablo de esas cosas», contestó a este periódico una de las más bandas más veteranas, Crescent. Para Sadek, por ejemplo, no hay contradicción alguna entre ser religioso y metalero, al tiempo que señala que el satanismo en muchas ocasiones es desde una parafernalia en los conciertos a simplemente una forma de luchar contra la moral establecida. El vocalista del grupo Perpetual Ferocity, por su parte, sostiene que los metaleros en Egipto «no tienen poder para cambiar los dogmas religiosos y sociales imperantes en el país, que son su mayor obstáculo. Es una batalla perdida».

El miedo a atraer de nuevo atención no deseada provoca además una «autocensura desde los propios músicos y que no se limita a lo religioso, sino también hacia las letras obscenas que puedan herir sensibilidades», señala el colectivo Free Muse en el informe «Headbanging contra los regímenes represivos: Censura en el Heavy Metal en Oriente Medio, Noráfrica, Sudeste asiático y China».

Autocensura, miedo y una prensa siempre dispuesta a catalogarlos como satanistas no es el único obstáculo para la industria. En Egipto, la publicación de música metal está relegada al «háztelo tú mismo». Con enormes trabas burocráticas, sin publicidad y sin conciertos, en medio de un silencio público para evitar la represión, los grupos se han volcado a internet, donde la comunidad metalera se siente más cómoda y continúa creciendo pese a este último golpe.

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