Harper Lee, en la casa de sus padres, en los años sesenta
Harper Lee, en la casa de sus padres, en los años sesenta - ABC

Scout ha muerto

Una de las virtudes singulares de Harper Lee, descendiente del general Lee, era precisamente tener un solo libro

Madrid Actualizado: Guardar
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Si no llega a ser por la tan innecesaria «Ve y pon un centinela», que la refrescó, a la muerte de Harper Lee muchos se habrían sorprendido. ¿Estaba viva? La amiga de la infancia de Truman Capote tuvo una existencia de escritor muy diferente de la del autor de «A sangre fría». Una era una especie de Emily Dickinson sureña con la pinta de Scout. El otro, una vedette de la literatura y la vida social. Pero también es verdad que no se comportaba como una reclusa, tenía celebradas apariciones estelares. Recibió la Medalla de la Libertad en la Casa Blanca de manos de Bush. También un doctorado en Notre Dame (momento emocionantísimo porque todo el auditorio sostenía en alto un ejemplar de «Matar a un ruiseñor»).

Y acudía a entregar los premios del concurso de ensayo sobre la obra en su natal Alabama, con los jóvenes adorándola y recitándole páginas enteras. Cosa que habría sido capaz de hacer Victoria Beckham, que puso Harper a su hija por la escritora.

Esa presunta primera novela de Harper Lee publicada el año pasado no es más que el borrador de «Matar a un ruiseñor» El texto que Tay Hohoff, la legendaria editora de J.B. Lippencott, desechó y le mandó arreglar para conseguir el libro que terminaría en verano de 1959, publicaría en 1960, ganaría el Pulizter en 1961 y serviría de base para la película de Robert Mulligan. Una de las virtudes singulares de Harper Lee, descendiente del general Lee, era precisamente tener un solo libro. Como Ralph Ellison («El hombre invisible»). Como Margaret Mitchell («Lo que el viento se llevó»). Pero eso se truncó en 2015, curiosamente tras la muerte de su hermana, guardiana y abogada, a la que llamaba «Atticus con falda». El hecho de tener un único libro y de que el segundo (o primero) fuera un borrador lleva a dudar si Harper Lee habría sido capaz de escribir otra novela relevante. Si era un bluff de tobillo gordo. Intentó otros dos libros que abandonó. La tímida Harper ya había dicho todo lo que quería decir. No importa. Como tampoco importaría que Salinger sólo hubiera publicado «El guardián entre el centeno». Esta y «Matar a un ruiseñor» son instituciones tan literarias como emocionales y están al margen de cualquier aproximación objetiva.

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