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El artista australiano Nick Cave - AFP

El poema épico que Nick Cave empezó a escribir en una bolsa para el mareo

Llega a España el libro que narra la gira que en 2014 llevó al artista australiano, junto a The Bad Seeds, por 22 ciudades norteamericanas

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Si un día tiene la suerte de coincidir con Nick Cave (Warracknabeal, 1957) en un avión y comparte con él fila, no se asuste si, de repente, el artista australiano pide a la azafata una bolsa para el mareo. Es más, si yo fuera usted no apartaría la vista de su compañero de asiento, pues estará asistiendo a uno de esos hermosos momentos de inspiración en la vida de un artista. Raro y un poco surrealista, pero creativo y muy productivo. Y es que así fue como comenzó a fraguarse «La canción de la bolsa para el mareo» (Sexto Piso), el libro que narra la gira que en 2014 llevó a Nick Cave y a sus incorruptibles Bad Seeds por Norteamérica.

Lo que empezó como unas anotaciones, sueltas e imprecisas, para una canción (larga, según precisó después el propio Cave), termino convertido en una especie de poema, febril y épico, en el que el artista habla de la inspiración, del amor y del sentido de la vida (entre otras muchas cosas) mientras recorre veintidós ciudades de Estados Unidos y Canadá. «Estás en un avión, necesitas un trozo de papel y pides una bolsa para el mareo. Creo que todos lo hacemos, ¿no?». Así describía Nick Cave, hace unas semanas en una entrevista en «The New York Times», ese momento de inspiración que tuvo el 13 de junio de 2014 en un avión que le llevaba desde Nashville a Tennessee. Una explicación simple sobre cómo concibe el arte uno de los mayores genios musicales contemporáneos.

Pero «La canción de la bolsa para el mareo» es mucho más que un libro: es una confesión desgarradora, una autobiografía poética, un viaje lisérgico por el alma atormentada de un creador que muestra sus entrañas sin temor a que lo que encontremos nos pueda asustar. No hay temor en sus palabras, aunque sus versos provoquen temblor en quien los lea (o recite, pues bien podría declamarse mientras suena, de fondo, el «People Ain’t No Good» de «The Boatman’s Call», uno de los mejores discos de Cave y los Bad Seeds). Impresiones, recuerdos, letras de canciones, poemas, reflexiones sobre sus miedos más profundos, sus temores, su filosofía de la composición y un humor fino e irónico (a veces poco comprendido, por oscuro), marca de la casa, se despligan a lo largo de las veintidós etapas de la epopeya.

De Portland a Seattle; de Vancouver a Denver; de Minneapolis a Calgary... Y así hasta conformar el mapa emocional de un trayecto, a veces incómodo, entre autobuses, habitaciones de hotel, salas de concierto, en el que, sin ser consciente, el propio artista termina encontrándose a sí mismo. No es de extrañar que su editor británico, Canongate, ubique «La canción de la bolsa para el mareo» en algún sitio entre «Miedo y asco en Las Vegas», de Hunter S. Thompson, y «La tierra baldía», de T. S. Eliot. Dos de los héroes, por cierto, que conforman el universo creativo de Nick Cave, plagado de poetas, novelistas y músicos a los que, además, rinde homenaje en el libro: Johnny Cash, John Berryman, Gertrude Stein, Emily Dickinson, Philip Larkin, W. H. Auden, Elvis, John Lee Hooker, Hank Williams, James Brown o Patti Smith se dan cita en sus pensamientos, ceremoniosos y eternos.

No obstante, hasta cierto punto el australiano se movía en terreno desconocido. Aunque son destacables sus incursiones literarias (en España se han publicado las muy especiales «Y el asno vio al ángel», en Pre-Textos, y «La muerte de Bunny Munro», en la extinta Global Rhythm Press) y es cierto que sus composiciones musicales destilan lirismo (para los no iniciados, basta con escuchar «Push the sky away», canción que da título a su último álbum de estudio), es la primera vez que Nick Cave se atrevía con la «poesía» (sirvan las comillas para no escandalizar a los puristas), un género al que siempre había considerado «más elevado».

«En algún sitio leí que la mejor parte de mi obra ya había quedado atrás. Pero ¿dónde? Cuando me doy la vuelta las chicas voladoras han desaparecido», escribe en un hotel de Louisville. Poco después, en Milwaukee, esboza «Los nueve tormentos del desarrollo»: «Resistir la necesidad de crear. Resistir la creencia en el absurdo. Resistir mediante la provocación. Resistir mediante la enfermedad y la tristeza. Resistir mediante la masturbación. Resistir gracias a los libros de autoayuda. Resistir gracias a hacer cosas por los demás. Resistir gracias a compararse con los demás. Resistir a través de las opiniones de los demás». Un tormento que Nick Cave logra aliviar gracias al amor que confiesa sentir hacia su esposa, Susie Bick (omnipresente en el libro), y sus gemelos, a los que ya retrató en «20.000 días en la Tierra», documental que narra veinticuatro horas ficticias en su vida.

«Soy un sistema nervioso que se alimenta de rimas y fantasmas. Los fantasmas aúllan a través de las palabras haciéndolas armonizar», escribe Nick Cave mientras cruza el límite estatal camino de Missouri. De noche, sus «nueve musas duerman tranquilas», sobre su pecho, «pues han concluido su trabajo de hoy». Regula su respiración «mientras los ángeles con las alas desplegadas» le llevan, y a nosotros con él.

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