Miguel Pardeza
Miguel Pardeza - Fabián Simón
LIBROS

Miguel Pardeza: «El fútbol ha dejado de ser esa aberración que ofende a los instintos más refinados»

El exfutbolista, miembro de la «quinta del Buitre» y leyenda del Zaragoza, publica «Torneo», su primera novela, un relato con base autobiográfica en el que divaga sobre los «monstruos» producidos por el sueño de hacerse futbolista

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El fútbol no siempre ha casado bien con las letras, quizá porque gol solo necesita tres para escribirse. Durante décadas, el balompié, envoltorio de algunos de los instintos humanos más básicos, para lo bueno y para lo malo, se desarrolló a la sombra de lo intelectual, como enemigos irreconciliables.

La guerra fría se ha derretido en los últimos tiempos. Solo por citar un puñado, Villoro, Galeano, Hornby, Fontanarrosa entre muchísimos otros han dedicado páginas y páginas al deporte de las dos porterías y un balón de cuero. Por el camino se empezó a asimilar que en el fútbol la cabeza es al menos tan importante como los pies y, sobre todo, el alto valor metafórico que contiene un partido de 90 minutos y 22 jugadores.

Escribía el filólogo y académico Gregorio Salvador que «de todos los espectáculos posibles, deportivos o artísticos, el fútbol es el que más se parece a la vida, el que más adecuadamente la simboliza, casi un fiel trasunto de ella». Un deporte tan dependiente del azar, tan expuesto a la injusticia o al milagro, de una naturaleza tan cambiante que tres segundos pueden pesar mucho más que una hora y media, siempre había sido pasto para la literatura; que la pelota invadiese a las letras no era más que una cuestión de tiempo.

La cita de Gregorio Salvador –extraída de la recopilación Fútbol y la vida (Espasa-Calpe, 2007)– la recoge el exfutbolista Miguel Pardeza en las primeras páginas de Torneo (Malpaso, 2016), su primera novela. «El fútbol casi nunca sucede como parece», explica Pardeza. «En el fútbol, uno intenta hacer planes y las cosas suceden como le da la gana, y en ese sentido sí que tiene mucho que ver con la vida. Uno planifica, pero las cosas no salen como pensabas y el débil puede ganar al fuerte. Hay una cierta lógica, unas pautas que se pueden rastrear a lo largo del tiempo, pero es verdad que el milagro de lo inesperado afecta igual al fútbol que a la vida».

Futbolista y filólogo

Por mucho que intentemos conjugar literatura y fútbol, Pardeza siempre fue un caso extraordinario. Nacido en 1963 en La Palma del Condado, un pequeño pueblo de Huelva, se instaló siendo un joven muchacho en Madrid para terminar por formar parte de la «quinta del Buitre», una de las generaciones más recordadas del Real Madrid. El éxito de Pardeza en el fútbol llegó sin embargo en el Real Zaragoza, en el que jugó una década y levantó dos Copas del Rey y una Recopa de Europa (la Recopa, por cierto, la consiguieron con el mítico gol de Nayim ante el Arsenal en París, un zapatazo desde el centro del campo en el último minuto de la prórroga; los milagros inexplicables del fútbol).

Pardeza es, además de exfutbolista, licenciado en Filología Hispánica –dedicó una tesis doctoral al periodista César González-Ruano– y apasionado de la lectura desde pequeño, como relata en su novela. «Para mí la literatura ha sido el mejor compañero de viaje. Yo he tenido la suerte de entenderme con ella y obtener recompensas que no he tenido de otras maneras», confiesa el exfutbolista de su pasión, una relativamente atípica para la que fue su labor profesional.

Quería escribir sobre los monstruos que generan los sueños y la ambición de querer ser algo en la vida
Miguel Pardeza

En Torneo Pardeza ha escrito una autobiografía extraña, y puede que sea un error incluso definirla así. El nombre del libro viene de un programa emitido por Televisión Española en los años setenta en el que equipos de colegio de todo el país se enfrentaban entre ellos en un campo de fútbol. Pardeza lo jugó representando a su equipo de La Palma del Condado, y su intervención fue tan exitosa que poco tiempo después acabó yéndose a la capital para formar parte de las categorías inferiores del Real Madrid.

Torneo es un retrato de estos episodios de la vida de Miguel Pardeza, pero no esperen una colección de anécdotas sobre la trayectoria de un futbolista profesional; la vida como deportista en activo de Pardeza apenas pasa de puntillas por las páginas del libro. Irónicamente (o no), Pardeza ha escrito un libro que tiene en el fútbol su razón de ser pero que utiliza la pasión por la pelota como excusa de fondo para hablar de la condición humana.

«Yo no quería hacer un libro sobre fútbol –explica el autor–, aunque el protagonista sea un adolescente que quiere ser futbolista. Ahí se acaba el paralelismo. Yo quería hacer un libro sobre la dureza de querer ser algo en la vida; quería centrarme más en los monstruos que generan los sueños y la ambición».

Pardeza era un adolescente de un pueblecito onubense que de repente se vio alejado de sus padres, de su familia y del único entorno que conocía, para ser engullido por la gran ciudad; en Madrid vivió en el hostal «Ideal», escenario principal de la novela, presentado como un nido de sombras para un joven en ebullición. El chico que deja todo atrás para triunfar es uno de los lugares comunes del fútbol, una muestra de la «cara B» que tantos niños han conocido y que en el caso de Pardeza terminó bien. Aun así, en Torneo se dibuja a sí mismo como un joven atormentado, un chaval consciente de lo que quería ser pero en constante conflicto con sus circunstancias.

Adolescencia robada

«Era un adolescente con un cierto grado de frustración, con un altísimo grado de autoexigencia que me robó de alguna manera la adolescencia», rememora Pardeza. «No fui capaz de acomodar las necesidades biológicas y la evolución normal de un niño de mi edad con mis ambiciones, y eso me trajo problemas». Al autor le parecía mucho más interesante relatar esos capítulos de su existencia que aquellos en los que era el protagonista de las crónicas de los periódicos. «Mi vida como jugador me interesa menos porque cualquiera puede tener acceso a ella mirando hemerotecas», razona. «Desde el punto de vista de la escritura me interesa mucho más el principio, porque es una parte desconocida y donde uno experimenta más cambios que pueden dar lugar a una reflexión».

La otra razón por la que la novela es una autobiografía entrecomillada es porque el relato, como el propio Pardeza explica en una nota aclaratoria en el libro, combina la realidad con la ficción. «Los recuerdos que uno recupera y transcribe al presente siempre son falseados: no existe el recuerdo absoluto», explica. «Ante esa debilidad, me pareció mucho más honesto desde lo literario utilizar esa imaginación para rellenar huecos que no se me aclaraban». Entre frustraciones de adolescencia y cambios, Pardeza ve en el libro una expiación, un «ajuste de cuentas» consigo mismo pero «en buen tono». «Hasta que uno no escribe no termina sabiendo realmente cuál es el grado de culpabilidad y de exculpación que uno tiene respecto a lo que ha vivido».

El final del camino

Quizá haya más obras en el camino literario de Miguel Pardeza, pues confiesa que sentía deberle dos libros al fútbol: uno sobre esta etapa, la transformación de niño a futbolista, y otra sobre el final de la vida deportiva. «Me parece muy interesante el final de cualquier carrera», explica. «¿Qué pasa el día después, cuando uno deja de ser el protagonista en los focos y en el corazón de la gente? Tienes que abandonar el fútbol cuando eres joven y no eres una persona muy vieja. Tienes que intentar reciclarte con un desajuste biográfico muy importante».

Para Pardeza, el reciclaje, en apariencia, no ha ido mal, incluyendo pasos por las gerencias tanto de Zaragoza como de Real Madrid, los dos clubes de su vida. Y aunque en Torneo hay cierta amargura con lo que el sueño del fútbol le supuso cuando aprendía a ser un hombre, Pardeza no le guarda nada de rencor a la pelota y celebra el «destape» literario del balompié. «Veo que el fútbol ha dejado de ser para muchos esa especie de aberración que ofende a los instintos más refinados. Al fútbol y a la cultura hay que darle el lugar que le corresponde a cada uno, y por fortuna, fútbol y literatura no son enemigos tan abiertos como parece que han venido siendo tanto tiempo».

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