Parker, durante su entrevista en Madrid con ABC
Parker, durante su entrevista en Madrid con ABC - Maya Balanya

Harry Parker: «Recuperarse de las heridas de guerra es como aprender a montar en bici»

Tras perder las dos piernas sirviendo en Afganistán, este joven oficial del Ejército británico ha convertido su traumática experiencia en una novela que retrata los estragos de la guerra a través de los objetos de su día a día

Madrid Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Ocurrió el 18 de julio de 2009, en mitad del inhóspito pedregal afgano. El joven capitán Harry Parker, al mando de medio centenar de soldados al servicio de Su Majestad Británica, tomó una decisión equivocada que le costaría muy caro. Les ordenó seguirle campo a través para alcanzar su base sin haber comprobado antes que el terreno no había sido minado por los insurgentes. Pisó un artefacto explosivo improvisado, saltó por los aires. Estuvo al borde de la muerte y perdió las dos piernas.

De aquella traumática experiencia, y de la dolorosa odisea por recuperarse que la siguió, nace «Anatomía de un soldado», la novela en la que debuta en la literatura, la actividad que ahora llena una vida rehecha, y en la que Parker retrata todas las terribles aristas de la guerra, no desde el punto de vista de las personas, sino de las cosas.

En la obra de Parker, acogida favorablemente por su original planteamiento y por el testimonio de superación de la biografía de su autor, no hablan los combatientes ni las víctimas, sino las bolsas de plasma que llenan los botiquines, los fusiles de asalto, las botas de los expedicionarios o las pintas de cervezas con las que se alivia la soldadesca en la cantina. Así, construye un cuadro completo y elocuente del drama humano que implica todo conflicto bélico, un drama que él conoce de primera mano.

-Desde su experiencia, ¿cuál sería su mensaje a los jóvenes sobre la guerra?

No me gustaría centrarme en un conflicto en particular. Por eso en el libro no se menciona Afganistán ni ninguno de los de alrededor, pero hay algunos puntos en él sobre la empatía con el otro bando y sobre entender la situación de la gente del país en cuya guerra te encuentras. Hay una tensión en eso, porque algunos de ellos son terroristas que hacen cosas detestables. Realmente me centré en esa gente sobre el terreno a la que le quedan muy pocas opciones aparte de poner bombas. Supongo que, si el libro trata de algo, es de eso, de cómo vemos a nuestros enemigos y las situaciones en las que se encuentran. En cualquier caso, no quiero decirle al lector qué pensar.

-Usted perdió dos piernas en Afganistán. ¿Cree que el enorme precio que usted y otros han pagado merece la pena? ¿De veras su presencia es útil para el pueblo afgano?

Esa es una muy buena pregunta. Yo era un soldado profesional. Cuando me uní al Ejército sabía que podría darse el caso de que resultara herido, independientemente de dónde fuera destinado. Debería pensar que el pueblo británico votó al gobierno que decidió enviarnos a una roca en Afganistán. Como soldado, poco podía apartarme de ese punto de vista, al margen de lo que yo pensara que era correcto o no. En el pequeño trozo de territorio en el que mis compañeros y yo patrullábamos, que era en lo único en lo que podíamos tener algo de impacto, creo que hicimos algún bien. Daba la impresión de que conseguimos mejorar la situación, pero cuando miras más allá, a la situación política en general, con frecuencia es bastante deprimente todo lo que ocurre. Tras caer herido, cuando pienso en lo que me ocurrió, no me siento enfadado porque Afganistán no se haya convertido hasta el momento en un estado con éxito; yo solo era un soldado y separo lo que me sucedió del fracaso político.

-Pero usted ya no es un soldado, ahora es un escritor. ¿tendrá una opinión sobre la situación de Afganistán?

Sí, sí… Mi opinión es que si vas a un lugar como Afganistán a hacer algo, tienes que hacerlo bien. Y mi impresión es que nosotros no hemos construido coaliciones lo bastante fuertes, ni hemos invertido el tiempo ni los recursos necesarios, y nos hemos centrado demasiado en el Ejército, más que en otros aspectos de la construcción de un estado y del funcionamiento de una sociedad, como la educación o la seguridad. Yo me fijo en el caso de Irlanda del Norte, que nos ha costado a los británicos más de treinta años y todavía es una dura labor para el Reino Unido. Creo que para una intervención de este tipo hace falta mucho tiempo, muchos recursos y la voluntad política para llevarla adelante.

«Si intervienes en Afganistán tienes que hacerlo bien, y nosotros nos hemos centrado solo en el Ejército»

-¿Por qué se hizo soldado?

Quería ser artista cuando iba al instituto, pero cuando lo terminé y me puse a buscar trabajo, topé con un anuncio. Me gustaba y venía de una familia militar, así que eso siempre había sido una opción. Pensé que sería excitante y el sueldo estaba bien, así que me enrolé.

-Pero no era su pasión…

No, en absoluto. Me gustaban las aventuras y los desafíos y pensé en el privilegio que supondría liderar a grupos de soldados británicos, como así fue, pero no era la idea con la que yo crecí.

-Tras ser herido, sufrió una muy dolorosa experiencia. Pasó un tiempo entre la vida y la muerte. ¿Cómo recuerda todo aquello?

Es curioso porque la gente asume que eso tuvo que ser una experiencia terrible, y por supuesto, hubo muchos escalofríos en aquello, pero yo pensé que iba a morir, y la sensación de despertar y darme cuenta de que seguía vivo… Estaba bajo los efectos de la morfina y otras drogas, pero el hecho de recuperarte, de aprender a caminar de nuevo rodeado de gente que lucha por ayudarte es algo muy edificante. Había subidas y bajadas, avances y retrocesos, y los retrocesos eran muy duros. Fue como aprender a montar en bici. Pero lo peor fue cuando terminé la rehabilitación y dejé los cuidados médicos para empezar con mi vida de nuevo, porque ahí me di cuenta de que ya no podía mejorar más, de que esto iba a durar para siempre.

-¿Cuándo decidió escribir una novela?

Después de ser herido empecé a pintar. Supongo que era algo más terapéutico que escribir. Tres o cuatro años más tarde comencé a escribir. No quería hacerlo sobre mí mismo, intentaba hacerlo sobre otras cosas, pero mis experiencias volvían a mí una y otra vez. Por eso, aunque el libro es ficción, en él la historia se cuenta a través de los objetos que me acompañaron en Afganistán, de los personajes que allí me encontré, de mi familia.

«No quería escribir sobre mí mismo, pero mis experiencias volvían una y otra vez»

-¿Cómo le ha ayudado escribir?

La gente me pregunta a menudo si es para mí una terapia o una catarsis. Lo cierto es que cuando lo estaba haciendo no me lo planteaba; solo pensaba que estaba haciendo algo creativo. Estoy seguro de que hubo elementos terapéuticos en ello, pero yo no lo sentía así. Supongo que cualquiera que escribe un libro, cuando lo termina siente «buff, por fin, se acabó», aunque también sientes que has conseguido algo, que has creado algo. Cuando imprimes 90.000 palabras, claro que hay algo de terapia en eso, pero no me gusta leer los libros como terapia, me parece demasiado sentimental.

Ver los comentarios