Una de las hojas de contactos de Ignacio Navas. De ellas salen estas «Vértebras» de su Proyecto ABC Cultural
Una de las hojas de contactos de Ignacio Navas. De ellas salen estas «Vértebras» de su Proyecto ABC Cultural - i. n.
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Recorriendo las «Vértebras», de Ignacio Navas, nuevo Proyecto ABC Cultural

Cada una de las diminutas fotografías de una hoja de contactos son como las pequeñas vértebras de una historia mayor. Ignacio Navas selecciona estas para su Proyecto ABC Cultural y, así, contar su historia personal, al margen de las oficiales

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«No levantes tanto el vuelo / palomica, palomica / no levantes tanto el vuelo / que si te vas de Navarra / ya no podrás volver luego» (Jota navarra, adaptada de una original de José Iranzo).

A veces pienso que el viaje más difícil es el de vuelta a casa. Nuestros ojos han cambiado, y vemos todo de forma distinta; nuestra cabeza es diferente, ya nunca pensaremos igual. Incluso nuestra voz. Perdemos nuestro acento como si nos dijera que ya no perteneciéramos a ese lugar, aunque allí se hundan nuestras raíces.

Vine a Madrid para estudiar desde una pequeña-ciudad-pueblo-grande de Navarra. Mi generación ha nacido y se ha criado plenamente en democracia, la dictadura y la transición nos sonaban como cosas lejanas y ya superadas.

Pero la crisis económica que estalló en 2008 no sólo nos ha revelado una España construida sobre una gran burbuja inmobiliaria, corrupción, falta de estructuras para nuevos músculos y graves problemas en los sistemas financieros, sino que ha destapado una profunda crisis de identidad dejando en evidencia que «España» era un enorme constucto político.

Las malas hierbas que vuelven

Esa idea de país moderno y unido, con oportunidades, europeo y ganador de mundiales se desplomaba al tiempo que volvían a crecerle las malas hierbas: los recuerdos de una España negra, rancia e intransigente, incapaz de olvidar la herencia de su dictadura. Nos hemos encontrado con una tierra provinciana y empobrecida, disfrazada con un mono azul y maquillada con ladrillos naranjas para rendir pleitesía a la cultura del pelotazo o el emprendedor.

Estos últimos años hemos estado bombardeados por noticias deprimentes como «la primera generación que vivirá peor que sus padres» y viendo cómo muchos amigos vuelven al pueblo o marchan al extranjero a buscarse las castañas porque no han encontrado un hueco aquí. Siempre que vuelvo a casa, mi abuelo me llama “el Forastero”. Él ha sido toda su vida agricultor. Una vez me contó que sólo había estado en Madrid una vez, por su luna de miel, y se agobió de lo grande que era todo aquello. En mi generación casi todos hemos ido a la universidad (para tener un futuro mejor) y hablamos idiomas, vivido en otras ciudades e incluso en el extranjero. Mirando hacia nuestros orígenes rurales, no tan lejanos, parece que hemos tratado de huir de ellos con el crecimiento económico como lanza y armadura. Con todo esto mezclado en mi cabeza, cada vez que volvía a esa ciudad-pueblo, se desata una gran cantidad de contradicciones que atacan constantemente ese cuento que nos han contado sobre nuestra supuesta identidad.

Un relato propio

Tal vez es un sentimiento adolescente, pero tengo la necesidad de encontrar un relato propio en el que encajar nuestra condición y valores. La única forma que tengo de afrontarlo es coger mi cámara, y, durante estos últimos años, volver una y otra vez a fotografiar en las carreteras y campos de los lugares donde me he criado: las pequeñas ciudades y los pueblos del norte de España.

«Siempre que vuelvo a casa, mi abuelo me llama “el Forastero”. Él fue toda su vida agricultor»

Una de las más excitantes cosas de hacer fotos es revisar las hojas de contactos. En ellas se puede escudriñar a todos los posibles fotógrafos dentro de uno mismo, todas las posibles miradas. En cada elección encontramos pequeños y emocionantes descubrimientos que nos llevan a entender como se configura el lenguaje fotográfico: Las vértebras que articulan y sostienen los proyectos.

Al fotografiar un lugar poco concreto y difuso ocurre lo mismo. Dentro de todos sus posibles relatos, este es mi intento de descubrir el mío propio, al margen del oficial, aun con sus aciertos y fantasías, a veces dulces y a veces agrias. Un relato subalterno de nosotros mismos.

Este proceso de búsqueda todavía no ha terminado; estas fotografías son las vértebras del proyecto «El Norte». Y creo que también las mías.

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