Crítica

Festival de Cine Europeo de Sevilla 2019: Eloy Enciso, nueva vela en la noche cinéfila

Probablemente el más dotado de la pujante generación de cineastas gallegos presenta en Sevilla su segundo largometraje de ficción, «Longa noite», que compite en la Sección Oficial

El cineasta Eloy Enciso ha presentado en el Festival de Cine Europeo de Sevilla su segundo largometraje de ficción, «Longa noite» Efe

Alfonso Crespo

«Longa noite» proporciona deslumbramientos al cinéfilo. Queda por calibrar si esto es mucho o es poco. Eloy Enciso , probablemente el más dotado de la pujante generación de cineastas gallegos, ya había demostrado, en la anterior «Arraianos», una pasión de alumno entregado a la pedagogía de Straub y Huillet: resucitar lo olvidado, trabajar lo real con la tensión necesaria para que emerja lo oculto, lo invisible, lo callado.

Ahora, al trabajo con la materia, ha añadido con mucha más delicadeza la otra faceta de aquella férrea enseñanza: el respeto por la palabra , por textos tantas veces orillados (Max Aub, Alfonso Sastre, Luis Seoane…), que se encarnan en cuerpos y voces singulares que los mastican y pronuncian estilizando la prosodia, es decir, atentos a los acentos y a los colores.

«Longa noite» complica así su escueta narrativa - un joven regresa a su pueblo natal en la Galicia rural cuando España se abisma en la noche de la dictadura - con una dinámica de encuentros entre hombres y mujeres que, como esculturas parlantes talladas por la luz, amplifican el poder del testimonio herido, rabioso, lleno de dolor o de lucidez.

A través de Straub y Huillet, aquí también resuena grave Elio Vittorini , el que supo hacer de los humillados un bestiario gigante e iluminado al que no le temblaba la voz. Ahora bien, ¿traspasará la película las pegajosas redes de los festivales y del gueto cinéfilo? Ya veremos. No hay que olvidar, en todo caso, que el futuro, como bien entendió Monteiro, será de las películas que no se parezcan a películas.

«El espejo de Sibyl»

El otro título a competición, «El espejo de Sibyl», vuelve a apostar, como en anteriores ediciones del Festival de Sevilla, por la cada vez más consolidada Justine Triet , quien ya calmó sus histéricas ficciones iniciales y aquí reincide en un cine aún más calculado y proteccionista con el guión, con la idea de apoyarse en la precisión del dibujo psicológico antes que en la captación momentánea de destellos robados.

Como en la anterior «Victoria», Triet, siempre gustosa de invocar el fantasma de Cassavetes, abunda en la pulsión de convertir a la generosa Virginie Efira en una Gena Rowlands rediviva que nos enamore a todos mientras encarna a la inestable protagonista, una psicoanalista que pretende aprovechar la alterada existencia de una joven actriz (Adèle Exarchopoulos, muy cómoda también en el tiovivo emocional) para su proyecto de regresar a la escritura.

De tan bien hilada y estructurada , con sutiles encabalgamientos de espacios, tiempos y guiños autorreferenciales, resulta algo asfixiante; un mecanismo «chic» e inerte

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