«Human erosion (madre migrante)», de Dorothy Lange
«Human erosion (madre migrante)», de Dorothy Lange - ABC

Dos museos de París se preguntan: ¿Quién teme a las mujeres fotógrafas?

Las muestras vindican el protagonismo femenino en la fotografía moderna

CORRESPONSAL EN PARÍS Actualizado: Guardar
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«¿Quién tiene miedo a las mujeres fotógrafas?» A esa pregunta responden dos grandes exposiciones que reconstruyen la historia secreta del puesto de la mujer en la historia de la fotografía, desde sus orígenes hasta 1945, para desvelar el carácter subversivo y transgresor de las mujeres en la historia de una técnica y un arte que revolucionaron las artes y las técnicas de nuestra civilización. El Museo de l’Orangerie cuenta la historia de las relaciones de la mujer y la fotografía entre 1839 (primera fotografía) y 1919 (fin primera guerra mundial). El Museo de Orsay continúa esa historia mal conocida, de 1918 a 1945 (fin segunda guerra mundial).

A través de varios millares de fotografía europeas y norteamericanas, Ulrich Pohlmann, director de la colección fotográfica del Stadtmuseum de Munich, propone una revisión general del puesto de la mujer en la historia de la fotografía y resume su proyecto de este modo: «Ser mujer fotógrafa, antes de la Gran guerra 1914-1919, fue participar en una aventura épica, contribuyendo a la emergencia de la fotografía moderna, participando en la más activa efervescencia artística, cultural, social, política de Europa y las Américas.

Ser fotógrafa también fue y quizá siga siendo una afirmación artística y profesional, conquistando nuevos territorios que estaban reservados a los hombres».

Conocemos con bastante precisión la carrera y la obra, colosal, de grandes fotógrafas. Cito al azar: Berenice Abbot, Gisèle Freund, Germaine Kroll, Dorothea Lange, Lee Miller, Lola Alvárez Bravo, Dora Mar, Gerda Taro… y un interminable etcétera. Todas ellas están y ocupan su propio puesto en estas dos exposiciones complementarias, en dos grandes museos nacionales.

«¿Quién tiene miedo a las mujeres fotógrafas?» va mucho más allá, claro está, de tan majestuosas carreras individuales, inscritas en una vasta saga mal conocida de mujeres pioneras en capítulos esenciales de las técnicas y las artes fotográficas. De entrada, las fotógrafas comenzaron por «revisar» el puesto de la mujer en la intimidad, en la familia, en la vida pública.

«EMBRYO» DE BERNHARD
«EMBRYO» DE BERNHARD

Fueron ellas quienes comenzaron a modificar viejos esquemas que contribuían a transformar, a través del trabajo fotográfico: fotografiando a padres, hermanos, amigos, esposos, amantes; fotografiando el cuerpo masculino, desnudo; fotografiando en la intimidad muy diversas sensibilidades eróticas; introduciendo una sensibilidad femenina en la fotografía de unas sociedades europeas y americanas que evolucionaban de manera vertiginosa.

Modificando el punto de vista, tradicionalmente masculino, introduciendo un punto de vista femenino, las fotógrafas (legendarias, famosas y desconocidas, u olvidadas) abrían nuevas oportunidades laborales, técnicas, artísticas, individuales y familiares: creando agencias de venta de sus trabajos; integrándose en empresas de nuevo cuño; trabajando asociadas o en solitario, para vender y comercializar sus trabajo.

Movimientos artísticos

Participando activamente en los grandes movimientos artísticos, Dada, Surrealismo, Nueva Objetividad, Nueva Visión, etcétera, sacaron a la mujer del ostracismo social y cultural, para convertirla en actriz de primer orden en la escena creadora de nuestra civilización.

Utilizando como pioneras las técnicas más modernas y vanguardistas de cada momento, escribieron capítulos mayores en muchos géneros que ellas comenzaron a roturar. Utilizando como pioneras los nuevos artilugios, como las cámaras Ermanox (1924), la Rolleiflex (1929) y Leica (1930), las mujeres abrieron la fotografía a campos, géneros y disciplinas tradicionalmente masculinos.

El trabajo esencial de grandes pioneras, como Berenice Abbot, Gisèle Freund, Germaine Kroll, Dorothea Lange, Lee Miller, o Lola Alvárez Bravo, entre tantas otras, permite recordar la dimensión esencial de la condición femenina en la evolución de las técnicas y artes fotográficas. El Nueva York de Berenice Abbot corre parejo al de Alfred Stieglitz. Las indagaciones vanguardistas de Gisèle Freund y Lee Miller se comprenden mejor comparándolas con el trabajo de Man Ray. El trabajo de Gerda Taro y Robert Capa está unido incluso en el lecho amoroso. A una o dos generaciones de distancia, los trabajos de Dorothea Lange y Ansel Adams tienen muchos paralelismos.

Planteando esa pregunta esencial, «¿Quién tiene miedo a las mujeres fotógrafas?», las dos grandes exposiciones del Museo de Orsay y el Museo de l’Orangerie, nos invitan a abrir grandes territorios por explorar, fascinados. El gran público descubrirá maravillosos territorios inexplorados. Los especialistas podrán explorar inmensos espacios mal conocidos que hablan de cuestiones tan esenciales como el puesto de la mujer en la evolución de unas técnicas y unas artes que, a su manera, cambiaron el rostro cultural de las civilizaciones.

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