El «moving day» era una tradición considerada «absurda» por muchos estadounidenses
El «moving day» era una tradición considerada «absurda» por muchos estadounidenses - Wikimedia
Moving Day

La absurda tradición que provocaba el caos durante el 1 de mayo en Nueva York

Durante el «día de la mudanza», miles de alquilados cambiaban de residencia a toda prisa destrozando todo aquello que entorpeciera su camino

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Las tradiciones son, en ocasiones, tan inexplicables como absurdas. Y si hay alguien que no crea esta afirmación, no tiene más que retrasar el calendario 200 años y observar cómo, cada uno de mayo, los estadounidenses provocaban el caos en Nueva York durante el «Moving Day». Más conocido en tierras españolas como el «Día de la mudanza», esta jornada generaba una incesante procesión de carros de caballos llenos de objetos debido a que finalizaba el contrato de aquellos inquilinos que vivían una casa alquilada. Por ello, todos esperaban a aquel momento para buscar una vivienda nueva en la que residir y a la que llevar todas sus pertenencias. El caos, en definitiva, estaba asegurado.

Para hallar el origen del «Moving Day» es necesario viajar en el tiempo hasta otro uno de mayo, aunque de 1626.

Fue precisamente esa jornada cuando un grupo de colonos holandeses hicieron las maletas (literalmente) y partieron hacia Manhattan.

Apenas un mes después, tras de su llegada al lugar, usaron el desconocimiento de los nativos americanos para comprarles la isla a cambio de una miseria (dice la leyenda que 60 florines, unos 900 euros actuales) y asentarse en la región. La adquisición debió parecerles grata e hilarante, pues decidieron convertirla en tradición.

De esta forma nació, según afirma la web « The Moving Day» (creada para una exposición acaecida en 2006 sobre aquella jornada) el «Día de la mudanza». Sin embargo, la curiosa práctica (inocente cuando la ciudad no era demasiado grande) se terminó transformando en un auténtico vendaval de carros, objetos y personas un siglo después debido al aumento masivo de la población. A su vez, tampoco ayudó a la tranquilidad general el que los caseros eligieran por tradición ese día para que terminara el contrato de arrendamiento de sus inquilinos.

El caos hacía que esta práctica no fuese apreciada por todos. «Parece que los ciudadanos de Nueva York que no poseen domicilio se sienten obligados el uno de mayo, por alguna influencia misteriosa, a cambiar de residencia. Ese parece ser el caso de este año», señalaba en uno de sus reportajes el «The New York Times» en una de sus noticias del 30 de abril.

De la misma opinión era el alcalde la ciudad quien, apenas 12 meses después, no tuvo reparos en mostrar su disconformidad con esta tradición en una misiva. Aunque eso sí, debido a los destrozos producidos por la población. «La destrucción de las casas y tiendas bajas es horrible. Pedradas, vigas caídas… No hay seguridad en las aceras».

Esta visón de lo sucedido era compartida también por aquellos que residían fuera de la ciudad, quienes se sorprendían sobremanera con aquella práctica que no habían visto nunca en sus regiones de origen.

«Nunca supe de una ciudad en estado más caótico. Todas las calles han perdido su carácter de vías al estar ocupadas por largas procesiones de carros, carretas y vehículos homogéneos cargados de peligrosas pilas de objetos. No hemos avanzado nada en lo que se refiere a nuestra etapa nómada o migratoria», explicaba el conocido abogado George Templeton Strong en una artículo a principios del SXIX.

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