Artículos

#Lasonrisadel asesino

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La sonrisa del terrorista es el último balazo en la nuca de la víctima, el último navajazo en el corazón de sus padres, un hachazo postrero en la espalda de sus hijos. Una sonrisa de alimaña, de bicho, de gandano. Una sonrisa que muerde. Una nueva pistola que, tras la sentencia de Estrasburgo, la Audiencia Nacional ha vuelto a poner en manos de los asesinos.

¿Qué pasará por la cabeza de los hijos, los padres, los esposos de los asesinados viendo ese desfile de dientes de etarras saliendo de nuestras cárceles? Estudié en la Universidad de Navarra, el edificio mas bombardeado de España después de la guerra civil. Algo sé del tema. Lo de soltar etarras es inútil e indigno.

Inútil porque no sirve para derrotar a ETA. A ETA se le da la puntilla con las armas en la manos y cortándoles el oxígeno de la prensa. No dando prebendas a cambio de nada, no soltando etarras para que se paseen por los telediarios como ejemplo de las nuevas generaciones. No debería salir ni un etarra hasta que el último zulo, pistola haya sido entregada.

Indigno, primero para con la familias que han tenido que enterrar a los asesinados, y luego para el resto de la sociedad. ¿Por qué tenemos que convivir con esta manada de degenerados? ¿Acaso no está la seguridad de las persona honradas por encima de la libertad de los asesinos?

Indigno por parte de un gobierno con mayoría absoluta que sólo tendría que cambiar el código penal para evitar excarcelaciones. Los ingleses sin cambiar la ley llevan desde el 87 pasándose Estrasburgo por el arco del triunfo, y no pasa nada. ¿Somos menos que ellos? Yo no digo que los suiciden como hicieron los ingleses en la gasolinera de Gibraltar. Quizá tampoco que los manden con el mono naranja a un lugar como Guantánamo, aunque ahí tengo mis dudas. Pero hay que cortar las sonrisas ya.

Estudié en Navarra y algo sé. Una vez cogieron a un amigo, le pegaron una paliza entre cuatro sólo por el hecho de ser andaluz y lo tiraron por el hueco del ascensor donde lo encontraron el día siguiente en coma. Cuando su madre se enteró no sonreía, cuando salió del hospital, él tampoco sonreía. En cambio los etarras de vuelta a su herrikotaberna se descojonaban entre copas. No nos merecemos un país donde los asesinos sonrían y las víctimas lloren. Mariano, no hay un paraguas suficientemente grande para resguardarse de las lágrimas de las víctimas. Con esto no valen tibiezas, haz algo, o págalo en las elecciones.