EL PODER Y LA HUELGA

Es de verdad insólito que miembros de un Gobierno se declaren en huelga. Parece evidente que las instituciones están por encima de las contigencias, es más, que son el baluarte inmutable frente a ellas. Los cargos públicos no son trabajadores al uso, pero si les reclamamos que sean consecuentes con sus ideas hay que aceptar que los representantes de los votantes de Izquierda Unida se sumen a las iniciativas políticas de su formación. Es inusual esta situación que vemos en Andalucía, porque hasta ahora nunca había coincidido una huelga general con la coalición en el poder.

Otra cosa es la postura del PSOE, que aquí en Andalucía, después de gobernar toda la democracia, es «el poder» por definición y, además, defiende su papel institucional, vertebrador, etc. Aunque quiera separar esta vertiente de la puramente política, orgánica, la identificación es inevitable. Pero también de esta doble condición quiere hacer bandera el nuevo PSOE de Griñán para poder caminar tras las pancartas, movilizarse, recuperar espacio en la calle, consciente no sólo de su pérdida de votantes sino de la necesidad de hacerse visibles como único bastión frente al PP.

El partido socialista, por otra parte, busca su nueva base electoral en un escenario social convulsionado. Si desde aquel día del abandono del marxismo que anunció Felipe González para sorpresa de todos sus compañeros, no ha hecho más que deslizarse hacia el centro político, incluso a veces algo más allá, ahora quiere resituarse, en vistas también de que sus votantes van, con la crisis, migrando hacia posiciones más críticas y duras, por intentar evitar que se les desenganchen del todo. Curiosamente, griñán siempre fue del ala socialdemócrata y ahora le toca protagonizar esta re-izquierdización.

Con todo, en la suspensión del pleno parlamentario del día 14 hay una razón nada ideológica, sino práctica: como falten los de IU, el PSOE perderá las votaciones ante la mayoría del PP. Y se trata del debate de los presupuestos.