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El nuevo presidente del PP provincial tiene la mano a los socialistas para sacar a la provincia de la crisis. Deseable que llegue a buen puerto ese propósito

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Las muertes recientes de dos figuras políticas como Manuel Fraga y Santiago Carrillo nos han devuelto a algunos las vivencias de la transición; a otros, las lecciones aprendidas en la escuela sobre un momento clave en la historia de España: cuando este país abandonó las sombras de una dictadura para afrontar un periodo nuevo en libertad. España supo salir de ese momento crucial sin golpes de Estado (hubo una intentona que con los años se demostró demasiado chapucera para prosperar), sin reproducir nuevas guerras civiles y ejerciendo todos los políticos una ejemplar cesión de parte de sus convicciones ideológicas en pro del beneficio de toda la sociedad. El resultado final fue una Carta Magna que no convencía a ninguno de los firmantes de principio a fin, pero que sirvió de base para una convivencia pacífica que ha durado décadas y el inicio de una nueva etapa de desarrollo para un país que se había quedado anclado, a la fuerza, en el pasado. Comunistas aceptando la jefatura del Estado en manos de un Rey, antiguos miembros del Régimen fanquista que asumían cómo la soberanía nacional regresaba a las urnas...Aquellos que no quisieron hacer ese esfuerzo, se quedaron aislados en sus extremos. El tiempo los relegó a minoría sin apenas voz.

Ayer, el nuevo presidente de los populares gaditanos, Antonio Sanz, tendía la mano a los socialistas en su discurso tras la elección para sacar a la provincia de la crisis. Deseable que esa intención no se quede en un simple brindis al sol porque Cádiz, al igual que el resto del país, está atravesando por otro momento crucial de su historia. Está en juego no solo la soberanía a cambio de financiación externa sino también una fractura social que convierta de nuevo a hermanos en enemigos.