Editorial

Discurso en presidente

Rajoy supo distinguir ayer las prioridades económicas de aquellas otras cuestiones que están en un segundo plano

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El candidato a la presidencia, Mariano Rajoy, emplazó ayer al conjunto del país a hacer frente a los desafíos generados por la crisis mediante un esfuerzo compartido. La presentación de su programa de gobierno y el debate al que dio lugar en el Congreso evidenciaron que el nuevo Ejecutivo no solo va a contar con el amplio apoyo obtenido en las urnas, sino que sus líneas fundamentales de actuación en materia económica y de empleo resultan prácticamente insoslayables para la inmensa mayoría del arco parlamentario. Rajoy expuso ayer, aunque de forma más detallada, las propuestas que mantuvo durante la campaña. La novedad es que las mismas se han convertido en pautas de un Gobierno que nace esta semana haciendo suyos los compromisos adquiridos por España en el marco europeo. Rajoy enumeró un amplio paquete de medidas e iniciativas legislativas para el primer trimestre del próximo año. Una tarea ardua cuyo contenido preciso irá revelándose, en lo sustancial, a partir de las previsiones de crecimiento que en enero establezca Bruselas para el conjunto de la Unión. Pero tanto la actualización de las pensiones como los incentivos fiscales anunciados por Rajoy para animar a emprendedores y pequeñas y medianas empresas supondrán un esfuerzo para las arcas públicas que podría incrementar seriamente el monto de 16.500 millones de euros que representa la parte del déficit que deberán acometer las distintas administraciones durante el próximo ejercicio, siempre que no se vea incrementado en el tramo final del presente año. Algo semejante ocurre en cuanto a la prometida culminación de la reestructuración del sistema financiero, que ayer dejó la interrogante del coste que pueda suponer a la hora de acabar con la toxicidad que encierra el suelo como activo sobrevalorado. Por su parte, la reforma del mercado del trabajo y de la negociación colectiva podría dilatarse más de lo que Rajoy dejó entrever al urgir a empresarios y sindicatos a que presenten las conclusiones de sus acuerdos y desacuerdos en la materia después de Reyes.

Quien hoy saldrá elegido como presidente por los diputados de la X Legislatura se centró en defender el ajuste y la contención con el objetivo de crecer y crear empleo, concediendo algunas medidas de estímulo fiscal a la inversión y al ahorro. Todo lo demás -renovación de órganos del Estado, implantación de un bachillerato de tres años o el capítulo de los derechos civiles- formaría parte de un plano secundario en sus preocupaciones. Aunque ayer en el Congreso se respiraba la inquietud que la mayoría absoluta del PP suscita en las demás formaciones, en tanto que limita sobremanera su peso relativo en la toma de decisiones en la política española y condiciona sus perspectivas partidarias. Una inquietud que corresponde atenuar a Rajoy no solo mediante la disposición formal al diálogo sino brindándose realmente al acuerdo. Tanto la fuerza centrípeta que la mayoría absoluta en el Congreso y en el Senado entraña para el Estado de las autonomías como, sobre todo, las circunstancias excepcionales por las que atraviesan la economía y la deuda realzan la posición del poder central respecto al de las demás administraciones. La reclamación de una óptima unidad de mercado se une a la homogeneización inducida por los reajustes que la penuria financiera introduce en la discrecionalidad institucional. Pero, como el propio Rajoy apuntó, es primordial que esa conjunción de criterios y esfuerzos se alcance mediante el diálogo integrador y no a través de normas básicas que se impongan sobre el marco competencial vigente.