Editorial

El gran recorte autonómico

Tras las elecciones ya no hay pretexto que impida el cumplimiento de las obligaciones

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Las elecciones autonómicas del 22 de mayo, en las que el Partido Popular consiguió imponerse con autoridad, marcaron el comienzo del inaplazable ajuste que había de realizarse para hacer viable el compromiso de convergencia del Estado, que, como es conocido, consiste en concluir 2011 con un déficit público de todas las administraciones del 6% del PIB, del 4,6% en 2012 y del 3% -ya en los límites del Pacto de Estabilidad- el 2012. Las administraciones autonómicas, por su parte, debían respetar un endeudamiento máximo del 1,3% del PIB. Cataluña, que había celebrado las elecciones autonómicas en 2010 y tras desalojar al 'tripartito' se había dotado de un gobierno nacionalista, marcó la pauta con un primer ajuste, inaplazable por el abultado déficit que había dejado el gobierno anterior. Y las restantes autonomías han ido aprestándose a hacer lo propio, con desigual entusiasmo -la más rigurosa hasta ahora ha sido Castilla-La Mancha de la mano de Dolores de Cospedal- ya que los dos grandes partidos eran conscientes de que un celo excesivo en la austeridad podía pasarles factura el 20-N. Ahora ya no hay pretexto que impida el cumplimiento de las obligaciones, y si Cataluña anunció el mismo día 22 un nuevo y riguroso ajuste, ayer era el País Vasco el que anunciaba medidas de austeridad: el Gobierno vasco presentaba a los sindicatos de la Función Pública un plan temporal para reducir el gasto de personal en 100 millones de euros en 2012. Euskadi y Cataluña se adelantan así a un ajuste general que con toda seguridad emprenderán las demás comunidades autónomas, todas gobernadas por el PP con las solas excepciones de Andalucía y Asturias, y que se hará sobre la pauta castellano manchega. El hecho de que la gran mayoría de las administraciones autonómicas y la administración central estén gobernadas por el mismo partido, el PP, debería facilitar la coordinación de las cuentas públicas en los dos principales niveles de gasto, evitar las desviaciones y facilitar el cumplimiento de los duros objetivos que deben redimirnos de esta desastrosa situación.