José Estudillo recibió una paliza a las puertas de un bar en San Severiano. :: FRANCIS JIMÉNEZ
CÁDIZ

Los acusados de matar a José Estudillo dicen que solo le dieron una patada

El fiscal asegura que «celebraron la victoria de la selección desahogando sus ansias agresivas» y que tenían la intención de «quitarle la vida»

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José Estudillo Saldaña murió en Cádiz con 40 años, al recibir una brutal paliza en una noche histórica: la de la victoria de la selección española en la final del Mundial de Fútbol de Sudáfrica, en el verano de 2010. La relación entre su muerte y el fútbol no se limita a que ocurrieran en la misma fecha. Para la Fiscalía, el homicidio fue la consecuencia de una celebración desenfrenada por parte de dos jóvenes gaditanos (Benito M. M. e Isaac S. C.), que tuvieron una discusión con José Estudillo en un bar de San Severiano, tras una noche cargada de alcohol y drogas.

Ambos «querían celebrar el Mundial desahogando sus ansias agresivas con otra persona, querían liberar su agresividad y buscaron un pretexto, como cualquier otro», explicaba ayer el fiscal a los miembros del jurado, en el comienzo del juicio en la Audiencia Provincial a los dos supuestos agresores.

El pretexto fue que José Estudillo, al parecer, dirigió su mirada a la pareja de Benito cuando ésta salía del bar de San Severiano. Benito se lo recriminó y, aunque José le pidió perdón y se calmaron los ánimos, la discusión se recrudeció y acabaron a golpes ante la puerta del local. Benito fue supuestamente ayudado por su amigo Isaac y entre ambos sacaron a Estudillo a empujones, lo tiraron al suelo y lo patearon, según el fiscal, que cree que no solo quisieron hacerle daño, sino que «decidieron quitarle la vida, al darle golpes muy graves en zonas que todo el mundo sabe que causan graves daños; hicieron una carnicería». El abogado de la familia de Estudillo suavizó la acusación: reconoció que «quizá no salieron de su casa queriendo matar a alguien», pero ambos sabían que José podía morir con aquellos golpes y aún así, continuaron. «Lo asumieron».

Frente a estos argumentos, la defensa de Benito M. M. reconoció que su cliente lesionó a Estudillo, pero en una riña de igual a igual, aceptada por ambas partes, en la que José propuso salir a la calle y llegó a dar un puñetazo. Además, sugirió que las heridas quizá no causaron la muerte de Estudillo, ya que -según dijo Benito- solo le dio «una patada en un costado» y salió corriendo asustado porque los amigos de José fueran a pegarle. El abogado llegó a insinuar que las lesiones mortales quizá fueron causadas en las prácticas de reanimación sanitaria. Benito supo al día siguiente que José había muerto. «No me lo creía», se defendió ayer. Por eso, según él, no se entregó a la Policía.

Isaac por su lado alegó ayer que solo «intentó mediar en la pelea» y separar a Benito y a José. De hecho, su abogado pide la absolución. Pero una cámara de seguridad del bar grabó cómo agarraba a Estudillo por el cuello y lo tiraba al suelo. Isaac dijo ayer que lo hizo para impedir que José agrediera a Benito. En todo caso, negó haber dado patadas a la víctima: «Cuando salí del bar, había mucha gente, me asusté y salí corriendo». Al menos un testigo confirmó ayer que vio a Isaac en la agresión. Es más, según recordó, el joven «dio una patada a José en el cuello que sonó fuerte».

Buena parte de la defensa se basó en culpar a un amigo de Estudillo de haber provocado la reyerta. Según los abogados, este hombre que iba con una muleta metió cizaña al llamar «chulo» a Benito, cuando los ánimos ya se habían calmado. Dos testigos corroboraron ayer esta versión, y aunque no oyeron lo de «chulo», sí vieron al de la muleta dirigirse a Benito de forma desafiante. El juicio continúa hoy con la declaración de más testigos.

Más allá de sus recuerdos, los detalles de la discusión fueron también grabados por la cámara de seguridad situada en una esquina del bar. Por desgracia, no hay imágenes de la supuesta agresión que tuvo lugar en la calle. Y las que existen del interior son de poca calidad. En el vídeo -que se proyectó ayer-, la pelea entre los acusados y la víctima se mezclaba con el sonido de la televisión, en la que los locutores recogían la euforia en toda España por la victoria del fútbol. Una celebración que, en Cádiz, se tiñó de sangre.