MILENIO

A UN AMIGO

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Para estar en política es imprescindible, por lo general, tener un corazón de hojalata y horchata en el sistema sanguíneo. Si no es así, te destruyen rápidamente tus adversarios. Sin piedad, con toda la mala baba del mundo. El caso de Griñán, por ejemplo; le zurran todos los días, como si fuera en vida una especie de Grecia en ese devorador y siniestro sistema llamado Unión Europea, sólo acto para estados fuertes y acaudalados como Alemania, Holanda y, quizás, Francia. Al percibirse nítidamente la debilidad política del sucesor de Chaves, sus adversarios de siglas, tan crueles como esos acaudalados financieros (todavía en libertad) que cada día asaltan a los países ribereños de la Unión, le atosigan, le agobian y le niegan el pan y la sal.

Claro que el agobio procede, en principio, de sus propios compañeros de partido. Está más solo que Crusoe en aquella isla perdida de un mar ignoto. El prócer no tiene la suficiente mala milk para ir devolviendo todos los golpes que recibe de propios y extraños. Y esto lo afirma y firma un informador al que Griñán decepcionó profundamente tiempos ha. Pero ya se sabe: en política vale todo, abundan los taimados, los de doble cara y mala uva. Pero, sobre todo, en política se esfuman con rapidez los afectos y se eterniza el cainismo inmisericorde. El propio personaje sabrá hasta qué punto le compensa esa actividad pública tan inmisericorde y procelosa. La mala baba que le han inoculado sus adversarios es más que probable que el mismo Griñán esté inoculando hasta el final de su vida política. La política es para gente dura, sectaria a ser posible. El que quiera cuentos como el de Blancanieves que acuda a las sesiones matinales del cinematográfico.

Pero también nos encontramos con el reverso de la moneda. El caso del kiki Díaz Berbel, ex alcalde de Granada y ex delegado del Gobierno central en Andalucía. Los periodistas que más le tratamos en su cargo institucional le llamábamos "Pepe el Tractorista", por su buen rollo y bonhomía. Amigo de tertulias, socarrón, llanote, diligente ante sus superiores y más lugareño que las torrijas de Semana Santa. Regresó a Granada pero Sevilla se le metió en el alma. Supo extender la mano diestra, que en política es fundamental, y se llevó bien con algunos demonios y no pocos tipos legales que se le acercaron sin pretensiones. Los gacetilleros le recordaremos sine die. Adiós, amigo.