Editorial

Terror en Marraquech

Las bombas fanáticas van también contra el vendaval democratizador en el mundo árabe

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En el corazón de la más popular plaza de cualquier ciudad marroquí, la de Yemaa al-Fnaa en Marraquech un atentado terrorista mató ayer al menos a 18 personas, muchas de ellas extranjeras, e hirió a otras tantas. Es el peor ataque desde los de Casablanca en 2003, con 45 muertos y hoy como entonces, y a falta de reivindicación de la autoría tienen el sello de las acciones criminales del 'Grupo Combatiente Islámico Marroquí', por otras palabras la filial de Al-Qaida en el país, tan mencionada en nuestro drama del 11 de marzo de 2003. El cobarde e indiscriminado atentado se inscribe cronológicamente en un importante momento de la vida político-institucional del país, embarcado, tras algunas protestas sociales y políticas razonablemente bien gestionadas por el gobierno, en un proceso de cambio muy profundo, al menos sobre el papel. El rey, centro insoslayable del entramado institucional y de la vida nacional, por la ley y por la tradición, emprendió toda una reforma constitucional que debe ser sometida a un referéndum en junio. Tal reforma debe cambiar el papel real, privar al monarca de atribuciones nunca cedidas al Gobierno y dar al Parlamento el protagonismo que un régimen democrático le da por definición. La decisión de Mohamed VI fue muy bien recibida en su día y aunque algunos medios, sobre todo entre los sectores jóvenes de la población, la tilden de escasa es un gran paso adelante en la democratización. Pero a Al-Qaida todo eso le tiene sin cuidado y su fantasmagórico 'emirato islámico' es tan inviable como rechazado por la opinión. El islamismo político marroquí, que tiene varias expresiones de fondo, alguna de ellas con buena representación parlamentaria, nada tiene que ver con una agresión tan inicua y tan alejada de las preocupaciones de la gente. Es importante subrayar que el grueso de la opinión repudia este recurso a la violencia ciega y los terroristas lo saben. Una de las lecciones del vendaval democratizador en el mundo árabe es que la opinión pacífica y enérgicamente expresada hace más por la democracia y la Justicia que las bombas fanáticas que en Marruecos, hoy como ayer, fracasarán de nuevo.