MILENIO

ALTA TENSIÓN

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No se recordaba nada parecido en el Parlamento andaluz, a lo largo de su corta existencia, como lo acontecido en su última sesión plenaria. El espíritu y la hondura literaria y lírica de García Lorca (Café de Chinitas) revivieron y se paseó por el digno recinto que fue convirtiéndose, a medida que se iba caldeando el ambiente y las diatribas y descalificaciones entre las bandadas enfrentadas, en una especie de café cantante con sus mozos con navajas visibles en el fajín de sus cinturas y el cruce de miradas aviesas. Alta tensión, en definitiva.

Con un Javier Arenas convertido en hijo de la ira que retaba una vez y otra con dialéctica de amanecer ferial y semblante crispado al jefe regional socialista y presidente de la Junta de Andalucía, ciudadano Griñán, para gozo y regocijo de sus incondicionales centristas y voluntariosos y desasosiego para las desconcertadas bancadas socialistas que no lograban salir del estupor que les provocaba la dialéctica del iracundo Arenas. Si los parlamentarios británicos de postguerra ya fallecidos hubiesen podido asomarse desde el llamado más allá, habrían comprendido que el recuerdo dialéctico que dejaron en la Cámara de los Comunes haciendo causa común con el líder Churchill, era en su conjunto una especie de cuento de Navidad.

Cierto. Hacía tiempo que no se presenciaba en la Cámara de las Cinco Llagas tanta violencia dialéctica tirando a bronca de taberna con un objetivo rotundo y concreto: hundir la línea de flotación del mandatario Griñán demostrando que estuvo en todo momento informado y bendecido por su autoridad de la existencia de tantos ERE irregulares.

Aunque queda por conocer si tanta violencia verbal logrará derribar al relajado Griñán, al que ya algunos llaman 'el llanero solitario', pues siempre tiene que defenderse en solitario de los obuses enemigos. Les falta porque cayeron en desgracia, tipos recios como Pepe Caballos, el desplazado Gaspar Zarrías y algún que otro que condenaron a galeras tras disfrutar de los favores y la incondicionalidad de Alfonso Guerra. Confiemos, en cualquier caso, que la Institución parlamentaria no sea devorada por los ajustes de cuentas y las pendencias entre gente maltratada por la vida pública, sus pompas y vanidades.