Lodos, fangos y charcos inundan ahora Las Aletas, un terreno baldío y sin uso entre Puerto Real y San Fernando. :: A. VÁZQUEZ
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La otra cara de Las Aletas

Fangos y lodos cubren hoy uno de los parajes acuícolas más productivos, modificado por el hombre

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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De paraje fértil a una estepa salina improductiva gracias a la acción del hombre. La extensión que ocupa el parque natural de Las Aletas, en Puerto Real, fue desde sus orígenes una gran marisma viva en plena Bahía de Cádiz y apta tanto para la actividad salinera como para la cría de alevines en esteros. Se trata de una producción que ha marcado la historia gaditana desde los romanos. Sin embargo, el paso del tiempo ha sido capaz de mover montañas de sitio y alterar los ritmos biológicos naturales. El debate abierto en esta zona gira ahora sobre la construcción del tercer parque logístico y empresarial de Andalucía. Los terrenos forman un extenso erial sin uso. Pero para llegar a esta situación, el hombre ha modificado todo lo que se ha encontrado a su paso.

El origen de Las Aletas hay que buscarlo en la antigua desembocadura del río Guadalete y en su brazo: el río San Pedro. La apertura al mar de ambos ríos estaba situada antiguamente más arriba de El Portal, lo que permitía una amplia laguna de agua entre El Puerto y Puerto Real. El profesor de la UCA, miembro del departamento de Ciencias de la Tierra, Ángel Sánchez, destaca que los materiales depositados en las desembocaduras iniciales han ido formando un terreno que arranca desde Doña Blanca. Esa concentración de agua y sedimentos acumulados durante siglos es lo que ha formado el suelo de Las Aletas y el parque de los Toruños, este último virgen y sin agresión.

Se trata, por tanto, de una extensión configurada por limos y arcillas que, a través del efecto de las mareas, la convirtieron en zona de marisma. En su interior se localizan caños y charcos que se abren paso entre bancales de lodo. Luis Moreno todavía recuerda cuando vivía con su familia en Las Aletas. Su mayor ilusión era dividir los 2.000 metros cuadrados de su parcela en partes iguales para construir una casa a cada hijo. Sin embargo, en 2008 tuvo que hacer las maletas y abandonar la finca por una expropiación forzosa. La Administración regional seguía adelante con su proceso para ubicar en este terreno el polígono industrial. Luis y una veintena de familias tenían su vivienda en la parte menos agreste de la marisma, a tiro de piedra del campo de fútbol de Puerto Real. Hoy vive en un piso de alquiler y con una indemnización por los terrenos de unos 100.000 euros.

Un informe técnico de la Dirección General de Urbanismo de la Consejería de Obras Públicas alude al efecto que ha tenido sobre el terreno de Las Aletas la evolución del río Guadalete para convertir su suelo en un medio vivo, dinámico y productivo. Pero el movimiento se demuestra andando y ha sido la construcción de infraestructuras portuarias, carreteras y la red ferroviaria, amén del impacto urbanístico que despide la Bahía desde varios frentes, lo que ha ido cercando y condenando a Las Aletas. Este mismo estudio acusa a la alta evaporación del entorno, las heladas, las fuertes temperaturas del verano y a un importante déficit hídrico como elementos que también han contribuido a acelerar su estado seco.

El declive

Pero la muerte de Las Aletas como paraje natural y enclave biológico tiene lugar en la década de los cincuenta. Hasta entonces, el terreno sobrevivía como hábitat de marisma pese a las agresiones propias del desarrollo de los municipios más cercanos (El Puerto, Puerto Real y San Fernando). La expropiación de la zona más fértil de Rota para la construcción de la base americana marcó el antes y el después de Las Aletas.

La zona donde hoy se levanta la base militar era un paraje de grandes cultivos de huerta. La actuación del Gobierno a favor de Estados Unidos obligó a trasladar de sitio la zona agrícola de la Costa Noroeste. Así comenzó el fin de Las Aletas. El terreno elegido por el Gobierno de Franco para desarrollar la agricultura fueron las más de 600 hectáreas desplegadas entre Puerto Real y San Fernando. Comenzaba entonces una transformación de Las Aletas orquestada por la mano del hombre. La geóloga y miembro de Ecologistas en Acción, Lola Yllescas, destaca como se construyeron diques y se frenó el acceso directo del agua por el efecto de las mareas. Poco a poco se fue desecando el terreno para favorecer a la agricultura. Sin embargo, la puesta en marcha de cultivos en Las Aletas fue un fracaso desde el primer momento. Yllescas aclara que el suelo, aunque desecado, es una marisma y su concentración salina es muy alta, «lo que significa que las plantaciones nunca dieron resultado». De esta forma esos agricultores trasladados desde Rota hasta Puerto Real fueron abandonando las tierras de cultivo de Las Aletas hasta quedar como una estepa seca y sin uso, donde aflora el agua con las mareas a través del subsuelo.

Esta situación es la que ha llevado desde hace más de una década a las administraciones públicas a buscar un nuevo uso a esta zona. De tal forma que si ya no es fértil para el uso agrícola tiene todas las posibilidades de que lo sea para la actividad industrial. Finalmente, Las Aletas se han quedado como un enclave estratégico en el corazón de la Bahía. Ahora es un suelo baldío flanqueado por las principales redes de comunicación de la provincia. Las administraciones públicas señalan que es el mejor sitio para ubicar el parque empresarial. Un nuevo estudio urbanístico ha reducido el impacto de esta actuación y de las 527 deja 120 para uso industrial, 140 las protege y 250 para actuaciones vinculadas con la acuicultura.

La otra cara de la moneda la plantean los ecologistas y es que todo la acción del hombre puede ser reversible y en este caso lo es. La Demarcación de Costas tiene un estudio para devolver el estado inundable a Las Alteas. Su estado original.