FOTOMATÓN

La mirada amable de un embajador del jerez

César Saldaña Director general del Consejo Regulador

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Es viernes, 11 de febrero. Cuando hablamos por la mañana, César me confiesa que es un día especial, es el día de su cincuenta cumpleaños. Qué mejor ocasión para pasar por el Fotomatón de LA VOZ de Jerez, pienso. Y allá vamos. Llegar a los cincuenta tacos es una buena oportunidad para recordar cómo hemos llegado hasta aquí. El director general del Consejo Regulador del Jerez, la Manzanilla y el Vinagre nació en el jerezano barrio de La Plata, aunque pronto se trasladaría con su familia a la Barriada España -«yo pertenezco a una generación de niños que jugábamos en la calle, en la alamedita, aunque debo reconocer que no era muy bueno al fútbol»- y, posteriormente, a la urbanización El Bosque, «que era literalmente un bosque, sólo había dos bloques de viviendas». Saldaña es un apellido que en Jerez está ligado a bodegas y sastrerías o tiendas de textil. De hecho, el abuelo de César fue el primero en abrir una boutique en Jerez, la boutique Fedora. «Era un sevillano muy salado, muy simpático y con unas dotes comerciales excepcionales», relata. En efecto, su familia provenía de la capital hispalense, aunque su padre, que llegó a ser director general de González Byass, fue el primero de la saga en nacer en Jerez. Casualmente, comenzó a trabajar en la bodega en febrero de 1961, coincidiendo con el nacimiento de César, que, así las cosas, estaba predestinado a dedicarse profesionalmente al vino de Jerez. Sin embargo, el hoy director general del Consejo se fue a estudiar a Madrid y allí comenzó a trabajar en la consultora Arthur Andersen. Después lo trasladarían a Sevilla y, finalmente, volvería a Jerez para ocupar cargos de responsabilidad en González Byass, Sandeman y, ahora, la Casa del Vino. «El lugar más exótico donde me he tomado una copa de jerez, son muchos, pero, por ejemplo, en Kioto, Bangkok o Seúl me han puesto un fino con venencia y sin que se les derramara ni una gota al suelo». Su trabajo le ha convertido en embajador de los caldos de nuestra tierra en todo el planeta, desde Australia a Japón, pasando por Estados Unidos. Habla inglés a la perfección, pero tiene una espinita con el francés. «Es un idioma que me encanta», asegura, «pero sólo he logrado chapurrearlo y una de mis frustraciones es no haberlo aprendido bien». Es difícil sorprenderlo con una copa en la mano que no sea de vino de Jerez, pero, como todo el mundo, tiene también otras preferencias. A César Saldaña le gustan los vinos «que tienen personalidad, identidad», y cita el champán, el oporto, los tintos rioja o los rueda blancos. «Cerveza no tomo en la vida, porque no me gusta, y de los licores me quedo con un gin tonic bien puesto o un brandy combinado con coca cola», señala. Y a la hora de meterse en los fogones dice no ser un buen cocinero, pero si un estupendo ayudante. «Soy un pinche magnífico porque hago exactamente todo lo que me van diciendo y voy limpiando lo que se ensucia». No obstante, que hace unas «buenas tortillas de patata» y que el día anterior se había pasado la tarde en la cocina con su mujer, Carla, preparando unas «tagarninas esparragás». César y Carla tienen tres hijos, y «como soy muy poco creativo para los nombres y pienso que el mejor homenaje que se le puede hacer a alguien es perpetuar su nombre», se llaman César, Arcadio -el séptimo de la familia- y Carlos -como el abuelo materno-. No parece que ninguno se vaya a dedicar al sector bodeguero. «En mi casa somos mucho de letras, de hecho mi mujer es bibliotecaria, y la pasión de mi hijo mayor es la poesía», cuenta. César Saldaña no es un hombre de grandes aficiones «sino que picoteo un poco de todo», aunque si tuviese que elegir algo se quedaría con la música y los libros. «La música me ha dado grandes satisfacciones, en casa todos saben tocar algún instrumento musical, es fundamental para nosotros», indica antes de comentar que «soy más de libros que de lectura, es decir, me encanta el libro como materia física, las buenas ediciones, y, aunque leo mucho, no soy un devorador de lectura como los demás en mi familia». En cuanto al deporte, César Saldaña se declara aficionado a la náutica, y dice que de vez en cuando juega al golf. Por otra parte, últimamente da vueltas en su cabeza la idea de desempolvar su pasión por el dibujo. «De chaval iba a la Escuela de Artes y Oficios con Fernando Toro y era bueno dibujando a plumilla, pero hace poco intenté ponerme de nuevo y he comprobado que no se puede abandonar la práctica». Así es César, un hombre de porte elegante y mirada amable, rasgos que no vienen mal cuando uno es embajador de los vinos de Jerez.