Opinion

Sindicatos y ajuste

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Los sindicatos, que en España han protagonizado un plausible proceso de despolitización y profesionalización, no están sin embargo desempeñando un papel constructivo en esta crisis, que carga pesadamente sobre una parte importante de su clientela natural: los 4,6 millones de parados. Tras el anuncio del ajuste, su actitud es desconcertante. Han organizado movilizaciones en el sector público, que desembocarán en una huelga de funcionarios el 8 de junio, lo que puede entenderse hasta cierto punto. Sin embargo, es menos inteligible que, tras afirmar que los recortes dificultan la negociación social, manejen a modo de arma arrojadiza la hipótesis de una huelga general, sobre todo en el caso de que el Gobierno se atreva a dictar una reforma laboral por decreto. Lo que la situación de este país exige de los sindicatos es que tengan iniciativa y arrojo suficientes para ultimar en cuestión de días la negociación con los empresarios y el Gobierno que ya dura demasiados meses. Y que modernicen el sistema de relaciones laborales para facilitar la reactivación del mercado laboral, la reducción de la temporalidad y el camino hacia el empleo de muchos parados que, en el fondo, son víctimas del anacronismo de los viejos sistemas de contratación.