Julio Rodríguez, José Manuel Romero, Gema Carrasco y Juan José Pantoja fueron distinguidos con premios y menciones por el Ministerio de Educación por obtener las mejores calificaciones de toda España en la Universidad. :: LA VOZ
CÁDIZ

El Ministerio premia a cuatro estudiantes de la UCA por su expediente académico

Todos son conscientes de que las matrículas de honor no siempre sirven para conseguir un puesto de trabajo

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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A pesar de las muchas horas bajo la luz del flexo que cuesta una matrícula de honor, tener un expediente académico digno de premio no siempre es sinónimo de mayores oportunidades laborales. Al menos es lo que han experimentado los cuatro gaditanos que ayer fueron distinguidos con premios y menciones por el Ministerio de Educación por obtener las mejores calificaciones de toda España en la Universidad.

Se trata de una alumna de Ingeniería Técnica, otro de Enfermería y otros dos de Química. El expediente más sobresaliente ha sido el de Gema Carrasco García, primer premio de Ingeniería Técnica. Estudiante en el campus de Algeciras, terminó el primer ciclo (por el que le han dado el reconocimiento) y ahora le quedan 4 ó 5 asignaturas del segundo. Su caso es el más afortunado, porque ya se encuentra trabajando y además, cerca de casa, en la central técnica de ciclo combinado que Endesa tiene en San Roque. A Gema le gustaba la Física y las Matemáticas pero, con un sentido práctico, entendió que una ingeniería tendría más salida laboral. Al igual que para los otros tres jóvenes, estudiar no ha sido un sacrificio tan grande. «Yo salía por ahí, con mis amigos, y la gente me decía que era imposible que sacara esas notas», cuenta. Gema es el orgullo de sus padres, el 'cerebrito' de la casa, con sus 24 años. Entró como becaria en la central y ahora ocupa un puesto de responsabilidad. «Imagino que sí, que habrán valorado mi expediente, pero también las ganas que le echaba».

Los químicos Juan José Pantoja y Julio Rodríguez López eran, además, compañeros de clase y promoción. Ambos han obtenido una mención por sus expedientes. Junto con Dani, otro compañero con un expediente digno de elogio, competían sanamente a ver quién sacaba las mejores notas. Ambos también han decidido continuar con sus estudios. El gaditano -de Extramuros, para más señas- Juan José Pantoja, con 24 años, está haciendo el doctorado en Química Orgánica en la Facultad de Ciencias del Mar, en Puerto Real. Le quedan por lo menos 3 ó 4 años más de estudios y después... «Todavía no lo tengo claro», reconoce.

Su compañero, Julio Rodríguez López, ha optado por irse a Tenerife, para proseguir sus estudios. Este jerezano, licenciado en 2008, consiguió una beca para hacer el doctorado en la Universidad de La Laguna. Cobra cerca de 1.100 euros y admite que la vida de becario es dura. «El futuro está negro», sentencia y tiene razones para pensarlo, porque en su área el expediente académico sólo cuenta para conseguir becas y porque la inserción en el mundo de la enseñanza depende de muchos factores ajenos a él, como el número de publicaciones o la necesidad de pasar un periodo en el extranjero. Para él, la solución pasa porque el Estado «apueste por la inserción de los investigadores».

Su profesión es «bonita pero sacrificada», dice este joven de 24 años que de pequeño quería ser pediatra, aunque después se dio cuenta de que era «muy aprensivo».

Quien lo tenía claro desde muy pequeño es el cuarto galardonado. José Manuel Romero Sánchez afirma que la enfermería le gustó siempre, aunque nadie de su entorno era profesional de la salud. También a pesar de haber recibido ahora la mención por su expediente académico, ha optado por proseguir sus estudios y compaginarlo con su trabajo en Airbus. Hizo un Master Europeo en la Universidad de Alicante y ahora se ha marcado como objetivo ser uno de los primeros doctores en la especialidad, «gracias a los cambios que ha traído Bolonia». Romero lucha contra el estereotipo del enfermero que sólo se dedica a poner inyecciones: «También investigamos para mejorar los cuidados de los pacientes crónicos», advierte el isleño. Sabe que la etiqueta de empollón le cae como anillo al dedo, «pero un empollón enrollado», apostilla.