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Garzón y la transición

En este clima, la justicia española, con vitola de politizada desde hace tiempo, queda laminada

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La decisión de empitonar a Baltasar Garzón ha reabierto en nuestro país un debate con tensión de trinchera y ha supuesto un duro golpe para la imagen en el exterior de España como democracia ejemplar.

Parece evidente que la concentración en el tiempo de tres iniciativas judiciales, más o menos populares o privadas, sin apoyo del fiscal, tiene una evidente intención política: acabar con un juez que es odiado y admirado a partes iguales. Odiado por sectores muy poderosos de la derecha judicial, odiado también por algunos compañeros de toga progresista, que tampoco soportan su vanidad y tienen con él cuentas pendientes. Este afán de echar a Garzón de la Audiencia Nacional, con el ariete de grupos como la Falange española de las JONS, ha provocado una reacción de apoyo al magistrado en la izquierda, que agrupa ahora incluso a sectores que no le perdonan que instruyera los Gal en régimen de despecho.

Así las cosas, parece que la compleja digestión de la transición, con sus consensos ejemplares, con la izquierda antifranquista renunciando a la revancha y pidiendo reconciliación, sin replica equivalente al casi centenar de personas asesinadas por la derecha extrema y la policía de entonces; esa digestión ha entrado en volcánica y casi islandesa erupción.

Ya tenemos a la irritada derecha a la ofensiva y movilizada a la izquierda con agravios reverdecidos. En este clima, la justicia española, con vitola de politizada desde hace tiempo, queda laminada: a partir de ahora ya forma parte del imaginario ciudadano analizar el ADN político del juez que te toque en suerte y no evaluar su capacitación profesional o su sentido común.

Cuenta Garzón en su entorno que sus enemigos le han dicho que si acepta irse de la Audiencia, todas las causas quedarán en nada. Da igual que esto sea cierto o no, el carajal esta ya armado y los que reclaman el derecho a enterrar a sus muertos como Dios manda han incorporado una dosis añadida de irritación que les movilizará aún más.

Acaba el juez Gómez Bermúdez de decir, en contundente sentencia, que el cierre de 'Egunkaria' es inconstitucional. Sus palabras son un tremendo varapalo para el juez Del Olmo, que cerró el periódico por entender que formaba parte de ETA. Nadie ha acusado a Del Olmo de prevaricador, simplemente ha habido una enorme diferencia entre el juicio de Bermúdez y el del juez instructor, y eso que la decisión de Del Olmo ha sido de consecuencias irreparables y ha perjudicado a personas concretas. ¿Es tan complicado establecer que la discrepancia judicial con Garzón no significa que Garzón sea un prevaricador, máxime cuando no hay perjudicados? Lo sería si no existieran tantas ganas de tantos por acabar con él.