Cartas

Corrupción política

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Hace ya 2.700 años que Quilón de Esparta pasó a la posteridad como uno de los siete sabios de Grecia merced, entre otras cosas, a su lucha contra la corrupción de los políticos. No es sorprendente que todos esos años después sigamos con las mismas historias. Nada nuevo bajo el sol, y es que la condición humana es la que es y no otra.

Los partidos en el poder, sin una ley de financiación (ley que ningún partido desea en el fondo) buscan y encuentran medios económicos con los que: 1) Financian sus campañas políticas. 2) Premian a sus fieles, familiares, amigos, etcétera. 3) Como son los testaferros los que finalmente se juegan el tipo (aunque poco), algún provecho económico tienen que sacar de este tipo de operaciones.

Y todo ello a través de sistemas tan simples como el mecanismo de un silbo. Ciñéndonos exclusivamente al tema de la construcción, conceden contratos a dedo a empresas o bien participadas o de confianza o simpatizantes y les exigen un 'peaje' con el que nutren los repartos. Además de la indecencia del sistema, sistema que todos los partidos niegan, el procedimiento tiene otras connotaciones colaterales perversas, cuales son que los contratistas que se prestan a este indecente juego adquieren una patente de corso que les permite hinchar los presupuestos de las modificaciones de obra que se efectúan sobre la marcha para además acabarlas como quieren y cuando quieren.

Repasen sin ir más lejos las obras que se han realizado, por ejemplo, en cualquiera de sus ciudades en los últimos años y convendrán conmigo en que se pueden contar con los dedos de una oreja las inversiones que no se han desviado de manera escandalosa tanto en precio como en plazo de ejecución. Todo ello supone una estafa a la ciudadanía. Y nosotros vamos, les seguimos el juego y votamos.