PAN Y CIRCO

Bulto sospechoso

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En su frenética carrera por quitarse lustre de su bien ganado título como segundo mejor presidente de la historia del Cádiz, Antonio Muñoz se ha sacado esta semana otro conejo de su chistera, aunque éste ofrezca un poder mediático infinitamente inferior al de Víctor Espárrago. Por cierto, la supuesta revolución anímica que se esperaba con el regreso del uruguayo se ha quedado hasta la fecha en un simple ejercicio de postureo y poca sustancia. Pero vamos a lo que importa de verdad que es el estrambótico fichaje de Javier Moyano por el club cadista, una cuestión que, salvo los dos protagonistas de esta rocambolesca historia y sus más allegados, el resto de los mortales no atinamos a entender. Y es que hay cosas de este club que nos sigue costando digerir por mucho que desde su jefatura nos las quieran meter con calzador. El flamante vicepresidente ejecutivo (nuevo cargo que añadir a la interminable y poco efectiva nómina de esta casi centenaria entidad) puede presumir, al menos, de la unanimidad que despierta su persona entre la sociedad gaditana, pues 95 de cada 100 encuestados le ponen vestido de limpio. Un detalle para echarse a temblar o un síntoma de la verdadera razón que puede encerrar esta sospechosa maniobra: alguna deuda del pasado que hay que cobrarse en estos tiempos de crisis en los que los amantes de la copa, el puro y un buen mantel no se pueden permitir el lujo de pasar a un segundo plano. Con esta adquisición pone el Cádiz punto y final a su campaña de refuerzos en el mercado de invierno, una prueba más de la infinita distancia que media entre los caprichos del dueño y los deseos de una masa social que se echa a temblar cada vez que el máximo mandatario tiene una feliz idea, aunque luego sean los Kiko Femenía de turno y los periodistas 'anticadistas' los verdaderos culpables de los descensos de categoría.