Ahmadineyad prueba un láser en una feria en Teherán. :: AP
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¿Está Irán cerca de la bomba atómica?

EE UU duda de que pueda enriquecer uranio al 20%, cuando para construir la gran arma disuasoria se necesita al 90% El régimen persa despega en el campo nuclear pero todavía carece de elementos esenciales

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«El proceso se inició el pasado martes y los científicos ya han sido capaces de conseguir el primer paquete de uranio enriquecido al 20%». Cuarenta y ocho horas después de comunicar de forma oficial a la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) el inicio de las labores necesarias para aumentar el grado de enriquecimiento del elemento radiactivo en la planta de Natanz, el presidente Mahmud Ahmadineyad sorprendió a todo el mundo con sus avances nucleares durante la celebración del acto central del 31 aniversario de la revolución islámica. Casi de inmediato, la Casa Blanca respondía asegurando que se trataba más de «una declaración política que científica» ya que «no creemos que tengan la capacidad de alcanzar ese nivel de enriquecimiento».

Cinco años después de la llegada de Ahmadineyad al poder, Irán es una potencia nuclear. Las 7.000 centrifugadoras de la central de Natanz -se está construyendo una nueva instalación cerca de la ciudad santa de Qom y se ha planificado edificar otras diez a partir de marzo-, enriquecían hasta ahora uranio al 3,5%, un grado insuficiente para abastecer al reactor de investigación del centro de lucha contra el cáncer de Teherán, que precisa combustible al 20%. Esta es la causa oficial por la que los iraníes han decidido dar un paso adelante. «Los 850.000 pacientes de cáncer de nuestro país no pueden permitirse que el aparato se detenga», explicaba ante la sede de la AIEA en Viena el enviado iraní Alí Asghar Soltaniyeh. Este reactor fue colocado por los americanos en los años del sha y hasta ahora funcionaba con combustible vendido por Argentina.

Los expertos coinciden en señalar que es necesario un 90% de enriquecimiento para poder fabricar armamento atómico, un grado del que Irán estaría también muy próximo ya que según su presidente tienen «capacidad real para alcanzar el 80%». Este despegue tecnológico es el que despierta dudas en la comunidad internacional y en el seno de una AIEA que hasta el momento no ha podido determinar de forma objetiva si el programa nuclear iraní tiene fines militares o no. La falta de pruebas, sin embargo, pesa menos que la escasa confianza en Teherán por lo que ante la negativa iraní de detener sus actividades nucleares el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas ya ha aprobado tres rondas de sanciones y una cuarta está en boca de todos. Sólo la negativa de China y Rusia -que este año debería concluir las obras en el reactor de Busher, al sur del país persa- mantienen de momento las restricciones en un segundo plano. «Si hubiéramos querido la bomba, ya la tendríamos», repite una y otra vez Ahmadineyad. «Rechazamos el armamento nuclear con todas nuestras fuerzas», asegura el líder supremo, Alí Jamenéi.

«Derecho fundamental»

Irán habla de diálogo, pero no cede un ápice en lo que considera «un derecho fundamental». En octubre se llegó a un principio de acuerdo por el que la república islámica aceptaba enviar su uranio al 3,5% a Rusia y Francia para elevar su enriquecimiento. La discusión sobre la cantidad y los plazos de entrega, sin embargo, hicieron imposible que esta fórmula saliera adelante y por ello Teherán decidió avanzar de forma autónoma y ordenar a sus científicos impulsar el desarrollo del combustible atómico en sus propias instalaciones. Los expertos aseguran que con los medios actuales Irán podrá llegar a este nivel, pero dudan de que posea la tecnología necesaria para fabricar las planchas de combustibles finales para alimentar un reactor.

Dudas, incertidumbre y la amenaza de un régimen islámico con armas nucleares han llevado a Estados Unidos a desplegar ocho baterías de misiles en el golfo Pérsico. La carrera atómica iraní avanza imparable, como lo hace su tecnología balística, con capacidad incluso para poner satélites en órbita. La combinación de ambas es lo que hace realmente temible a un país que, pese al fuerte bloqueo que sufre desde hace tres décadas, ha desarrollado una industria propia con potencia suficiente para poner en jaque a toda la comunidad internacional.