TV

ÁGUILA ROJA

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Vamos a ver: todos comemos 'fast-food' de vez en cuando, todos nos llenamos la barriga de grasaza aunque sepamos que es malo, sencillamente porque es muy cómodo, porque el sabor es fuerte y grato, porque la oferta está por todas partes y porque, en dosis moderadas, tampoco se hace demasiado caro. Quiero decir con esto que no se puede condenar a nadie por entregarse a semejante tipo de vicios. Ahora bien, a ninguno se nos ocurriría invitar a unos amigos a cenar a casa con un mínimo decoro y sacarles como menú una montaña de salchichas chorreando 'ketchup', ¿verdad? Televisivamente hablando: vale que nos inclinemos ante el evidente éxito de 'Águila roja', sin duda uno de los grandes éxitos de la temporada, pero vamos a poner cada cosa en su sitio, porque las buenas cifras de audiencia y la calidad son conceptos que pertenecen a familias distintas.

Hay quien ha comparado el éxito de 'Águila roja' con el que hoy conoce el género de la novela histórica en el mercado librero. Creo que esto es bastante injusto. La novela histórica, como género, tiene sus virtudes y sus defectos. Los defectos: tendencia a trasplantar problemas actuales a épocas pasadas, dibujos esquemáticos de personajes según el gusto del día, ambientación insuficiente o errónea, recreación de circunstancias rigurosamente extemporáneas. Las virtudes: el afán didáctico, el servir para conocer la historia lejana y entender por qué pasó lo que pasó. Pues bien: 'Águila roja' tiene todos los defectos del género y ninguna de sus virtudes. La única virtud de 'Águila roja' es que entretiene; entretiene mucho. Seguramente no se le ha pedido otra cosa, y TVE se equivocará si pretende convencernos de que este acertado cómic de fantasía aspira a otras pretensiones. Aquí hay ninjas carpetovetónicos, señoras estupendas, malos malísimos, ideología de consumo rápido y sentimientos elementales. Lo básico. O sea que es como el 'fast-food': nos lo comemos, lo disfrutamos, eructamos y sanseacabó. Todos satisfechos. Pero nada más. Y desde luego, no lo serviremos como plato de lujo para agasajar comensales.