Merkel habla con el ministro de Exteriores, Guido Westerwelle. :: REUTERS
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Del ensueño a la desolación en cien días

BERLÍN. Actualizado: Guardar
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Frank-Walter Steinmeier aún tiene la derrota marcada en su rostro y el recuerdo del terrible resultado que obtuvo para su partido, el SPD, en las últimas elecciones alemanas casi le ató las manos para desempeñar con éxito su actual cargo de jefe del grupo parlamentario. Pero las desgracias no son eternas y el político rumió su venganza durante tres largos meses. El pasado jueves, el actual Gobierno de centroderecha cumplió cien días en el poder, un aniversario simbólico que fue aprovechado por Steinmeier para hacer un brutal ajuste de cuentas con su antigua aliada, la canciller Angela Merkel y el nuevo Ejecutivo que cogió las riendas del poder el 28 de octubre.

«No recuerdo que hubiera habido nunca antes un comienzo tan malo, tan lleno de errores y traspiés como el de este Gobierno», dijo el político socialdemócrata durante una concurrida rueda de prensa celebrada en Berlín. «El balance es simplemente una catástrofe y esta coalición carece de la fuerza de decisión necesaria para sacar al país de la crisis económica».

No fue la única critica que escuchó la canciller. El resto de los partidos de oposición incluso se atrevieron a pronosticar que la actual coalición no llegaría hasta el final de la legislatura a causa de la enfermedad que se incrustó en la alianza democristianaliberal desde que Merkel y sus ministros juraron el cargo: la división interna y la falta de liderazgo de la propia jefa de Gobierno para acabar con la guerra fratricida.

Los golpes bajos de la oposición es un juego que está permitido en la democracia. Pero a Merkel le debió de invadir la inquietud cuando leyó los editoriales de los principales periódicos relacionados con la gestión de su gobierno en los cien primeros días. En un raro gesto de unidad informativa, la prensa conservadora, liberal y la de izquierda hicieron frente común para criticar la labor del Ejecutivo.

«Cien días de desolación» fue el lacónico resumen del 'Bild', un diario que no oculta sus simpatías por la canciller y el Gobierno. El izquierdista 'Tageszeitung' utilizó una caricatura que presenta a Merkel como una invidente conducida por un perro lazarillo (Guido Westerwelle), también ciego. «Ninguno de los dos tiene una visión de la sociedad, ni tampoco una idea de cómo ofrecerle un futuro a la nación exportadora que es Alemania». «Esta coalición no ha sido capaz de justificar en forma satisfactoria por qué desean gobernar», recogía el influyente 'Frankfurter Allgemeine Zeitung', mientras que el conservador 'Die Welt' resaltó que el estilo de liderazgo de Merkel se había convertido en un obstáculo para ella misma y que ponía en peligro su poder.

Pubertad política

Pero la critica más categórica se podía leer en las páginas del 'Berliner Zeitung' y estaba dirigida al Partido Liberal que dirige el actual ministro de Exteriores, Guido Westerwelle. «Ellos no pueden hacerlo y no están preparados para gobernar. Angela Merkel gobierna con gente que se encuentra en la pubertad política y, si ellos no maduran rápidamente, tendremos por delante otros 1.360 días de histeria y de decisiones equivocadas», sentenciaba el rotativo.

El descontento de los medios también es compartido, de forma categórica, por la población. El jueves pasado el instituto demoscópico Emnid dio a conocer una encuesta que reveló que casi dos tercios de los alemanes están insatisfechos con el trabajo del nuevo Gobierno y sólo un 27% aprueba su gestión. Según el sondeo, Merkel sigue contando con la confianza de sus compatriotas, pero el Partido Liberal está perdiendo la confianza de los electores. La formación de Westerwelle obtuvo el 14,6% en las elecciones federales, pero si hoy tuvieran que repetirse los comicios sólo alcanzarían un 8%.

La perdida de popularidad no es gratuita. El FDP recibió en menos de un año una donación de 1,1 millones de euros del dueño de la cadena de hoteles Möwenpick, August von Blick, un gesto generoso e interesado que recibió una respuesta adecuada de los nuevos socios de coalición. Durante las negociaciones para elaborar el programa de gobierno, el FDP presionó a sus socios para que aprobaran una reducción del IVA que grava los hoteles de un 19% al 7 %. ¿Corrupción o clientelismo político? Las donaciones eran legales pero el regalo para los hoteleros arruinó la imagen de los liberales, que fueron acusados por la oposición socialdemócrata de ser un partido «vendido», un calificativo que también salpicó a la CDU y a la CSU de Baviera.

Todo era diferente hace cien días, cuando después de las elecciones federales Merkel y su partido lograron poner fin al gobierno de gran coalición y se unieron al Partido Liberal en una alianza que fue calificada por sus propios protagonistas como de «ensueño». Los nuevos socios prometieron al país un cambio político y moral profundo, y una reforma fiscal radical.

Promesas incumplidas

Pero los socios de coalición también cometieron el error de formular promesas que no pueden cumplir a causa de la crisis económica. Aun así, los liberales están decididos a impulsar una reforma fiscal, sin tener en cuenta los costes que implica. El ministro de Finanzas, el democristiano Wolfgang Schäuble, en lugar de apoyar los planes de sus aliados, no se cansa de repetir que la prioridad es la disciplina fiscal.

La discusión fue aplazada hasta después de mayo, para no envenenar la atmósfera política en el estado de Renania del Norte Westfalia, donde la coalición democristianaliberal está en peligro. Una derrota en el lander más poblado del país dejaría al gobierno de Merkel sin mayoría en la Cámara alta (Bundesrat) donde se aprueban todas las leyes que afectan a la federación.

«No me hago ilusiones. Esta legislatura no será para nada fácil», admitió la canciller al referirse al futuro de la alianza. «Pero lo más importante es que seamos capaces de resolver los problemas», insistió.