Chipre es estos días escenario de multitud de protestas. / Efe
EUROPA ANTE LA CRISIS

Chipre, pesadilla en el paraíso

La isla soñaba con convertirse en el Luxemburgo del Sur de Europa y se ha despertado con el primer 'corralito' de la UE

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En 1489 Chipre dejó de ser un reino independiente y se convirtió en una pieza más de los venecianos en el Mediterráneo. El tributo impuesto por los mamelucos a cambio de no arrasar la isla ahogó de tal forma a los chipriotas que su entonces reina, una descendiente de los primeros cruzados, no tuvo más remedio que echarse en brazos de la Serenísima República de San Marcos, lo más parecido a la UE que había en esa época en el Mediterráneo oriental. La historia, como se ve, siempre se repite y más de cinco siglos después la isla se ve obligada de nuevo a pedir ayuda a una potencia –en este caso Bruselas– ante el acoso, esta vez, de los señores de las finanzas que controlan los hilos del principal campo de batalla del mundo contemporáneo: el mercado.

«Nadie se esperaba una cosa así, para mí ha sido sorprendente», dice aún perplejo el exfutbolista y entrenador Iñigo Idiakez, que fue contratado al principio de temporada para llevar las riendas de uno de los equipos punteros de la liga chipriota: el Apollon Limesol. «Es un país que vive principalmente del turismo y al menos hasta el verano no había ningún indicio de deterioro económico. Al contrario, la vida es bastante cara y recorriendo la isla te llevas la impresión de que la gente tiene que ser solvente». Idiakez reconoce que el nivel de vida le causó cierta sorpresa, a pesar de que durante su etapa como jugador en la Premier inglesa se acostumbró a unos precios superiores a los de España. «Yo venía de estar cuatro años seguidos en Inglaterra y lo último que podía imaginar es que la economía hubiese llegado a semejante grado de deterioro».

El exfutbolista residió durante tres meses en Limasol, la ciudad que da nombre a su equipo, un centro de vacaciones de la costa sur que es a la vez el principal punto de referencia de la nutrida colonia rusa en Chipre. «Alquilé un apartamento cerca de la playa y todos mis vecinos eran rusos, gente que se veía que manejaba dinero. La vivienda me costaba entre 1.500 y 1.600 euros mensuales». ¿Y cuánto viene a cobrar un futbolista? «Entre 60.000 y 90.000 euros anuales los jugadores medios y unos 140.000 los que destacan», responde el entrenador. La experiencia de Idiakez en el fútbol chipriota fue efímera –le cesaron al cabo del segundo partido tras cosechar una victoria y una derrota–, aunque sus más de tres meses de estancia en la isla le permitieron hacerse una idea bastante aproximada del lugar: «Es el sitio ideal para unas vacaciones, tiene playa, un clima excepcional y los chipriotas son muy amables con los turistas». Son como griegos con una delicada pátina británica y costumbres mediterráneas: que no falten los vasos de café «frappé» o de café «freddo» con los que pasan horas y horas de cháchara, ni unos euros de más para dar rienda suelta a su desaforada pasión por las apuestas, cuyos locales colonizan las calles de ciudades y pueblos.

Con una población de 784.000 habitantes en su parte griega (la mitad norte está ocupada por Turquía y no pertenece a la UE), presenta unas cifras económicas bastante aseadas para tratarse de un país situado en lo que ha dado en llamarse despectivamente la ‘periferia’ europea: su renta per cápita alcanza los 30.000 euros, tres veces más que la vecina Turquía, y su tasa de paro no llega al 15%, diez puntos por debajo de España.

Batacazo de 5.000 millones

Su principal problema, sin embargo, es que tiene un sistema financiero que ha contraído el síndrome del gigantismo. «Las autoridades apostaron por hacer de Chipre un paraíso fiscal, con un impuesto de sociedades inferior a la media de la UE y ventajas para los inversores extranjeros, sobre todo los rusos, y de repente han descubierto que el sector financiero se había hecho tan grande que era ingobernable», observa el catedrático de Hacienda Ignacio Zubiri.

En esa carrera por hacer de Chipre el Luxemburgo del sur de Europa, tal y como lo expresa gráficamente Zubiri, los bancos insulares tomaron posiciones significativas en la Bolsa de Atenas antes del estallido de la crisis helena. Se estima que la quita aplicada el año pasado por Bruselas a la deuda griega en aplicación del rescate hizo perder entre 4.500 y 5.000 millones de euros a las entidades financieras chipriotas. Ese sería a grandes rasgos el origen del ‘agujero’ de las cuentas de los principales bancos, que coquetean desde el verano con la bancarrota en un ejercicio de funambulismo que ha terminado con la rendición incondicional ante las autoridades comunitarias.

Esta crisis, advierte el catedrático Zubiri, tiene muy poco en común con la de Grecia. En primer lugar, la economía de la isla apenas representa el 0,2% de la de la moneda única. Además, puntualiza el experto, lo que la UE planea es el rescate del sistema financiero y no de todo el país, que fue lo que ocurrió con Grecia. «A los bancos chipriotas les van a dar unos 10.000 millones, la tercera parte de lo que de momento ha consumido el saneamiento del sistema financiero español».

Pero, sobre todo, lo que diferencia este rescate de los demás es la aplicación de un ‘impuesto’ a todos los ciudadanos que tienen dinero en los bancos, una medida sin precedentes en la economía comunitaria. La iniciativa quebranta lo que hasta ahora ha sido uno de los principios sacrosantos de la UE, la garantía de integridad de todo depósito bancario de hasta 100.000 euros. «Las cosas no van a volver a ser lo mismo porque a partir de ahora todos los ahorradores seguro que se acuerdan de lo que ha pasado en Chipre antes de hacer un ingreso en el banco», reflexiona Zubiri.

El ‘corralito’ chipriota, dicen los expertos, proyecta sobre el resto de Europa una sombra de incertidumbre que sobrepasa con creces la amenaza real que representa el ‘modesto’ agujero de la isla. Pero la economía, ya se sabe, acostumbra a desprenderse de vez en cuando de la tutela de la razón y se echa en brazos de sentimientos tan difíciles de gobernar como el temor o el pánico. «Es imposible predecir la reacción ante la retención de una parte de los depósitos, lo único que se sabe con seguridad es que a partir de ahora va a haber una inquietud que antes no existía», resume Zubiri.

Chipre, mientras tanto, permanece suspendido en una suerte de limbo temporal. Los bancos no abrirán hasta el jueves y el Parlamento decidió ayer aplazar el debate sobre el plan de rescate a la espera de definir las condiciones con la UE. En las imágenes de Nicosia que transmitía la PIK 1, que es la televisión pública, se veían algunas colas ante cajeros automáticos de ciudadanos más resignados que indignados. Puede que tantos años de influencia inglesa –la isla fue su colonia hasta 1960– hayan dejado en el carácter de los chipriotas un poso de flema británica. O puede que, simplemente, tantos siglos de dominio extranjero hayan moldeado en ellos un estoicismo a prueba de bombas. No hay que perder de vista que Zenón de Citio, el fundador de la escuela estoica, fue al fin y al cabo uno de sus paisanos.