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El jazz se adueña de la Biblioteca Nacional

San Sebastián y Santander fueron hace un siglo la puerta de entrada del jazz a España, que hoy tiene su capital en Barcelona

MADRID Actualizado: Guardar
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La palabra jazz aparece por primera vez en una revista española 'Mundo gráfico' en 1918. Para entonces los alegres ritmos negroides llevaban ya una década sonando en los salones más chic de los casinos de San Sebastián o Santander. Una década después las orquestas de jazz -siempre con un negro a la batería- eran habituales en los salones de baile populares y en los de los hoteles más elegantes. En los fogosos treinta empiezan a recalar en España figuras como Joséphine Baker y los músicos españoles quieren ya emular sus ritmos. Para entonces el jazz, esa música sincopada de raíz africana, se había exportado desde Nueva Orleans a todos los confines del mundo occidental. En España habría que esperar hasta los sesenta para que emergieran figuras del calibre de Tete Montolú, Pedro Iturralde -padre del flamenco jazz- o el recientemente desaparecido Juan Carlos Calderón.

Los tres están en la muestra 'El ruido alegre. Jazz en la BNE', un recorrido por la evolución del jazz en nuestro país a través de los impagables fondos de la tricentenaria Biblioteca Nacional de España que ha contado con la colaboración con la embajada de Estados Unidos. Jorge García, presidente de la Asociación Española de Documentación Musical y miembro del centro de documentación del Institut Valenciá de la Música, es el comisario de la exposición que recorre más de un siglo a ritmo de jazz ibérico. De aquellos orígenes elegantes y chic a los grandes festivales como los de Vitoria o San Sebastián y a las figuras más internacionales del jazz español de hoy, como Chano Domínguez, otro gran músico que han fusionado jazz y flamenco, o el homenaje al jazz latino que es la película 'Chico y Rita' de Mariscal y Fernando Trueba.

Ramón en y el 'Jazzbandismo'

Entre los centenares de piezas que incluye la muestra hay carteles, partituras, anuncios, libros, periódicos, revistas, programas de mano, fotografías, discos, casetes, vídeos, que garantizan la variedad de esta manifestación musical que contó entre sus más firmes y pionero defensores con Ramón Gómez de la Serna. "Todos los que oímos el jazz-band parecemos víctimas de una buena noticia" escribía el padre de las greguerías en 1929, año en el que hizo una encendida reivindicación musical que tituló 'Jazzbandismo'. "La música negra no es música de baile. Es una música que baila. En la música de jazz danzan los instrumentos" había escrito cuatro años antes Corpus Barga y cuando Ernesto Lecuona firmaba ya piezas jazzísticas.

Las primeras partituras españolas dedicadas al jazz y sus inmediatos predecesores muestran en aquellos años la atracción por lo exótico de las llamadas jazzband, con la figura del negro y la batería como protagonistas, como principal icono de la nueva música. "La cosmopolita San Sebastián, capital de veraneo de los reyes y la corte, fue una de sus puertas de entrada: las clases altas fueron las primeras en interesarse por los nuevo ritmos y bailes llegado de América" precisa el comisario. Con el tiempo, y tras el parón y las prohibiciones en la guerra, arraigaría con más fuerza en Barcelona "que hoy sigue siendo la capital española del jazz" sostiene Jorge García.

La prensa testimonia en los felices veinte la cálida recepción que se dio al jazz, en especial el humor gráfico a través de los brillantes ilustradores de las primero compases del siglo. Toman el relevo las vanguardias intelectuales, que acogieron el jazz como una manifestación más de la vida urbana moderna, y le dedicaron ensayos y poemas. En las crónicas de sociedad y con sus correspondientes fotografías, se da cuenta de la emergencia de la música negra.

Ilustradores, publicistas y cartelistas también verán enseguida un provechoso filón en la poderosa estética del jazz, y lo aplicarán a la venta de productos de lo más diversos. El interés por el jazz saltará de la publicidad a la literatura, donde foxtrot, shymmy, charlestón y jazz se convierten en señales de un estilo de vida desprejuiciado, característico de la nueva juventud.

Además de libros y grabados la Biblioteca Nacional cuenta con una amplia sección de fondos musicales, con mas de 600.000 documentos entre partituras y música grabada en todo tipo de soportes, desde el rollo de pianola hasta el disco compacto y los aparatos que hacen posible su reproducción. Esto ha permitido conservar testimonios del jazz ibérico a lo largo ya de un siglo. Par el comisario de la muestra su colección de jazz "es sin duda la más importante de nuestro país"

Abierta hasta finales de febrero, la exposición tendrá su versión virtual y se podrá acceder a través del web bne.es a una selección de la obras expuestas, con su descripción bibliográfica y textos relacionados.